Felipe de Bélgica

El príncipe heredero Felipe juró como séptimo rey de los belgas el 21 de julio de 2013, el día de la fiesta nacional del país europeo, después de firmar su padre Alberto II la abdicación voluntaria tras dos décadas de reinado. El ascenso al trono le llega a Felipe a los 53 años de edad, al cabo de un largo rosario de polémicas y escándalos que han afectado a los miembros de la familia real, y que en su caso han girado en torno a su capacidad, cuestionada por muchos, para encarnar el principal símbolo unificador, la Monarquía, de una federación profundamente dividida en regiones, comunidades lingüísticas y partidos. Dedicación, discreción y una personalidad introvertida son algunos de los rasgos de Felipe, quien deberá armonizar sus funciones moderadoras de conflictos en el complicado sistema político belga con un futuro de pérdida de asignaciones económicas y de reducción de prerrogativas constitucionales para su cargo. Casado desde 1999 con la ahora reina Matilde, Felipe de Bélgica es padre de cuatro hijos.

(Texto actualizado hasta julio 2013)

1. Hijo mayor del príncipe Alberto y sobrino del rey Balduino
2. Duque de Brabante y príncipe heredero al trono
3. Rey de los belgas por abdicación paterna


1. Hijo mayor del príncipe Alberto y sobrino del rey Balduino

El séptimo rey de los belgas, de nombre completo Philippe Léopold Louis Marie en el original en francés (Filip Leopold Lodewijk Maria en flamenco), vino al mundo el 15 de abril de 1960 como el primogénito de los entonces príncipes de Lieja, Alberto, hermano menor del rey Balduino, y Paola, noble de origen italiano, los cuales habían contraído matrimonio el año anterior. Al niño, que en el momento de su nacimiento adquirió la condición de príncipe de Bélgica con tratamiento de alteza real, le siguieron dos hermanos, la princesa Astrid, en 1962, y el príncipe Lorenzo, en 1963.

El joven Felipe recibió una escolarización bilingüe en sendos centros de enseñanza primaria y secundaria, el Collège Saint-Michel de Etterbeek (Bruselas) y la Abdijschool van Zevenkerken de Sint-Andries (Brujas). En 1978 ingresó en la Real Escuela Militar de Bruselas, un centro de dimensión universitaria, y dos años después obtuvo los despachos de subteniente del Ejército y la Fuerza Aérea. Bajo la atenta supervisión de su tío Balduino, quien, careciendo de su propia descendencia, se preocupó por la formación de un sobrino que estaba en la línea de sucesión de la corona, Felipe completó su instrucción militar en 1983. Antes de recibir los galones de capitán, el príncipe, revelado como un apasionado de la aviación, realizó unos cursos que le capacitaron como piloto de caza, soldado paracaidista y comando.

A continuación, Felipe realzó su currículum universitario con unas temporadas lectivas en el Trinity College de Oxford, donde estudió Historia Constitucional, y la Universidad de Stanford en California, donde en 1985 se graduó con el título de Master of Arts en Ciencias Políticas. A su vuelta a Bélgica, el príncipe llevó a cabo, explica textualmente la web de la monarquía belga, "una inmersión en las realidades políticas, económicas y sociales de su país, un recorrido de ocho años durante el que conoce profundamente Bélgica y a los belgas, a través de un número considerable de visitas, encuentros, conferencias y misiones que le llevan a impregnarse del funcionamiento de su país".

En 1989 tuvo un reencuentro con la milicia para asistir a una serie de sesiones docentes en el Instituto Real Superior de la Defensa (IRSD), tras lo cual fue ascendido a coronel. Desde 1992 disfrutó de una asignación especial del Gobierno que le permitió dotarse de un despacho particular de secretarios y asesores. Con 32 años, Felipe, que permanecía soltero, ya tenía un importante bagaje en un amplio abanico de temas culturales, europeos y humanitarios.


2. Duque de Brabante y príncipe heredero al trono

El hecho de que los reyes Balduino y Fabiola no tuvieran hijos colocaba a su hermano Alberto, con el título de príncipe de Lieja, al frente de la línea sucesoria, pero sólo sobre el papel. En la década de los ochenta la opinión pública se convenció de que Alberto, que ya era cincuentón y había arrastrado una imagen de cierta indolencia mundana o de desapego a las obligaciones institucionales, terminaría renunciando a sus derechos sucesorios, probablemente en favor de su vástago mayor, con el que las relaciones en público, empero, no destacaban por su calidez. En efecto, el discreto príncipe de Bélgica, cuya personalidad era descrita como introvertida y lacónica, quizá insegura, muy diferente al carácter de su padre cuando tenía su edad, venía recibiendo una instrucción tal que sugería su preparación para convertirse en el sucesor directo de su tío cuando llegara el momento. Pero también podría estar pensándose en su hermana Astrid, tal como sugirió la abolición de la ley sálica en 1991.

Sin embargo, estos planes sucesorios debieron quedar trastocados el 31 de julio de 1993, día en que Balduino, a los 62 años de edad, falleció de un repentino ataque al corazón mientras veraneaba en España. Al día siguiente, el Gobierno anunció, para sorpresa de muchos, que el nuevo monarca era el hermano del difunto. El 9 de agosto el príncipe de Lieja prestó juramento como rey de los belgas con el nombre de Alberto II. En ese momento, Felipe, al que al parecer los líderes políticos no consideraba plenamente maduro para reinar sobre un país, en adelante dividido por costuras federales, ligado a las relaciones armónicas entre sus dos grandes comunidades lingüístico-territoriales, los valones francófonos del sur y los flamencos neerlandófonos del norte, se convirtió de manera oficial en el príncipe heredero con el título de duque de Brabante. Tenía 33 años.

El 6 de agosto, tres días antes de la entronización, Felipe sucedió a su padre como presidente honorario de la Oficina Belga de Comercio Exterior (OBCE, luego llamada Agencia para el Comercio Exterior, ACE). Como embajador permanente de este organismo del Estado, en los 20 años siguientes, el duque iba a viajar por todo el mundo, encabezando misiones comerciales en numerosos países de los cinco continentes. Igualmente, se puso al frente del Consejo Federal del Desarrollo Sostenible (CFDD) y en 1994 fue hecho senador de derecho. En 2003 obtuvo la presidencia de honor de la Sociedad Belga de Inversiones para los Países en Desarrollo (BIO). Un año más tarde recibió igual condición en el Capítulo Europeo del Club de Roma y en la Fundación Polar Internacional, una organización basada en Bruselas con la misión de promover la exploración científica de las regiones polares y la investigación del cambio climático.

Por otro lado, el príncipe heredero siguió ascendiendo en el escalafón militar en preparación del día en que, como rey, se convirtiera en el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas belgas. En 2001 fue promovido a mayor general del Ejército y de la Fuerza Aérea, y a almirante de división de la Fuerza Naval. En 2010 pasó a ser teniente general del Componente de Tierra (ex Ejército), teniente general del Componente del Aire (ex Fuerza Aérea) y vicealmirante del Componente de Marina (ex Fuerza Naval). En 2004 se sacó la licencia de piloto civil de helicóptero.

El 4 de diciembre de 1999 Felipe contrajo matrimonio en Bruselas con la logopeda y psicóloga Matilde (Mathilde Marie Christiane Ghislaine) d'Udekem d'Acoz, nacida el 20 de enero de 1973 en el seno de una familia aristocrática formada por los condes Patrick d'Udekem d'Acoz, de estirpe valona, y Anna Maria Komorowska, procedente de la nobleza polaca. Los esponsales civiles tuvieron lugar en el Ayuntamiento de Bruselas y la ceremonia religiosa católica en la Catedral de Saint Michel. Los príncipes de Bélgica y duques de Brabante alumbraron cuatro hijos: la princesa Isabel (Élisabeth Thérèse Marie Hélène), el 25 de octubre de 2001; el príncipe Gabriel ( Gabriel Baudouin Charles Marie), el 20 de agosto de 2003; el príncipe Manuel (Emmanuel Léopold Guillaume François Marie), el 4 de octubre de 2005; y la princesa Leonor (Eléonore Fabiola Victoria Anne Marie), nacida el 16 de abril de 2008. La mayor, Isabel, se convirtió en el momento de nacer en la segunda persona en la línea de sucesión al trono.

La boda de Felipe y Matilde, proyectada como un símbolo de la unidad nacional al ser los contrayentes dos perfectos representantes del bilingüismo (además, ella era belga de nacimiento, a diferencia de las cónyuges de todos los príncipes herederos y reyes de la dinastía Sajonia-Coburgo y Gotha), fue recibida con alborozo en un momento en que la opinión pública belga constataba el paulatino distanciamiento entre los partidos flamencos y valones; el traje federal no había puesto sordina a sus reclamaciones comunitarias, más bien al contrario. Entonces, se destacó que la consagración constitucional del modelo federal, vigente desde 1994, acentuaba el papel simbólico de la familia real, que era el de aglutinar a los belgas por encima de las divisiones territoriales y lingüísticas.

Desde 1998 el duque de Brabante estaba personalmente implicado en la contribución al diálogo intercomunitario a través de su Fondo Príncipe Felipe. Este financiaba una serie de proyectos y programas de conocimiento e intercambio entre grupos de ciudadanos de las diferentes comunidades lingüísticas, la francófona, la neerlandófona y la germanófona, y regiones, Valonia, Flandes y la bilingüe Bruselas. Siendo un relaciones públicas en el espinoso terreno de las tensiones comunitarias, Felipe, rompiendo con su habitual imagen de formalidad y contención, se vio envuelto en una ruidosa controversia a finales de 2004 con el partido Vlaams Belang, representante de la extrema derecha republicana e independentista flamenca. Saliendo al paso de las últimas reclamaciones del soberanismo en Flandes, el príncipe, durante una cena en Shanghai en el marco de sus actividades comerciales en la ACE, arremetió contra el Vlaams Belang al incluirle entre las fuerzas políticas "que quieren destruir nuestro país". "Puedo asegurarles que tendrán que vérselas conmigo", afirmó de paso.

En el arco de partidos flamencos, y no sólo los nacionalistas, las reacciones a las palabras de Felipe fueron unánimemente críticas. Uno de los dirigentes del Vlaams Belang, Filip Dewinter, declaró que el príncipe había ofendido a todos los flamencos. El áspero cruce de recriminaciones, sucedido tres años antes de que Bélgica se sumergiera en un período de profunda fragilidad gubernamental, suscitó la pública amonestación del primer ministro, el liberal flamenco Guy Verhofstadt, pues suponía una ruptura de la tradicional reserva de la Casa Real en las controversias políticas. Sin embargo, a Felipe también le salieron defensores, en particular los socialistas valones.

El chismorreo, las revelaciones sensacionalistas y el escándalo envolvieron prácticamente de seguido a los miembros de la familia real a partir de 1999, año de publicación de una biografía no autorizada de la reina Paola que sacaba a la luz detalles del tormentoso matrimonio de los entonces príncipes de Lieja. Este estuvo a punto estuvo de naufragar por la prolongada infidelidad de Alberto con la baronesa Sybille de Selys Longchamps, con la que había tenido una hija ilegítima que resultó ser la escultora Delphine Boël, la cual confirmó la historia en 2005, al igual que su madre. La Casa del Rey guardó mutismo sobre este asunto, si bien el propio Alberto, en su discurso de Navidad de 1999, había reconocido implícitamente su aventura extramarital con Sybille de Selys, aunque no la paternidad de Boël. Además, el hermano pequeño de Felipe, Lorenzo, se convirtió en un generador nato de titulares polémicos por su conducta errática y manirrota.

Felipe no se libró de la pluma entrometida y ácida de los periodistas. En octubre de 2012 apareció a la venta Question(s) royale(s), del redactor e investigador de la Radio Televisión Belga Francófona (RTBF) Frédéric Deborsu. En el libro, el autor insinuaba la homosexualidad del príncipe heredero, que "nunca tuvo ningún interés por las mujeres" y que antes de casarse había "vivido una intensa relación de amistad con un hombre", supuestamente un aristócrata belga. Deborsu opinaba que el matrimonio de 1999 con Matilde había sido "forzado", y que entre los cónyuges no había "afinidad" ni "complicidad", dados los "caracteres difícilmente compatibles" y la "diferencia de edad". Según el periodista, hacia 1996, cuando Felipe tenía 36 años, su padre le había advertido: "o te casas, o no serás rey".

Aunque aseguraba que él era "monárquico" y que no pretendía "atacar" a la familia real, Deborsu cargaba las tintas contra Felipe, al que pintaba como un hombre "frustrado", "con complejo de inferioridad" y "atormentado" por la figura autoritaria de su padre, amén de "marcado por una infancia muy difícil en una escuela militar, en la que no tuvo cerca a sus padres ni a sus hermanos". El aludido, mediante una nota oficial, se limitó a señalar que "el día más feliz de mi vida fue cuando Matilde dijo sí a mi propuesta de matrimonio". Ahora bien, el Palacio Real presentó una queja ante el Consejo de Deontología Periodística, mientras que la dirección de la RTBF se apresuró a desvincularse de lo escrito por quien era uno de sus trabajadores.


3. Rey de los belgas por abdicación paterna

El revuelo creado por Question(s) royale(s), pronto remitido, llegó cuando Felipe era el orgulloso padre de cuatro hijos y cuando Bélgica ya llevaba siete meses aguardando un posible relevo inminente en el trono. La expectativa la había desatado en marzo de 2012 el diario francófono Le Soir al publicar que el rey Alberto tendría la intención de abdicar en favor de su hijo mayor en una fecha concreta, el 21 de julio de 2013, día de la fiesta nacional de Bélgica y al filo del vigésimo aniversario de su coronación. La hipótesis obtuvo entonces un aparente respaldo del duque de Brabante, quien, preguntado por los periodistas sobre el particular, se proclamó "listo para ocupar el trono".

La cuestión de una abdicación en ciernes se mantuvo en el candelero en los meses siguientes. En abril y mayo de 2013, al hilo de la sucesión regia en la vecina Holanda, donde Beatriz de Orange-Nassau dejó paso a su hijo el príncipe heredero Guillermo Alejandro tras 33 años de reinado, los rumores se intensificaron. El 17 de junio Delphine Boël volvió a ser noticia al solicitar al Tribunal Civil de Bruselas que reclamara al monarca una prueba de paternidad y, en caso de no ser esto posible (ciertamente, no lo era, dado el carácter inviolable de la persona del rey), que los príncipes Felipe y Astrid, sus hermanastros, se sometieran a un examen de DNA con el fin de demostrar su parentesco. El Tribunal convocó a los representantes legales de ambas partes a una audiencia el 3 de septiembre para fijar el calendario del caso.

A los pocos días, la madre de Delphine, la baronesa Sybille de Selys, diciendo salir en defensa de su hija, concedió a los diarios Le Soir y De Standaard una larga entrevista en la que se explayó, contando numerosos detalles con tono almibarado, sobre su antiguo romance y relación, no exactamente clandestinos, con Alberto, que según ella se habían prolongado desde 1966 a 1984, es decir, durante buena parte de la infancia y juventud de Felipe. Estas últimas informaciones desagradables, unidas a la polémica fiscal que venía rodeando a la reina viuda Fabiola, criticada por haber empleado una fundación privada como ardid para ayudar a sus sobrinos a eludir el impuesto de sucesión por la herencia de Balduino, asuntos todos que eran claramente negativos para el prestigio de la Corona, pusieron la antesala a un solemne comunicado del monarca a la nación.

El 3 de julio de 2013, en un discurso televisado en directo desde su despacho en el Palacio Real de Bruselas, Alberto, de pie y papel en mano, leyó, dirigiéndose por turnos en francés, flamenco y alemán, el mensaje esperado: considerando su avanzada edad y su salud física, decidía abdicar en favor del príncipe heredero. La transmisión real iba a producirse, tal como habían adelantado hacía un año los medios de comunicación, el próximo 21 de julio. Sin embargo, en las últimas semanas se había especulado con que en el día de la fiesta nacional lo que podría tener lugar sería el anuncio de la abdicación, la cual, en ese caso, no sería inmediata, sino que tendría lugar en el otoño.

Estos eran los pasajes clave de la histórica alocución de Alberto II: "He entrado en mi octogésimo año, una edad que nunca alcanzaron mis predecesores en el ejercicio de sus funciones. Constato que mi edad y mi salud no me permiten ejercer mis funciones como me gustaría (…) Tras veinte años de reinado, estimo que es el momento de pasar la antorcha a la siguiente generación". En cuanto a su hijo: "Constato que el príncipe Felipe está bien preparado para sucederme. Él disfruta, junto con la princesa Matilde, de toda mi confianza. Con el paso de los años, principalmente en el contexto de las misiones económicas en el extranjero, el príncipe Felipe ha destacado su compromiso con nuestro país, que lleva en el corazón.

A continuación, el primer ministro, el socialista valón Elio Di Rupo, acompañado por todos los miembros del Gabinete, reunidos en sesión extraordinaria del Consejo de Ministros con Alberto justo antes del mensaje de este a la nación, compareció para transmitir su "respeto y comprensión" por la decisión del monarca. El político ratificó que "el príncipe Felipe ha sido preparado para su futura función con gran seriedad y sentido de la responsabilidad. Él ha demostrado en numerosas ocasiones lo mucho que ama a Bélgica. El príncipe está dispuesto a servir bien a nuestro país. Puede contar con el apoyo del Gobierno en el ejercicio de sus nuevas funciones. Di Rupo también expresó la gratitud del Gobierno a Alberto, del que destacó su "sinceridad", "su valentía" y su "lucidez" al tomar esta decisión, y su servicio a los belgas en sus veinte años de reinado, período en el que se había ganado el aprecio de los ciudadanos por "su entusiasmo, su empatía, su humor y su inteligencia".

A pesar de estas cálidas valoraciones, los medios locales señalaron que en las últimas semanas el primer ministro había intentado convencer a Alberto de que reconsiderara su decisión de renunciar, al menos no en este momento. Y es que faltaba menos de un año para las elecciones generales, en las que los nacionalistas flamencos del partido N-VA (favorable a la secesión gradual de Flandes y a la disolución pactada de Bélgica), ya primeros en la edición de 2010, podrían experimentar un considerable ascenso, con el consiguiente rebrote de la tensión intercomunitaria y un más que probable galimatías a la hora de formar gobierno.

El 4 de julio, Felipe, en sus primeras palabras tras el anuncio de abdicación de su padre, pronunciadas desde Amberes, declaró ser "muy consciente de las responsabilidades" que tenía por delante y que como monarca seguiría empleándose "con todo mi corazón". También aprovechó para "rendir homenaje al rey por sus veinte años de reinado". En la mañana del 21 de julio de 2013, día festivo en Bélgica que conmemora la proclamación constitucional en 1831 de Leopoldo de Sajonia-Coburgo, el iniciador de la dinastía familiar, como rey de los belgas tras producirse la revolución nacional y la independencia de Holanda, tuvo lugar la abdicación-entronización anunciada el día 3.

Con un ceremonial más bien austero (ni siquiera fueron invitados a los actos los miembros de otras monarquías del mundo) y con moderadas expresiones de júbilo en la calle, todo ello lejos del boato palaciego y la efusividad popular observados en los Países Bajos el 30 de abril, Alberto II, previa asistencia a la tradicional misa de Te Deum en la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula con motivo de la fiesta nacional, y en presencia de su hijo y de los miembros del Gobierno, los líderes de los partidos y representantes institucionales, firmó el instrumento de abdicación en el Palacio Real de Bruselas. En su último discurso, el monarca saliente apeló al "mantenimiento de la cohesión de nuestro estado federal" y el "diálogo" para preservar "la calidad de nuestra vida juntos" y "el bienestar de todos".

Minutos después, hacia el mediodía, la familia real, las autoridades y el resto de invitados se trasladaron a la sede del Parlamento para el acto de entronización propiamente dicho. Ante los representantes de la nación, Felipe pronunció tres veces seguidas, primero en flamenco, luego en francés y finalmente en alemán, las palabras que le convertían en el séptimo rey de los belgas: "Juro observar la Constitución y las leyes del pueblo belga, mantener la independencia nacional y la integridad del territorio". Alternando su discurso inaugural en los tres idiomas, el rey Felipe se refirió en primer lugar a su padre, de quien destacó su "calidez profundamente humana" al tiempo que ejercía "con responsabilidad" su tarea como jefe de Estado. A continuación, elogió la idiosincrasia y las particularidades de la nación belga, cuya "fuerza" residía en su "riqueza" y "diversidad", y aseguró que sus tareas iban a ser "conciliar las distintas aspiraciones" y "trabajar en perfecto acuerdo con el Gobierno y respetando a la Constitución".

Finalmente, el cortejo regresó al Palacio Real, donde la nueva pareja real y los restantes miembros de la familia saludaron a la población en la balconada. Según lo dispuesto, los padres del nuevo monarca conservaban la condición regia. Esto convertía a Bélgica en una insólita monarquía parlamentaria con dos reyes, Felipe –el único reinante- y Alberto, y tres reinas, Matilde, Paola y Fabiola, los cinco con tratamiento de majestades. Matilde era de paso la primera reina de origen belga en la historia del país, después de una francesa, una austríaca, una alemana, una sueca, una española y una italiana, las esposas respectivamente de Leopoldo I, Leopoldo II, Alberto I, Leopoldo III, Balduino y Alberto II. La princesa Isabel se convirtió ahora en la primera en la línea de sucesión con el título de duquesa de Brabante. En cuanto a la princesa Astrid, reemplazó a su hermano en la presidencia de honor de la ACE

Como es habitual en los príncipes y cabezas de las casas reales, Felipe de Bélgica pose un extenso elenco de honores y condecoraciones, nacionales y extranjeros. Al igual que su padre, el Estado belga le concedió las órdenes, en grado de gran cordón o gran maestro, de Leopoldo, Leopoldo II, de la Corona, del León y de la Estrella Africana. La Universidad Católica de Lovaina le otorgó en 2002 el título de doctor honoris causa.

(Cobertura informativa hasta 21/7/2013)