Bernard Cazeneuve

El 6 de diciembre de 2016, los preparativos de las elecciones presidenciales de 2017 han colocado en la jefatura del Gobierno de Francia al hasta entonces ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, el colaborador de toda confianza escogido por el presidente François Hollande, quien ha descartado presentarse a la reelección, para reemplazar a Manuel Valls, que deja el Ejecutivo para presentarse a las primarias del Partido Socialista.

El nuevo primer ministro galo es un hombre de leyes procedente del aparato del PS, con una carrera de representante popular en la Baja Normandía y un perfil de gestor gubernamental donde lo técnico predomina sobre lo puramente político. Metódico y discreto pero con rasgos enérgicos, Cazeneuve asumió el Ministerio del Interior, un puesto tradicionalmente difícil e ingrato, en 2014 (sucediendo a Valls también) y desde 2015 fue el responsable de aplicar las medidas de seguridad "excepcionales" para combatir la brutal ofensiva terrorista desencadenada por el Estado Islámico en suelo francés. Al amparo del estado de urgencia decretado en noviembre de 2015 a raíz de la masacre múltiple de París y prorrogado sucesivamente desde entonces, las fuerzas a sus órdenes, la Policía Nacional y la Gendarmería, multiplicaron las actuaciones antiterroristas y antiyihadistas con una menor implicación judicial.

El ministro anunció el desbaratamiento de muchos planes de atentados y ataques, pero no pudo impedir la masacre de Niza de julio de 2016, tercera gran arremetida terrorista de la macabra secuencia iniciada por el tiroteo contra la revista Charlie Hebdo en enero de 2015. Cazeneuve, al igual que Hollande y Valls, no se libró de las críticas, tanto las procedentes del Frente Nacional, que le acusó de no ser lo suficientemente duro contra el islamismo radical, como de los defensores de las libertades individuales, preocupados por los poderes especiales de su Policía "administrativa". En su agitado bienio como titular del Interior, Cazeneuve, quien hasta ahora se ha mantenido al margen de las disputas ideológicas en el PS y que no parece animado a continuar en el primer plano de la política cuando en mayo de 2017 expire el mandato en el Elíseo del jefe al que viene sirviendo con lealtad, tuvo además que lidiar con los problemas de orden público derivados de las movilizaciones sindicales contra la reforma laboral y con la crisis de los refugiados y migrantes instalados en la llamada Jungla de Calais.


(Texto actualizado hasta diciembre 2016)

1. Un jurista al servicio del PS
2. Ministro del Interior en tiempos de agresión yihadista a Francia y reemplazo de Valls en el Hôtel Matignon

1. Un jurista al servicio del PS

Natural de Senlis, pequeña comuna del departamento norteño de Oise, donde su padre, maestro de profesión, animaba la sección local del Partido Socialista (PS) de François Mitterrand, se formó en el Instituto de Estudios Políticos de Burdeos, también conocido como Sciences Po Bordeaux. Mientras cursaba la diplomatura en Derecho, destacó en el activismo estudiantil como dirigente del movimiento de Jóvenes Radicales de Izquierda de la Gironda.

Tras titularse en la Sciences Po, Cazeneuve inició una carrera profesional de técnico en leyes incrustado en los aparatos burocráticos estatales del PS. Primero contratado por los servicios jurídicos del Banque Populaire, no tardó en fungir de asesor y jefe de gabinete en varios departamentos del Gobierno nacional, donde contaba con la protección de uno de los pesos pesados del socialismo francés, Laurent Fabius, primer ministro entre 1984 y 1986. En 1993, a punto de cumplir los 30 años y rigiendo el Gabinete socialista de Pierre Bérégovoy, fue nombrado secretario general del Consejo Superior de Navegación Recreativa y Deportes Náuticos. Al poco, el PS sufrió una estrepitosa derrota en las elecciones a la Asamblea Nacional y el Gobierno quedó en manos del centro-derecha que lideraba Jacques Chirac, con lo que Cazeneuve perdió su cargo funcionarial de designación política.

En 1994, a instancias de Fabius, Cazeneuve se hizo cargo de la sección socialista del cantón de Cherburgo-Octeville-Sud-Ouest. Fue en esta comuna de la Baja Normandía donde consiguió sus primeros mandatos electorales, primero el de consejero general del departamento de la Mancha, luego el de alcalde de Octeville y más tarde, tras las elecciones legislativas de mayo y junio de 1997, saldadas con victoria para la plataforma de la izquierda plural del líder socialista Lionel Jospin, el de diputado por la 5ª Circunscripción de la Mancha. Su llegada a la Asamblea Nacional coincidió con la obtención de sendas plazas de juez titular del Tribunal de Justicia de la República y el Alto Tribunal de Justicia.

En marzo de 2000 Cazeneuve pasó a servir como teniente de alcalde del nuevo Ayuntamiento de Cherburgo-Octeville, surgido de la fusión de estas dos comunas asomadas al canal de la Mancha. Justo un año después sustituyó a su colega Jean-Pierre Godefroy como primer edil de la urbe normanda. La carrera del representante político y a la vez magistrado de justicia tuvo un tropezón en las elecciones legislativas de junio de 2002. Estas le supusieron la pérdida del escaño en la Asamblea Nacional, a la vez que el PS, ya noqueado por la eliminación de Jospin en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en abril seguida de su desalojo del Gobierno a instancias del reelegido jefe del Estado, Chirac, sucumbía frente a la nueva UMP de Chirac, Alain Juppé, Nicolas Sarkozy y Jean-Pierre Raffarin. Como contrapartida, se colegió abogado en la comuna de la que seguía siendo alcalde.

Luego de las elecciones regionales de marzo de 2004, Cazeneuve, distinguido por su ardiente defensa de la energía nuclear y su rechazo al Tratado Constitucional de la UE, añadió a sus funciones institucionales la vicepresidencia del Consejo Regional de Baja Normandía, cuyo titular era Philippe Duron, amén de la vicepresidencia de la Comunidad Urbana de Cherburgo (CUC), de la que pasaría a ser el máximo responsable al cabo de cuatro años, y la presidencia del Comité Regional de Turismo conjunto de las regiones de Alta Normandía y Baja Normandía

El PS, a renglón seguido de la victoria del conservador Sarkozy sobre la socialista Ségolène Royal en las presidenciales, volvió a fracasar en las elecciones legislativas de junio de 2007, aunque Cazeneuve fue capaz de recobrar su diputación manchega. Una vez en la Asamblea, asumió el cometido de secretario de la Comisión de Defensa Nacional; como tal, fue el encargado de elaborar el dosier parlamentario que indagó las circunstancias del atentado suicida cometido por Al Qaeda en Karachi, Pakistán, en mayo de 2002, ataque terrorista que costó la vida a 11 ciudadanos franceses, todos trabajadores del contratista de defensa naval DCNS.

Reelegido alcalde de Cherburgo-Octeville en las municipales de marzo de 2008, cuatro años más tarde François Hollande, el anterior primer secretario del PS, le incluyó en el equipo de su candidatura al Elíseo, de la que hizo de portavoz. Tras derrotar a Sarkozy y asumir la Presidencia de la República el 15 de mayo de 2002, el líder socialista colocó a su colaborador de Cherburgo en el Gobierno del primer ministro Jean-Marc Ayrault en calidad de ministro delegado de Asuntos Europeos y supeditado al nuevo ministro de Asuntos Exteriores, quien no era sino su viejo patrocinador en el socialismo, Fabius. Al poco, en junio, Cazeneuve renovó su diputación en la Asamblea Nacional, ahora en representación la 4ª Circunscripción de la Mancha, si bien desocupó el escaño para centrarse en sus responsabilidades gubernamentales. Igualmente, se desprendió de la alcaldía de Cherburgo-Octeville y de la presidencia de la CUC.

Se suponía que Cazeneuve asumía como principal y difícil misión la ejecución de los aspectos técnicos de las previstas discusiones con Alemania sobre una enmienda del Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria. Firmado por Sarkozy en la recta final de su mandato pero pendiente de ratificar por la Asamblea Nacional, el Pacto Fiscal de la Eurozona, que imponía unos criterios de austeridad financiera muy rigurosos, no gustaba a Hollande, el cual, en la campaña electoral, había prometido renegociarlo para que incorporara una cláusula de crecimiento. Sin embargo, el mandatario socialista no tardó en claudicar ante la intransigencia de la canciller Merkel, que se negaba a tocar una coma del texto ya aprobado.

En marzo de 2013 Hollande sacó a Cazeneuve del Quai d'Orsay y le encomendó la confección de los Presupuestos del Estado. Como ministro delegado del área, incluida en el Ministerio de Economía y Finanzas que comandaba Pierre Moscovici, Cazeneuve tomaba el relevo a Jérôme Cahuzac, forzado a dimitir tras publicarse que había usado una cuenta secreta en Suiza para evadir impuestos. Aunque, según indican cabeceras de la prensa gala, asumió su nueva tarea contable sin ningún entusiasmo y más que nada por obediencia a Hollande, el hombre de leyes que era Cazeneuve demostró tener un gran dominio sobre el mar de datos de los ingresos y los gastos del Gobierno. Por su eficiencia y discreción "casi robóticas", se ganó el apodo de "R2D2", adjudicado por algunos diputados socialistas que estaban al tanto de su labor.


2. Ministro del Interior en tiempos de agresión yihadista a Francia y reemplazo de Valls en el Hôtel Matignon

Pero el puesto de responsabilidad que instaló a Cazeneuve en el vértice del poder, consagró su condición de hollandista de la máxima confianza y cimentó su caché político fue el de ministro del Interior. El cargo, tradicionalmente difícil, poco o nada grato, que podía desgastar al titular de turno o bien favorecer su carrera política si los electores encontraban atractiva la imagen de un ministro duro con alborotadores y delincuentes, le llegó a Cazeneuve el 2 de abril de 2014 de resultas de la constitución del Gobierno de Manuel Valls, precisamente el hasta ahora ministro del Interior, quien sucedía a Ayrault, dimitido a causa de los pésimos resultados sacados por los socialistas en las elecciones municipales de últimos de marzo.

Al debutar como ministro del Interior, Cazeneuve encontró un departamento caldeado por la política, aplicada por Valls con gran controversia dentro y fuera de Francia, de detención y deportación de extranjeros indocumentados, muchos de ellos gitanos procedentes de Europa oriental, que según el Gobierno no satisfacían los requisitos de la regularización, y también por el debate sobre los límites de la libertad de expresión que venía atizando el caso del humorista Dieudonné, cuyas actuaciones estaban en el punto de mira del Ministerio debido a su carga antisemita. Cazeneuve, hombre nada dado a exponer planteamientos personales en público y menos a suscitar debates ideológicos, propició de entrada que el Ministerio del Interior no estuviera bajo foco tan intensamente como en los dos últimos años con Valls.

Inicialmente, Cazeneuve, que también procuró quedar al margen de la recia pelea interna del PS entre el ala izquierda y el núcleo del Gobierno afín a Valls, resuelto a adoptar unas recetas y unas reformas económicas de regusto liberal que contaban con el visto bueno de Hollande, asumió los preparativos para la puesta en marcha de la reforma de la organización territorial del Estado descentralizado, cuyos principales ejes eran la reducción del número de regiones metropolitanas y ultramarinas, que pasaban de 27 a 18, y la transformación de los consejos generales de los departamentos en consejos departamentales con menores competencias administrativas, pues parte de las que tenían serían transferidas a los consejos regionales.

Sin embargo, el ministro no podía bajar la guardia frente a la que ahora mismo era la primera amenaza para el orden público y la seguridad nacional: las asechanzas terroristas de Al Qaeda y de su reciente y más cruel retoño, el Estado Islámico del autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi, los cuales ya habían dejado claro que tenían a Francia en su punto de mira.

El yihadismo asesino desencadenó su primer golpe terrible en suelo francés el 7 de enero de 2015, día en que los hermanos Chérif y Saïd Kouachi, ciudadanos franceses nacidos en París de padres argelinos, asaltaron la redacción en la capital del semanario satírico Charlie Hebdo, conocido por sus caricaturas de Mahoma, portando un arsenal de armas automáticas y granadas con el que segaron las vidas de 12 personas, entre ellas el editor jefe de la publicación, cinco dibujantes y redactores, y dos policías. Los asesinos consiguieron darse a la fuga, pero al cabo de dos días fueron localizados por las fuerzas de seguridad, que los acorralaron y abatieron en una fábrica de Dammartin-en-Goële, en el departamento de Sena y Marne, al norte de París.

En la misma jornada, el 9 de enero, otro terrorista, Amedy Coulibaly, autor del asesinato en la víspera de una agente municipal en Montrouge, vinculado a los hermanos Kouachi y quien se había declarado vasallo del Estado Islámico, secuestró una tienda de alimentación judía en el arrabal parisino de Porte de Vincennes, donde asesinó a cuatro personas e hizo rehenes a otras 15. La Policía terminó asaltando el local y mató a Coulibaly.

En estas horas dramáticas, Cazeneuve se encargó de informar a la nación del curso de las operaciones policiales a la vez que intentaba transmitir serenidad. "Ha sido atacada una libertad fundamental, la libertad de la prensa, que se sitúa en el centro de nuestra democracia”, señaló tras producirse el atentado contra Charlie Hebdo, para agregar: "No toleraremos ningún acto ni amenaza contra los franceses por razón de su origen o religión". En los meses que siguieron, el ministro, metódico y riguroso, tuvo una cuota de exposición mediática casi diaria con sus partes informativos sobre las "medidas de seguridad excepcionales" que el Gobierno estaba adoptando para extremar la vigilancia y la protección de estaciones de transporte, medios de comunicación, centros de culto, edificios oficiales y otros lugares públicos.

Los atentados de los días 7 a 9 de enero de 2015 marcaron el comienzo de una angustiosa oleada de ataques yihadistas en Francia. Muchos, reportó puntualmente Cazeneuve, pudieron ser abortados a tiempo por las fuerzas de seguridad y los servicios secretos. Lógicamente, el protagonismo principal recayó en Valls y Hollande, responsables de difundir los mensajes solemnes de tranquilidad, los llamamientos al cierre de filas de todos los demócratas frente a la barbarie terrorista y el fanatismo religioso, y los proyectos de reformas legales y constitucionales, no exentos de controversia, que el Gobierno contemplaba para mejor librar "la guerra contra el yihadismo y el islamismo radical" -"pero no contra el Islam y los musulmanes", puntualizaron-, obrando en todo momento, eso sí, "con el máximo respeto al derecho, a los valores y a las libertades democráticas".

Llegado el verano de 2015, Cazeneuve empezó a trabajar estrechamente con su colega británica, Theresa May, para manejar de manera coordinada la complicadísima situación creada por la avalancha de miles de refugiados de Oriente Medio en el puerto manchego de Calais, desde donde intentaban llegar clandestinamente al Reino Unido a través del Eurotúnel. Sin embargo, Cazeneuve no pudo convencer a May para que el Reino Unido, país que no era signatario del Acuerdo de Schengen y al que los tratados europeos reconocían el derecho a excluirse de las políticas de Interior y Justicia, se sumara al esquema diseñado por los ministros europeos del Interior para la acogida y asentamiento de 120.000 refugiados sirios con arreglo a unas cuotas nacionales obligatorias.

Francia y Alemania, principales impulsores de una fórmula concebida para paliar la enorme crisis migratoria que vivía el viejo continente, tampoco consiguieron vencer la tajante negativa de los gobiernos de Hungría, Chequia, Eslovaquia y Rumanía a participar en este sistema de reparto. Francia se comprometió con un cupo de acogida de 24.031 refugiados en dos años y en septiembre se adelantó a sus socios de la UE iniciando una operación para el traslado desde Alemania de un millar de ciudadanos sirios e irakíes huidos de las guerras civiles que azotaban sus países.

El personal a las órdenes de Cazeneuve no pudo frustrar la siguiente y más sangrienta arremetida yihadista contra Francia. El 13 de noviembre de 2015, días después de anunciar el Gobierno que el país se disponía a restablecer controles en sus fronteras internas del Espacio de Schengen durante un mes, justamente desde el 13 de noviembre y hasta el 13 de diciembre, con motivo de la celebración de la XXI Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el escenario, evocado por Valls, de "la situación excepcional" que debía ser respondida con "medidas excepcionales" cobró una horrible nitidez con la masacre múltiple de París.

Aquel día, nueve kamikazes del Estado Islámico divididos en comandos sembraron de explosiones y tiroteos seis puntos de la capital, dejando un balance de 130 muertos, 89 de ellos en la sala de actuaciones Bataclan; allí, los terroristas ametrallaron a los asistentes al concierto de la banda Eagles of Death Metal, les acuchillaron salvajemente y les lanzaron granadas antes de perecer ellos mismos al detonar los cinturones explosivos que portaban. Dos de los atacantes, entre ellos el cerebro de la operación, Abdelhamid Abaaoud, no se inmolaron y consiguieron escapar.

Mientras Hollande decretaba el estado de urgencia en todo el territorio nacional, reiteraba que Francia estaba "en guerra" con el Estado Islámico, ordenaba intensificar los bombardeos de la Armée de l'air, ya iniciados meses atrás, contra objetivos del Califato en Siria e Irak, anunciaba una reforma constitucional para afinar la cobertura legal de la lucha antiterrorista y solicitaba la asistencia de los socios de la UE en el ámbito de la defensa colectiva, Cazeneuve y Valls despacharon las órdenes que movilizaban a más de 100.000 policías, gendarmes y soldados para la caza de los terroristas prófugos, el blindaje de la seguridad de lugares públicos y la supresión de los focos de yihadismo.

Presionado de paso por los partidos opositores de la derecha, en particular el Frente Nacional de Marine Le Pen, que le urgían a actuar con la máxima contundencia contra los ambientes islamistas, el Ministerio del Interior galo practicó a lo largo y ancho del territorio metropolitano cientos de detenciones de sospechosos, registros sin orden judicial, arrestos domiciliarios, cierres de mezquitas y expulsiones de imanes integristas que, según Cazeneuve, se comportaban como verdaderos "predicadores del odio". Las autoridades se plantearon además una estrategia profiláctica de "desradicalización" para actuar contra los candidatos a terroristas en su ambiente cultural. Se trataba de un abanico de acciones que convertía a la francesa en una policía "administrativa", con capacidad para hacer su trabajo con un menor grado de implicación judicial.

El 18 de noviembre, transcurridos cinco días desde las matanzas de París, las fuerzas de seguridad desarticularon una célula terrorista de ocho miembros que se escondía en el suburbio parisino de Saint-Denis y que al parecer estaba lista para atentar en el distrito financiero La Défense y el Aeropuerto Charles de Gaulle. Cinco de los yihadistas fueron aprehendidos y tres acabaron muertos. Estos últimos eran Abdelhamid Abaaoud, en esos momentos el criminal más buscado de Francia junto con su amigo Salah Abdeslam, cómplice logístico de los atentados (el cual iba a ser capturado por la Policía belga en el barrio bruselense de Molenbeek en marzo de 2016 y extraditado a Francia un mes después), el noveno perpetrador del 13-N, que tampoco se había inmolado entonces, y una mujer.

Las actuaciones expeditivas del Ministerio de Cazeneuve prosiguieron en los siguientes meses al amparo del estado de urgencia, que antes de terminar noviembre fue extendido por la Asamblea Nacional hasta el 26 de febrero de 2016. Con posterioridad a esa fecha, el Ejecutivo y el Legislativo, donde Los Republicanos cerraron filas con el PS y la mayoría presidencial, optaron por prorrogar las medidas de excepción en tres ocasiones más, con el fin de redoblar la seguridad en los prolegómenos y durante la celebración de dos grandes acontecimientos deportivos que el país organizaba en los meses de junio y julio, la Eurocopa de fútbol y el Tour de ciclismo. Por si fuera poco, Cazeneuve tuvo que lidiar con los problemas de orden público, bastante serios, derivados de la vasta movilización sindical contra la reforma laboral decretada por el Gobierno, un movimiento huelguístico y unas protestas de los trabajadores que amagaron con derivar en un estallido social.

La cuarta prórroga del estado de urgencia, por seis meses, hasta enero de 2017, fue promulgada el 21 de julio de 2016, a la semana del terrible atentado de Niza, en el que un conductor, antes de caer bajo las balas policiales y del que luego se dijo que estaba relacionado con el Estado Islámico, embistió al volante de un pesado camión contra una multitud que celebraba la fiesta nacional del 14 de julio. En esta ocasión hubo que lamentar 86 víctimas mortales. El mes no concluyó sin otro atentado de características estremecedoras, el degollamiento por dos terroristas de un sacerdote católico de 85 años en pleno oficio religioso en una parroquia rural de Saint Etienne du Rouvray, en Normandía. Los asaltantes fueron mortalmente tiroteados por la Policía y el Estado Islámico se apresuró a reivindicar la acción.

Antes y después de estos hechos luctuosos, Cazeneuve dio cuenta de nuevas operaciones de los servicios de inteligencia que habían permitido desbaratar otros tantos planes de atentados yihadistas, algunos inminentes, pero, como Hollande y Valls, no se libró de las recriminaciones y los abucheos de una población consternada y encolerizada. Él en particular fue blanco de fuertes críticas por parte de sectores de la oposición y medios de comunicación, que denunciaron la existencia de claros "fallos de seguridad" en los dispositivos de vigilancia y prevención. Algunas voces reclamaron la dimisión del ministro, quien, dejando traslucir un carácter enérgico, defendió con tonos airados desde la Asamblea Nacional la corrección de su proceder.

A la psicosis provocada por los ataques de Niza y Saint Etienne du Rouvray en julio de 2016 le siguió un estado de ánimo ciudadano algo menos crispado al interrumpirse, nadie sabía por cuánto tiempo, la racha de atrocidades de los secuaces del yihadismo. La alerta antiterrorista se mantuvo intacta y Cazeneuve permaneció en el candelero por otras recias controversias, que, dependiendo de quien las abordara, guardarían relación o no con la amenaza del Estado Islámico. Fueron los casos del uso de la prenda playera femenina conocida como el burkini, cuya prohibición administrativa por la comuna de Villeneuve-Loubet, en el departamento de Alpes Marítimos, fue suspendida en agosto por el Consejo de Estado contra el parecer del primer ministro Valls, favorable a su proscripción en espacios públicos, y del destino del gran campamento ilegal de refugiados y migrantes levantado en el puerto de Calais, la llamada Jungla de Calais, cuyo desmantelamiento, acompañado de la evacuación forzosa y el realojo por toda Francia de sus 9.000 moradores, comenzó en octubre.

Cazeneuve, del que a estas alturas ya se conocían sus reservas particulares sobre la pretensión de Hollande y Valls, contenida en el finalmente retirado, en marzo de 2016, proyecto de reforma constitucional, de despojar de la nacionalidad a los ciudadanos condenados por actos terroristas (polémica medida que propició la dimisión de la ministra de Justicia, Christiane Taubira), así como su rechazo a la amenaza, lanzada por los dos cabezas del Ejecutivo en junio, de prohibir las manifestaciones de los sindicatos contra la reforma laboral, fue, no obstante, la persona escogida por el presidente de la República para cogerle el testigo a Valls, quien el 5 de diciembre de 2016, tal como se esperaba, anunció su dimisión como primer ministro para preparar su candidatura de cara a las elecciones presidenciales de abril de 2017. El anuncio oficial de la postulación de Valls al Elíseo, a decidir en enero en unas elecciones primarias del PS a las que el dirigente nacido en Barcelona acudía como el claro favorito, llegó días después de confirmar Hollande, con su popularidad por los suelos, que desistía de buscar la reelección.

En la jornada siguiente, 6 de diciembre, quedó constituido el nuevo Gobierno Cazeneuve, el 39º de la V República Francesa instaurada por de Gaulle en 1958. La composición ministerial era casi idéntica a la del segundo Gabinete Valls, con las salvedades de la sustitución del propio Cazeneuve en Interior por Bruno Le Roux, hasta ahora líder del Grupo Socialista, Ecologista y Republicano (SER) en la Asamblea Nacional, y unos pequeños cambios en el elenco de secretarios de Estado. Así, continuaron en Exteriores el ex primer ministro Jean-Marc Ayrault, en Economía y Finanzas Michel Sapin y en Defensa Jean-Yves Le Drian. Se mantuvo igualmente intacta la cuota de ministerios para los dos socios de coalición del PS y adheridos a la mayoría presidencial, dos puestos para el Partido Radical de Izquierda (PRG) y uno para el Partido Ecologista.

El primer ministro de Francia está casado con Véronique Cazeneuve y tiene dos hijos. Es autor de los libros Première manche (1993), La Politique retrouvée (1994), La Responsabilité du fait des produits en France et en Europe (2004) y Karachi-L'enquête impossible (2011)

(Cobertura informativa hasta 10/12/2016)