Elio Di Rupo

La más larga provisionalidad poselectoral en la historia de Bélgica –y del mundo-, 540 días, quedó cerrada el 6 de diciembre de 2011 con la asunción del Gobierno sexpartito del valón Elio Di Rupo, uno de los políticos con más solera del país, en un momento de encrucijada nacional. Elegido líder del francófono Partido Socialista (PS) en 1999, cuando tomó el mando de una formación desnortada por los escándalos de corrupción, y antes y después varias veces viceprimer ministro federal y ministro-presidente de la Región Valona, este veterano corredor de fondo pasó a ser el primer jefe de Ejecutivo belga con esa doble filiación ideológica y lingüística desde los años setenta, amén del primer líder de la UE abiertamente gay, condición revelada en 1996 a raíz de unas acusaciones infundadas de pederastia, las cuales a punto estuvieron de destruir su carrera.

En la década intermedia, el jovial político de la pajarita gestionó con habilidad de táctico los vaivenes electorales de su partido (al que asaltaron nuevos escándalos de corrupción, particularmente en el bastión provincial de Hainault, lo que puso en tela de juicio la regeneración encarnada por la nueva cúpula), formuló propuestas para el relanzamiento económico de su Valonia natal, convaleciente de un largo declive postindustrial, y participó con cuotas ministeriales en los sucesivos gobiernos encabezados por el centro-derecha flamenco. Su papel moderador ayudó a mitigar los riesgos de una fractura de Bélgica por sus costuras comunitarias en el convulso período posterior a las elecciones de 2007.

En los siguientes tres años, esta democracia, corazón del europeísmo y a la vez paradigma de una complicación institucional que mina su propia identidad nacional, experimentó las tensiones de una enorme crisis bancaria, el encono de las divergencias entre neerlandófonos y francófonos sobre la reforma del ordenamiento federal, urgida por los primeros para ahondar la autonomía de Flandes, y las reiteradas dimisiones del primer ministro flamenco Yves Leterme. Una estricta frontera bicomunal, de alcance sectario si no fuera por la profunda civilidad de los belgas, segmenta el enrevesado sistema político, el cual incluye un Parlamento atomizado en partidos que sólo se presentan en sus zonas de adscripción idiomática y una tipología federal de administraciones solapadas consistente en tres regiones territoriales, Flandes al norte, Valonia al sur y la isla de Bruselas-Capital en el centro, y tres comunidades lingüísticas, Flamenca, Francesa y Germanófona.

Las elecciones generales de junio de 2010, de repercusión sísmica al sacar el mayor número de escaños el partido soberanista conservador Nueva Alianza Flamenca (N-VA), aunque con el PS pisándole los talones, convirtieron a Di Rupo en el líder indiscutible de la Bélgica francófona y, poco menos, en la única personalidad capaz de mantener anclados en la federación a los descontentadizos flamencos, cada vez más permeables a las tesis nacionalistas y secesionistas. Nada menos que 18 meses necesitó el formateur Di Rupo, tras dos tentativas fallidas y entre medio un insólito trasiego de "mediadores", "informadores" y "clarificadores" con encomienda real, para forjar un Gobierno mayoritario de seis socios que, por intransigente, dejó fuera al ganador de los comicios, la N-VA.

La coalición, integrada por los partidos socialistas, liberales y democristianos de las dos comunidades (PS, MR y CdH por los francófonos y SP.A, Open-VLD y CD&V por los flamencos), ha basado su acuerdo en un consenso histórico para ejecutar la pendiente reforma constitucional del Estado, transferir más competencias a los entes federados, ampliar la autonomía fiscal de las regiones y, punto decisivo, dividir la circunscripción electoral bilingüe de Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV), motivo de conflicto durante décadas.

En su tarea de preservar la integridad de Bélgica asumiendo y satisfaciendo las reivindicaciones flamencas, el primer ministro valón, que no habla con soltura el holandés, podría encontrar un paradójico aliado: la economía, destinataria de unas energías que en circunstancias más bonancibles seguramente daría barra libre al debate comunitario, tan propenso al desencuentro. De hecho, las tortuosas negociaciones conducidas por Di Rupo no cristalizaron en un acuerdo definitivo hasta que el encarecimiento de la deuda belga, arrastrada por la prima de riesgo en plena tormenta de la eurozona, alcanzó un nivel verdaderamente alarmante y la agencia Standard & Poor rebajó la nota de solvencia un escalón. El programa del Gobierno incluye un ajuste presupuestario para eludir la sanción de la Comisión Europea por déficit excesivo (superior al 4% del PIB, al alimón con una deuda pública rayana en el 100%), pero los recortes ya han costado a Di Rupo, en enero de 2012, una huelga general, mientras el país vuelve a caer en la recesión.

(Texto actualizado hasta enero de 2012)

1. Trayectoria ascendente en el socialismo valón
2. Líder del PS y figura clave de la política nacional
3. Di Rupo durante la parálisis gubernamental de 2007-2008
4. Primer ministro de Bélgica tras 20 meses de provisionalidad


1. Trayectoria ascendente en el socialismo valón

El futuro dirigente político nació en Morlanwelz, pequeño municipio entre Mons y Charleroi, en la provincia valona de Hainault, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Los Di Rupo, oriundos de la región de los Abruzos, habían llegado a esta zona industriosa del sur de Bélgica tras el final de la Segunda Guerra Mundial; allí alumbraron al último de sus siete hijos, Elio, cuyos hermanos mayores eran italianos de nacimiento. El padre, minero de profesión, murió en 1952 en un accidente de tráfico cuando el menor de sus retoños era tan sólo un bebé. La madre, una mujer analfabeta arrimada de golpe a la miseria, se vio incapaz de sacar adelante a su prole por sí sola, tal que parte de la infancia de tres de sus hijos tuvo que transcurrir en un orfanato.

Sus humildísimos orígenes no impidieron al muchacho encarrilar unos estudios que, con la ayuda de tutores y maestros conscientes de sus aptitudes, se encaminaron a las ciencias puras. El joven concluyó el bachillerato y pudo matricularse en la Universidad de Mons-Hainault (UMH), donde se labró un brillante expediente que incluyó la licenciatura en Química y luego el doctorado en Ciencias, en ambos casos con distinción de excelencia académica. Entre una y otro se sacó el título de Agrégé de l’Enseignement secondaire supérieur (AESS), que le habilitaba para impartir enseñanza preuniversitaria. En 1977 marchó al Reino Unido con un contrato de auxiliar de docencia en la Universidad de Leeds de un año de duración y a su término se incorporó a la plantilla de la UMH como asistente del Departamento de Química General y Ciencia de los Materiales. En 1979 entró a trabajar en el ya desaparecido Instituto para el Fomento de la Investigación Científica en la Industria y la Agricultura (IRSIA), en Bruselas, y en 1982 fue nombrado director de investigación en la UMH.

Para entonces, Di Rupo, recién entrado en la treintena de edad, ya llevaba varios años activo en los ambientes de la izquierda francófona y justo estrenaba su carrera política. Su compromiso militante se expresó en el Partido Socialista (PS), la rama regional del anterior Partido Socialista Belga, dividido en 1978, al cabo de una década concurriendo en las elecciones generales con dos listas separadas y dentro del proceso general de federalización del país, en un partido autónomo valón, el PS, y su equivalente flamenco, el SP.

Los líderes del PS de principios de los ochenta eran André Cools, anterior copresidente del PSB/BSP y que iba a ser asesinado en 1991, y Guy Spitaels, su sucesor en la presidencia del partido en 1981 y futuro ministro-presidente de la Región Valona. El PS era la principal fuerza política de Valonia y en el conjunto de Bélgica rivalizaba con los liberales del PVV (activos en Flandes y Bruselas) por el segundo puesto detrás del CVP, el Partido Popular Cristiano de Flandes. Desde 1946, los socialistas valones, de la mano siempre de sus homólogos neerlandófonos, habían sido socios de la mayoría de los gobiernos nacionales de coalición, aunque ahora, en 1982, se hallaban en la oposición al quinto Gobierno de Wilfried Martens, del CVP.

Fue en 1982 cuando Di Rupo, tras un año largo de experiencia como adjunto en el gabinete del ministro regional valón de Economía y Empleo, Jean-Maurice Dehousse, se hizo con su primer mandato electoral, una consejería comunal en Mons. Al mismo tiempo, continuó vinculado al Gobierno de Valonia como vicejefe de gabinete del ministro regional de Finanzas y Energía, su también correligionario Philippe Busquin. Puesto al frente de la Inspección General de la Energía en Valonia en 1985, cesó entonces en el Consejo Comunal de Mons, pero siguió activo en la política municipal como concejal de Sanidad, Renovación Urbana y Asuntos Sociales.

El químico dio el salto a la política nacional con motivo de las elecciones generales del 13 de diciembre de 1987, en las que se hizo con un escaño de representante por el distrito de Mons-Borinage. En estos comicios, el PS repitió su segundo puesto habitual con ganancia de votos, lo que le cualificó para regresar, en mayo de 1988, al Gobierno Martens tras un paréntesis de siete años. En octubre siguiente, Di Rupo estuvo de vuelta en el Consejo de Mons, mandato comunal que simultaneó con el del Parlamento de Bruselas y que iba a mantener durante doce años. El 17 de julio de 1989 se despidió del escaño nacional al salir elegido diputado del Parlamento Europeo. Este mandato tampoco lo completó porque en las elecciones generales belgas del 24 de noviembre de 1991 candidateó a senador y consiguió el escaño en la Cámara Alta del Parlamento Federal.

El recorrido del inquieto político valón siguió anotando hitos a buen ritmo. En enero de 1992 debutó en las tareas del gobierno autonómico como ministro de Educación de la Comunidad Francesa, entidad subestatal diferenciada, con sus propias instituciones, administración y competencias, de la Región Valona al tener una dimensión idiomática –la Bélgica francófona, que incluye a Bruselas además de Valonia y que excluye a los nueve cantones germanófonos de la provincia valona de Lieja- frente a la naturaleza territorial de la segunda. En mayo de 1993, coincidiendo con el relevo de Bernard Anselme por la también socialista Laurette Onkelinx en la presidencia del Gobierno comunitario, Di Rupo agregó la cartera de lo Audiovisual. Desde este puesto, el de Hainault adquirió un inusitado protagonismo en la oposición europea a la inclusión de los productos audiovisuales en la Ronda Uruguay del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT).

El salto de Di Rupo al Gobierno federal era cuestión de tiempo y el momento llegó el 23 de enero de 1994, fecha en que el primer ministro desde 1992, el popularcristiano flamenco Jean-Luc Dehaene, le escogió para suplir al dirigente del PS Guy Coëme como viceprimer ministro y ministro de Comunicación y Empresas Públicas. Coëme fue de los varios altos responsables de los socialismos valón y flamenco obligados a dimitir en este período –antes de ser juzgados y condenados- por su implicación en el escándalo Agusta, la trama de corrupción político-empresarial generada a finales de los ochenta por los contratistas de armamento Agusta y Dassault, y cuya investigación judicial se remontaba al asesinato de André Cools en 1991. Al poco de estrenarse en el Gobierno central de Bruselas, el hijo de italianos potenció su fama de hombre sin pelos en la lengua al criticar con duras palabras la inclusión de los neofascistas de Gianfranco Fini en el primer Gobierno de Silvio Berlusconi.

Para las elecciones generales del 21 de mayo de 1995 Di Rupo optó por dejar el Senado y regresar a la Cámara de Representantes. Él consiguió el escaño, por la circunscripción de Mons-Soignies, pero el PS fue castigado por los escándalos de corrupción y encajó en Valonia sus peores resultados en casi dos décadas. En junio siguiente Dehaene reeditó su Gobierno cuatripartito, formado por el CVP, los socialcristianos valones (PSC) y las dos formaciones socialistas. Di Rupo conservó el rango de viceprimer ministro y vio reforzada su posición al hacerse cargo de la cartera de Economía y Telecomunicaciones. En junio 1998 asumió las competencias sobre Comercio Exterior.

La acusación de pederastia homosexual en 1996
En noviembre de 1996 Di Rupo, a sus 45 años un hombre soltero y sin hijos, fue acusado por un chapero de 22 años, Olivier Trusgnach, testigo policial en el curso de una operación contra las redes de la pederastia que actuaban en Bélgica, de haber abusado sexualmente de él cuando era menor de edad. La denuncia se produjo en plena ola de indignación ciudadana por las andanzas del tristemente célebre asesino y pederasta Marc Dutroux y por la sospechosa negligencia del Estado para impedir sus crímenes. Cabeceras de la prensa flamenca, con formato sensacionalista, informaron del registro del domicilio del ministro por la Policía, que buscaba material videográfico con contenido pedófilo, y dio detalles de sus supuestas citas privadas con adolescentes.

El escándalo fue inmediato y Di Rupo, con igual celeridad, salió a refutar "la más estúpida e insultante información" que estaba circulando sobre su persona. "Parece que soy víctima de una mezcla y confusión entre hechos de mi vida privada, que a nadie interesan, y actos desagradables e indignos que la gente quiere atribuirme", declaró con enfado, para añadir, días después: "Se está jugando con la frontera entre la vida privada y la vida pública. La vida privada es uno de los fundamentos de la democracia. Como hombre libre he frecuentado los locales que yo he querido. Ni de lejos ni de cerca estoy relacionado con actos de pederastia. Todas mis relaciones afectivas han sido libres y consentidas", puntualizó.

De esta manera, el acosado responsable gubernamental defendió su inocencia de todo hecho delictivo o deshonesto al tiempo que reivindicaba implícitamente su homosexualidad, un argumento en sí mismo perfectamente coherente pero que en este momento concreto, faltando siete años todavía para la legalización, pionera en el mundo, del matrimonio gay en Bélgica y con el clima político y social emponzoñado por los casos Dutroux y Agusta, mientras se avivaba además el tradicional conflicto lingüístico, fue rechazado por muchos. Los posicionamientos en la opinión pública belga se polarizaron prácticamente desde el principio, con los flamencos copando el bando fustigador de Di Rupo y los valones el de quienes exigían responsabilidad en el tratamiento periodístico del caso y respeto para la presunción de inocencia del político. El primer ministro, Dehaene, apostó por la honorabilidad de su colega del Gabinete.

La apertura de diligencias judiciales en su contra obligó a Di Rupo, atacado desde el arco partidista por los liberales y nacionalistas flamencos en la oposición, a comparecer ante el Parlamento para dar las debidas explicaciones. Incapaz de determinar si las acusaciones contra el aforado, que sumaron un segundo pliego sobre la base de unas delaciones anónimas, eran suficientes para dar pie a un procesamiento, la Cámara Baja devolvió la pelota al Tribunal Supremo, solicitando su dictamen. En diciembre, la Fiscalía General del Supremo recomendó al Legislativo que no incoara proceso. La decisión fue tomada por la comisión parlamentaria especial encargada del caso y acto seguido por el pleno de la Cámara, que dio carpetazo al expediente. Según una encuesta del momento, el 75% de los belgas aprobaba el desenlace exculpatorio.

Una vez rehabilitado de las acusaciones de pederastia, en enero de 1997, Di Rupo se despachó con alivio y un punto de rabia en una entrevista a tres medios extranjeros, a los que subrayó su indignación por las "abyectas" acusaciones de que había sido objeto y su negativa a hablar sobre su vida privada, ya que de ninguna manera podía "admitir las etiquetas con que se clasifica a la gente" y porque sobre eso él no tenía que "darle cuentas a nadie". A partir de este momento, la homosexualidad del político belga fue un hecho públicamente reconocido, aunque el interesado se aferró a la máxima discreción sobre el particular. En una entrevista en 2008 para el diario nacional La Libre Belgique, donde se retrató como "ateo, racionalista y masón", Di Rupo recordó una famosa reacción suya cuando la tormenta personal de 1996. Enfrentándose a un periodista que no aceptaba sus explicaciones de inocencia ("Sí, pero sigues siendo homosexual", le espetó), él respondió gritando: "¿Y qué?". Aquella exclamación "me salvó", explicaba Di Rupo en la entrevista, pues "entré en el círculo de la verdad".


2. Líder del PS y figura clave de la política nacional

Tras superar este amargo bache político y personal, la carrera de Di Rupo tomó un nuevo impulso en 1999. Celebradas las elecciones generales del 13 de junio, que situaron al PS en su punto más bajo con el 10,2% de los votos y 19 escaños, el ministro del Gobierno saliente, reelegido por Mons-Soignies, fue uno de los interlocutores clave para la formación de un histórico Ejecutivo arco iris integrado por seis partidos del centro y la izquierda, con exclusión de los democristianos. Sin dar muestras de rencor, el socialista valón negoció la gobernabilidad de Bélgica con Guy Verhofstadt, el líder del Partido Ciudadano-Liberales y Demócratas Flamencos (VLD), la fuerza más votada en los comicios y el principal instrumento del aguijoneo político en Flandes cuando el apuro personal de 1996.

El 12 de julio tomó posesión el Gobierno Verhofstadt con la participación de tres ministros del PS, Laurette Onkelinx en Empleo, André Flahaut en Defensa y Rudy Demotte en Economía. Di Rupo quedó fuera del mismo porque se había reservado para presidir el Gobierno regional de Valonia, donde tomaba el testigo a su conmilitón Robert Collignon. Cambiando Bruselas por Namur, tres días después, arrancó el primer Gobierno valón de Di Rupo, al que daban vida los tres partidos más votados en los comicios regionales, el PS, la federación de centro reformista PRL-FDF-MCC y los ecologistas de Ecolo. Como había sucedido en el cuatrienio precedente, Di Rupo no ocupó el escaño de representante federal debido a sus funciones ejecutivas y lo dejó en manos de un sustituto.

El liderazgo de Di Rupo en el PS era incuestionable y el 16 de septiembre de 1999 los militantes, con el 71% de los votos, le otorgaron la presidencia orgánica de la formación en reemplazo de Philippe Busquin, quien reorientó su actividad política a la Comisión Europea. Di Rupo tomó bajo su responsabilidad un partido que pedía a gritos la regeneración luego de quedar diezmada su anterior cúpula por la cascada de escándalos en la década que terminaba. Coronando un año de éxitos, en noviembre, el ya familiar político de la pajarita roja, la camisa blanca y la chaqueta negra –señas de identidad tan características como su espeso flequillo negro y sus gafas de montura metálica- fue elegido vicepresidente de la Internacional Socialista.

Di Rupo elaboró el Contrato para el Futuro de Valonia, un programa a una década vista que se imponía unos ambiciosos objetivos para del desarrollo económico y social de la región, convaleciente de un largo declive postindustrial en paralelo al auge tecnológico y financiero de Flandes, actual motor económico de Bélgica y donde los sentimientos soberanistas crecían de día en día.

Dicho aquí de paso, desde la reforma constitucional de 1993 Bélgica funcionaba como un Estado federal estructurado en tres regiones territoriales, Flandes, Valonia y Bruselas-Capital, y tres comunidades lingüísticas, Flamenca, Francesa y Germanófona, cada una dotada de instituciones autónomas con gran número de competencias transferidas, si bien la Región y la Comunidad flamencas compartían mismos Gobierno y Parlamento. El sistema resultaba particularmente enrevesado en Bruselas-Capital, entendida como área metropolitana o Gran Bruselas, de la que la Ciudad de Bruselas era un municipio más. Así, Bruselas era a la vez: una región territorial de distrito único, un área bilingüe (otra figura constitucional, pero sin traducción institucional en este caso), la capital de la Comunidad Francesa, la capital de la Comunidad Flamenca, la capital de la Región Flamenca o Flandes (mientras que Namur lo era de la Región Valona) y la capital del Estado, amén de la sede de las principales instituciones de la UE y la OTAN. Aunque Bruselas-Capital era oficialmente un territorio bilingüe, la gran mayoría de sus habitantes se expresaba cotidianamente en francés.

El 4 de abril de 2000, en apariencia porque quería concentrarse en la transformación y la modernización del PS, empresa que incluía la formación de un polo izquierdista francófono abierto a partidos como el Ecolo, Di Rupo se desprendió de la jefatura del Gobierno valón en favor de Jean-Claude Van Cauwenberghe, el titular del Presupuesto. Puesto que ya no incurría en incompatibilidad institucional, se incorporó a la actividad legislativa en la Cámara de Representantes federal. Sin embargo, meses más tarde, en las elecciones comunales del 8 de octubre, candidateó a otro cargo ejecutivo de elección popular, el de burgomaestre de Mons. El triunfo del PS fue atronador en la provincia de Hainault y Di Rupo conquistó la alcaldía de su capital, la cual asumió el 11 de enero de 2001.

En 2002 el rey Alberto II concedió al dirigente socialista el título honorífico de ministro de Estado. A continuación, Di Rupo representó a su país en la Convención Europea, encargada de elaborar el borrador del futuro Tratado Constitucional Europeo. Con el liberal flamenco Karel de Gucht integró el binomio de convencionales enviados por Bélgica en representación del Parlamento nacional.

El lavado de cara emprendido por Di Rupo al frente del PS cosechó sus mejores frutos en las generales del 18 de mayo de 2003. Con el 13% de los votos y 25 representantes, los socialistas valones recobraron el peso electoral perdido una década atrás. Aunque en porcentaje de voto quedaron cuartos por detrás de los democristianos flamencos (CD&V, nueva denominación del CVP), los socialistas flamencos (SP.A) y el VLD, su cuota parlamentaria empató la de partido del primer ministro Verhofstadt. La clave de este ascenso, que consolidó al PS como la incontestable primera fuerza de la Bélgica francófona, estuvo en Bruselas-Capital, región bilingüe que en los pasados años había castigado con especial dureza a los socialistas de las dos comunidades por sus escándalos y corruptelas.

El 21 de mayo Di Rupo, elegido ahora por la circunscripción de Hainault, recibió del rey el cometido de informateur, es decir, el encargado de sondear las posibilidades de forjar coaliciones de Gobierno y que por tanto prepara el terreno para la entrada en escena del formateur, el negociador formal de ese Gobierno y aspirante a encabezarlo. Las consultas realizadas por el jefe socialista se sustanciaron en el informe Por una Bélgica creativa y solidaria, el cual sirvió de base a Verhofstadt para constituir, el 12 de julio, su segundo Gabinete de coalición, que retuvo a los dos partidos socialistas y al Movimiento Reformista (MR, federación renovada del PRL, el FDF y el MCC), prescindió de los verdes Ecolo y Agalev, e incorporó al pequeño partido flamenco Spirit. El 28 de septiembre siguiente, Di Rupo fue reelegido presidente del PS prácticamente por aclamación, con el 94% de los votos.

El liderazgo de Di Rupo proporcionó a los suyos otro triunfo electoral el 13 de junio de 2004 en la Región Valona y particularmente en la Región de Bruselas-Capital, donde el PS, merced a una espectacular remontada de casi 15 puntos, rebasó al Ecolo y arrebató el primer puesto al MR. Como resultado, el socialista Charles Picqué volvió al puesto de ministro-presidente. Dando una vez más muestras de sus habilidades negociadoras, que le permitían entenderse a múltiples bandas y realizar complicadas maniobras en el dinámico sistema político belga, Di Rupo canceló la coalición regional con el MR de Daniel Ducarme y Antoine Duquesne, y tomó como nuevo socio al Centro Demócrata Humanista (CdH, ex PSC) de Joëlle Milquet.

El presidente del PS fue uno de los artífices del documento Acciones prioritarias para el futuro de Valonia, lanzado por el Gobierno regional en agosto de 2005. Continuador directo del Contrato para el Futuro de Valonia de 1999, el catálogo estratégico contemplaba cinco áreas de acción prioritaria –fomento de la actividad económica, creación de polos de competitividad, bajada de impuestos, inversión en formación y capacitación, e inversión en investigación e innovación- y fue presentado por sus autores como un "Plan Marshall" capaz de revertir el agravamiento de la crisis productiva y el paro en la región, antaño uno de los focos de la Revolución Industrial en Europa.

Al poco, el 6 de octubre del mismo año, Di Rupo reasumió la presidencia del Gobierno valón en lugar de Van Cauwenberghe, obligado a dimitir tras verse salpicado por unas denuncias de favoritismo político y tráfico de influencias en su terruño de Charleroi. En mayo de 2006 no se habían apagado los ecos de este sobresalto cuando estalló un nuevo escándalo de corrupción que tocó de lleno a varios altos responsables provinciales del partido. Circunscrita al distrito de Charleroi, la de ahora era una trama de malversación de fondos medrada en el seno de un organismo intercomunal de saneamiento y tratamiento de residuos, el ICDI. La militancia socialista, que creía superada la era de los escándalos, quedó consternada y Di Rupo se apresuró a intervenir para poner orden en Charleroi, proyectada al resto del país como la nueva capital del chanchullo y el compadreo. Al burgomaestre de la villa, Jacques Van Gompel, amigo íntimo de Van Cauwenberghe, la justicia le abrió una investigación por la presunta comisión de fraude, falsificación y enriquecimiento ilícito.

La reacción ética de Di Rupo, que anunció medidas desde su Gobierno para mejorar la transparencia y la eficacia en la gestión pero que se resistió a pedir la dimisión de Van Gompel (la situación del alcalde era insostenible y finalmente fue arrestado y metido en prisión, desde la cual, y sólo entonces, renunció al cargo), no resultó muy convincente, a tenor de los resultados sacados por el PS en las elecciones comunales y provinciales del 8 de octubre, con pérdida de votos en Hainault y Lieja. En Charleroi capital ganó el CdH y en Mons la lista municipal encabezada por Di Rupo retrocedió 10 puntos, aunque, con el 51,5% de los votos, mantuvo una mayoría absoluta de 27 consejeros. Por acumulación de cargos, Di Rupo no podía fungir de alcalde, así que delegó el mandato a uno de sus concejales, Catherine Houdart.


3. Di Rupo durante la parálisis gubernamental de 2007-2008

Las elecciones generales del 10 de junio de 2007 inauguraron el curso político más turbulento de la Bélgica contemporánea. El PS agudizó su mala racha electoral con la pérdida de 131.000 votos, cayendo al 10,9%, y cinco de sus 25 representantes federales. Los socialistas valones retrocedieron a un insólito quinto lugar y en las circunscripciones francófonas perdieron su pugna particular con los reformistas de Didier Reynders, que ascendieron al 12,5%. Di Rupo, reelegido por Hainault, se quedó al margen de las conversaciones emprendidas con el MR, el Open-VLD y el CdH (respectivamente, los segundo, cuarto y séptimo partidos más votados) por Yves Leterme, el ministro-presidente de Flandes y cabeza de la lista ganadora de los comicios, la inédita coalición neerlandófona del CD&V y los nacionalistas conservadores de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA).

El ministro-presidente de Valonia encontró inaceptable el programa que su equivalente flamenco pretendía consensuar con los partidos francófonos y cuyo plato fuerte era una reforma constitucional para transferir desde la Administración federal más competencias a las regiones, proceso que obviamente serviría para profundizar la autonomía flamenca. El PS no tenía el mejor concepto del candidato a primer ministro, que en agosto de 2006 había desatado la caja de los truenos al realizar unos comentarios mordaces sobre la "incapacidad intelectual" de los francófonos de Flandes y Bruselas para aprender el idioma neerlandés y al llamar a Bélgica "accidente de la historia sin valor intrínseco". Entonces, Di Rupo, famoso entre otras cosas por su rudimentario conocimiento del neerlandés, que le impedía ser considerado un político bilingüe (en cambio, se manejaba perfectamente en italiano y en inglés), saltó como un resorte, bramando por el "honor insultado" de los francófonos, mientras que su mano derecha, Laurette Onkelinx, tildó al líder democristiano flamenco de "separatista" y "hombre peligroso".

En el segundo semestre de 2007, mientras Leterme se enfangaba en unas farragosas negociaciones que le iban a empujar a desistir dos veces hasta el mes de diciembre, su opuesto valón estuvo muy atareado intentando imponer su autoridad en las agitadas aguas del PS. Tan sólo un día después de los comicios, el 11 de junio, Di Rupo se decidió a coger al toro de la corrupción interna por los cuernos: anunció la intervención por la Presidencia del partido de la Unión Comunal y la Federación socialistas de Charleroi, y obligó a dimitir al burgomaestre sucesor del encarcelado Van Gompel, Léon Casaert, y a todos los concejales socialistas de la comuna, con sus 200.000 habitantes la primera población de Valonia.

Sin solución de continuidad, irrumpió en la trifulca el veterano Guy Spitaels, quien echó en cara a Di Rupo su acumulación de cargos y le reclamó que eligiera entre la presidencia del partido, la alcaldía de Mons y la presidencia de Valonia. La reacción del interpelado fue convocar unas elecciones internas; de ganarlas, aseguró, dejaría de ser ministro-presidente. El 11 de julio tuvo lugar la votación y el aspirante reeleccionista se impuso con un rotundo 89,5% de los votos a su único contrincante, Jean-Pierre De Clercq. Ocho días después, cumpliendo con la palabra dada, Di Rupo abandonó la jefatura del Gobierno regional, transfiriéndosela a Rudy Demotte. En adelante, ya podía ejercer exclusivamente como diputado federal y alcalde de Mons.

Una vez certificado su liderazgo sobre el PS, Di Rupo cambió de parecer y se ofreció como socio del próximo Gobierno federal, en un ambiente muy enrarecido por la incapacidad de Leterme para cerrar la inquietante parálisis institucional, que estimulaba los augurios pesimistas sobre una Bélgica abocada a la partición. Así, los socialistas valones se sentaron en el Gobierno interino vuelto a presidir por Verhofstadt el 21 de diciembre y cuya única misión era dar tiempo a Leterme para cerrar un acuerdo multipartito en su tercer intento negociador.

El líder del CD&V, tras invertir en ello 284 días, más de nueve meses (récord absoluto en Bélgica, democracia parlamentaria famosa por sus larguísimas provisionalidades poselectorales), asumió por fin el 20 de marzo de 2008 la jefatura de un Gabinete de mayoría que era casi idéntico al Ejecutivo puente de Verhofstadt. En el nuevo Gobierno, los de Di Rupo dispusieron de tres ministerios, el mismo número que el CD&V y el MR, uno menos que el Open-VLD y dos más que el CdH. El PS mantuvo las carteras de Asuntos Sociales y Salud Pública, para Onkelinx (con el rango de viceprimera ministra), Integración Social y Pensiones, para Marie Arena, y Clima y Energía, para Paul Magnette.

En los meses siguientes, Di Rupo fue testigo del fracaso prematuro del primer Gobierno Leterme, fatalmente desgastado por el choque de las premuras flamencas y las reticencias valonas en torno a la profunda revisión de la arquitectura del Estado dirigida a elevar el techo competencial de las regiones. A cambio de las transferencias desde la Administración federal, los partidos francófonos exigieron unas compensaciones territoriales que para los flamencos eran de todo punto inaceptables, a saber, que se ampliara la Región de Bruselas-Capital, enclavada en la provincia del Brabante Flamenco, o que esta contara con un corredor que la uniera por el sur con la provincia del Brabante Valón.

No sólo estaba pendiente la reforma del Estado federal; también, urgía resolver de una vez un viejo embrollo, teóricamente menor pero en realidad una espina envenenada en el cuerpo político y social de Bélgica, que incluso había requerido la intervención del Tribunal Constitucional, con sentencia favorable a las tesis flamencas. Se trataba de la circunscripción electoral y partido judicial bilingüe de Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV), de la que el CD&V quería separar el distrito circundante de Halle-Vilvoorde (HV, 35 comunas), oficialmente neerlandófono y administrativamente parte de la provincia del Brabante Flamenco (que compone junto con el distrito de Lovaina), para convertirlo en circunscripción electoral flamenca e impedir así que 150.000 residentes francófonos, la mitad empadronados en seis comunas provistas de "facilidades lingüísticas", pero jurisdiccionalmente flamencos pudieran votar a candidatos y partidos francófonos activos en Bruselas y Valonia, y disfrutar de justicia en su lengua. El carácter bilingüe de BHV era una anomalía en Bélgica y la clase política flamenca quería ponerle fin.

Las cuestiones político-jurídicas más candentes quedaron postergadas y para colmo de males, en septiembre, estalló con furia insospechada una tormenta bancaria, ramificación nacional de la gran crisis financiera global, que obligó al Gobierno a nacionalizar el grupo Fortis, antes de venderlo al BNP Paribas, y a rescatar también con dinero público el banco Dexia para impedir las quiebras desordenadas de ambos. Leterme cayó el 19 de diciembre de 2008 luego de paralizar el Tribunal de Apelación de Bruselas la venta de los activos de Fortis al BNP. El 28 de diciembre el rey nombró un nuevo primer ministro en la persona de Herman Van Rompuy, dirigente del CD&V y hasta ahora presidente de la Cámara de Representantes, quien en menos de 48 horas puso en marcha un Gobierno con la misma composición pentapartita que el anterior. El PS retuvo sus tres puestos, con la salvedad de que en Pensiones salió Marie Arena y entró Michel Daerden.

Di Rupo encajó unos resultados mixtos en los comicios múltiples del 7 de junio de 2009. En las europeas, los socialistas obtuvieron el 29,1% de los votos en el colegio electoral francófono y les sacaron tres puntos a sus rivales reformistas, horquilla que sin embargo palidecía frente a los nueve puntos de diferencia anotados en la edición de 2004. En cuanto a las regionales, el PS no vio peligrar su mayoría simple en el Parlamento Valón, aunque perdió cinco de los 34 escaños ganados un lustro atrás, pero sufrió un revolcón en Bruselas-Capital, donde el MR volvió a mandar. La aritmética electoral permitió a Di Rupo, que el 23 de junio se dio de baja en la Cámara de Representantes al estrenar escaño en el Parlamento Valón, construir la "mayoría progresista" que tantas veces había acariciado en el pasado. El PS se convirtió así en la bisagra de un tripartito con el CdH y el Ecolo que vertebró los gobiernos de Valonia, la Comunidad Francesa y Bruselas-Capital; los dos primeros continuó presidiéndolos Rudy Demotte y en el tercero hizo lo propio Charles Picqué.


4. Primer ministro de Bélgica tras 20 meses de provisionalidad

El 19 de noviembre de 2009 Van Rompuy, que venía pilotando un Ejecutivo sólido concentrado en el capítulo presupuestario (tras arreglarse el conflicto Fortis-BNP-Estado y salir de la recesión económica, Bélgica afrontaba ahora un serio problema de déficit), fue elegido por los gobernantes de la UE para ocupar el nuevo puesto, instituido por el Tratado de Lisboa, de presidente del Consejo Europeo. Sólo seis días después Leterme estuvo de vuelta en la jefatura del Gobierno. Di Rupo mantuvo a sus tres lugartenientes ministeriales, pero no pudo dejar de recibir con inquietud el regreso de Leterme, cuyas aptitudes como gobernante eran claramente inferiores a las del hábil y sutil Van Rompuy, y que encarnaba el ala más reivindicativa del CD&V.

En efecto, la calma política intercomunitaria no tardó en desvanecerse al reponer los partidos flamencos sobre la mesa la segregación del distrito HV de la circunscripción BHV y, peor aún, plantearse un desacuerdo entre ellos. El 22 de abril de 2010, frustrado por la falta de progresos en las discusiones sobre la reforma de BHV, el Open-VLD, liderado por Alexander De Croo, se declaró fuera de la coalición. De inmediato, Leterme comunicó su dimisión al rey. Alberto II aceptó la renuncia y encargó al líder del MR, Didier Reynders, a la sazón viceprimer ministro y ministro de Finanzas, que emprendiera unas conversaciones de urgencia para intentar mantener a flote el Ejecutivo y evitar la convocatoria de elecciones anticipadas. La consternación se adueñó de la opinión pública valona: mientras la prensa francófona aventaba los pronósticos más pesimistas con titulares como Adiós, Bélgica y ¿Tiene sentido todavía este país?, Di Rupo no les anduvo a la zaga y valoró la abrupta dimisión de Leterme como "la situación más grave que ha vivido el país".

Las consultas desarrolladas por Reynders y en las que tomó parte Di Rupo resultaron infructuosas, tal que el PS y los partidos valones se resignaron a acudir al adelanto electoral en medio de un tremendo auge del nacionalismo en Flandes. En efecto, los comicios del 13 de junio de 2010 dieron un vuelco espectacular al paisaje político belga. Registro impensable hasta hacía bien poco, la N-VA de Bart De Wever, con un programa abiertamente soberanista que veía en la reforma constitucional descentralizadora un paso necesario para la escisión legal de Flandes a medio plazo, pasó a ser la primera fuerza política del país con el 17,4% de los votos y 27 representantes. El retroceso afectó a todos los partidos insider tradicionales, salvo el PS, que escaló a la segunda posición con el 13,7% y 26 escaños. La victoria de los socialistas en Valonia fue contundente, con amplias mayorías en Hainault, Namur y Lieja. En el Brabante Valón también subieron, pero no tanto como para desbancar al MR, que con todo sufrió un desplome en su gran bastión provincial.

El resultado electoral convirtió a Di Rupo en el líder indiscutible de la Bélgica francófona; más todavía, en la personalidad valona, quizá la única, que podía mantener a los flamencos anclados en la federación, aunque esta tuviera que transformarse en una suerte de confederación. Por de pronto, se impuso el tono posibilista en el discurso de las dos comunidades. De Wever tendió una oferta de negociación y Di Rupo asumió la necesidad de acometer una reforma estatal que satisficiera a todos. Las urnas, diagnosticó, habían demostrado que "una parte de la población flamenca quiere que el país evolucione. Si se quiere estabilizar el país, el PS actuará", afirmó el dirigente valón.

Se puso en marcha entonces el proceso de consultas multipartitas, más tortuoso de lo que nadie pudo imaginar entonces, encaminado a convertir a Di Rupo en el nuevo primer ministro de Bélgica. De lograrlo, el veterano político, que se acercaba a su sexta década de vida, sería el primer jefe de Gobierno socialista desde Edmond Leburton en 1973-1974 y el primero francófono desde Paul Vanden Boeynants, quien era bruselense, desde 1978-1979. Tácitamente, el jefe del partido más votado, De Wever, fue descartado por todos –empezando por él mismo, ya que no entraba en sus planes presidir un país por cuya disolución pactada apostaba- como candidato a primer ministro.

El 17 de junio el rey nombró a De Wever informateur con el fin de explorar las opciones de fraguar una coalición mayoritaria de gobierno. Si lo que se pretendía era asegurar la aprobación por la Cámara Baja de la reforma constitucional (que antes habría que definir y consensuar fuera del hemiciclo), la mayoría oficialista tendría que ser de dos tercios, es decir, disponer de al menos 100 de los 150 escaños. Para asegurar esa cuota, la N-VA y el PS precisaban tener como socios al CD&V, el CdH, el SP.A, el Ecolo y el Groen! (ex Agalev). Otra opción, numéricamente más simple, era incorporar al MR en lugar de los humanistas francófonos y los verdes de las dos comunidades, es decir, los cinco partidos más votados. Por el momento, el Open-VLD, vapuleado en las urnas, no mostró interés en seguir en el Gobierno. Sin manifestar sus preferencias por una u otra fórmula, Di Rupo se limitó a expresar su convicción de que las "mayorías de las dos comunidades" serían capaces de "alcanzar un compromiso razonable y un acuerdo institucional equilibrado".

El 8 de julio de 2010, concluida la labor informadora de De Wever sin ningún resultando tangible, Alberto II dio el paso de nombrar a Di Rupo pré-formateur. La adición del prefijo a la encomienda real dejó a las claras la cautela con que los cabezas de facción estaban conduciendo las conversaciones, conscientes de la extrema complejidad de las agendas en discusión.

Ciertamente, el líder socialista fue incapaz de llegar a un consenso de mínimos con la N-VA y el CD&V en el capítulo de la financiación de la Región de Bruselas-Capital y en el eterno conflicto de BHV. El 29 de agosto, frustrado, Di Rupo solicitó que le exonerara de la misión preformadora al monarca, pero este insistió en que siguiera intentándolo. Como último cartucho, Di Rupo propuso a los partidos flamencos la división de BHV y un esquema de transferencias a las regiones a cambio de una refinanciación compartida de Bruselas, región largamente deficitaria desde los acuerdos para la federalización del reino de 1993. El SP.A y el Groen! se mostraron conformes, pero democristianos y aliancistas rechazaron la oferta porque no apreciaban en ella una corresponsabilidad fiscal justa en la financiación de Bruselas y porque tampoco satisfacía su demanda de profundizar las autonomías financieras de Flandes y Valonia mediante la transferencia a las dos regiones de un buen bocado de lo que el Estado recaudaba por el impuesto sobre la renta.

El 3 de septiembre de 2010, sin más que proponer a los grupos de De Wever y Wouter Beke, Di Rupo arrojó definitivamente la toalla. Al fallar la tentativa del considerado como el único candidato creíble en estos delicados momentos, Bélgica se sumió en un atolladero político sin precedentes, más grave que el del período 2007-2008. Fue el comienzo de ocho meses de provisionalidad extra, a añadir a los tres transcurridos desde las elecciones y a los cinco desde la dimisión de Leterme, en los que Bélgica estuvo gobernada por un Gabinete meramente en funciones, dedicado a gestionar los asuntos diarios y privado de iniciativa legislativa para luchar contra los desbocados déficit (por encima del 4% del PIB) y deuda (camino del 100%, una de las tasas más altas de la UE) públicos.

Di Rupo, hombre-providencia de nuevo, iba a poner un punto y seguido a este sombrío período en mayo de 2011. Hasta entonces, los belgas, creyendo que ya lo habían visto todo en materia de funambulismo y bizantinismo políticos, vieron desfilar una cohorte de responsables partidistas con una misión real a sus espaldas, ninguno de los cuales fue capaz sacar las negociaciones del marasmo. Así, en estos ocho meses se desempeñaron sucesivamente los médiateurs Danny Pieters (N-VA) y André Flahaut (PS), el clarificateur De Wever, otro médiateur en la persona de Johan Vande Lanotte (SP.A), el informateur Reynders y un cuarto médiateur, Wouter Beke.

A finales de marzo de 2011 el público nacional acogió con una mezcla de sarcasmo, vergüenza e indignación la noticia de que su país había batido el récord mundial, hasta entonces ostentando por Irak, de período poselectoral sin Gobierno: 289 días. En diciembre anterior ya se había batido la plusmarca doméstica de desgobierno, los 194 días de 2007 (entre las elecciones generales de junio y la asunción del Gobierno interino de Verhofstadt), récord que a su vez había pulverizado el registro de los 148 días invertidos por Wilfried Martens para alinear su séptimo Gabinete en 1988.

El 16 de mayo de 2011 el interminable cabotaje belga regresó al puerto de partida. El rey volvió a confiar en la capacidad negociadora del líder del PS y, con el mandato de formateur, le encomendó la creación de un Ejecutivo con él al frente. El monarca, en lo que era secundado por todos los partidos, inclusive los flamencos, no quería recurrir a unas nuevas elecciones ante la previsible radicalización del paisaje político que podría salir de las mismas. A pesar de su intransigencia, De Wever no quería ni oír hablar de desintegración inminente de Bélgica, que era el espantajo que esgrimían muchos valones, porque su proyecto soberanista sólo le parecía viable como el resultado de un proceso gradual.

Di Rupo emprendió las rondas de contactos bilaterales con los dirigentes de todos los partidos involucrados en las negociaciones (N-VA, CD&V, MR, Open VLD, SP.A, CdH, Ecolo y Groen!). El 28 de mayo los suyos le reeligieron presidente del partido con el 96,7% de los votos. A continuación, el formateur no tuvo más remedio que suspender sus tareas debido a una intervención quirúrgica para extirparle un tumor benigno aunque doloroso en las cuerdas vocales, operación programada que le dejó sin habla durante una semana.

Tras esta corta convalecencia, Di Rupo retomó con brío el trabajo formador y el 4 de julio presentó al rey una "nota" de directrices como balance de lo discutido hasta ahora y que debía servir de base para un programa común de gobierno. Los principales puntos eran: el equilibrio del presupuesto nacional en los 22.000 millones de euros para 2015 merced a un recorte de gastos del 37% y a un aumento de ingresos del 27%; la escisión de BHV; la refinanciación de Bruselas, incluyendo la transferencia de nuevas competencias a la Región Capital; la ampliación de la autonomía fiscal de las regiones mediante la cesión de 10.000 millones de euros en la recaudación del impuesto sobre la renta; la transferencia a las regiones de las competencias sobre empleo, sanidad y asignaciones familiares por un valor de 17.300 millones; la reforma del mercado laboral para crear 250.000 empleos en cuatro años; y la reforma del Senado como órgano de representación de las regiones y las comunidades.

El plan, titulado Un Estado federal más eficaz y entidades más autónomas, estaba concebido para convencer al recalcitrante De Wever, pero el líder nacionalista flamenco insistió en que la batería de reformas ofrecida no era suficiente. Visto el panorama, el 8 de julio, Di Rupo comunicó al jefe del Estado el fracaso de su tarea formativa, pero Alberto II, comprensiblemente preocupado por la gravedad del bloqueo institucional, le pidió que perseverara en el cometido. Di Rupo tenía el respaldo de todos los partidos interlocutores, ocho (cuatro neerlandófonos y cuatro francófonos), salvo la N-VA, lo que le animó a lanzar la enésima ronda negociadora. Cambio fundamental que invitaba a aventurar el cierre de la crisis a corto plazo, Di Rupo consiguió que Beke se desdijera de su advertencia de que él no se sentaría en ninguna mesa que excluyera al líder de los aliancistas. En adelante, De Wever y su grupo quedaron marginados de las negociaciones.

En la noche del 14 de septiembre de 2011, culminando una ronda maratoniana, si no agónica, Di Rupo y los cabezas de facción llegaron a un "histórico" acuerdo que desatascaba la situación y abría la puerta a la conclusión de una crisis política que, algo inaudito, superaba de largo el año. El pacto cortaba el nudo gordiano del distrito HV, que sería desgajado de BHV salvo para los comicios al Senado y preservando las opciones de voto de los electores francófonos, unos 70.000, de las seis comunas de la periferia de Bruselas. Los francófonos de estas comunas con facilidades lingüísticas también podrían seguir teniendo acceso a la justicia y la Administración en su lengua, aun tratándose de ciudadanos de Flandes. En los otros 29 ayuntamiento de HV, donde vivían unos 80.000 francófonos, el monolingüismo holandés sería implantado a todos los niveles, incluido el electoral. Esta mudanza soliviantó al militante Frente Democrático Francófono (FDF) de Olivier Maingain, algunos de cuyos miembros pusieron a su paisano aspirante a primer ministro de "traidor".

El 25 de septiembre se dio otro paso fundamental con la conclusión de un acuerdo sobre la reforma de la ley especial de financiación de las entidades federadas, a fin de incrementar su autonomía fiscal. El 8 de octubre los partidos anunciaron un acuerdo global para la reforma de las instituciones federales.

Con estos mimbres, Di Rupo estuvo en condiciones de presentar el 13 de octubre una propuesta de Gobierno de coalición a seis que daba una mayoría absoluta de 96 diputados. Dejando fuera a las pequeñas formaciones ecologistas, vetadas expresamente por el Open-VLD, el próximo Gabinete Di Rupo era un modelo de equilibrio lingüístico e ideológico: cruzándose en este doble eje, convergían seis partidos que jugaban con los factores dos y tres: dos familias comunitarias (neerlandófonos y francófonos) de tres miembros cada una y tres familias ideológicas (socialistas, liberales y democristianos) de dos miembros cada una. Los medios saludaron la definición de un "tripartito tradicional", aunque para encontrar una fórmula semejante había que remontarse a 1980, cuando el efímero tercer Gabinete Martens, que reunió a los antepasados de los socios del presente (con la excepción del PS, el único que no había cambiado de nombre desde entonces).

Todo parecía listo para proceder al trapaso desde el Gobierno en funciones de Leterme, pero las negociaciones postreras, en torno a los supuestos flecos del acuerdo global, encallaron debido a las pegas del MR y el Open-VLD a determinados puntos del plan del presupuesto federal de austeridad para el trienio 2012-2014. El 21 de octubre, para estupefacción general y en mitad de una alarmante escalada de la prima de riesgo belga, que, contagiada por el descalabro de la periferia de la eurozona, se encaminaba rauda a los 300 puntos básicos, el líder socialista comunicó al rey su renuncia debido al "bloqueo de las negociaciones presupuestarias, sociales y económicas" que debían conducir a la formación del nuevo Gobierno.

A estas alturas de la crisis, Alberto II no podía admitir más salida que la instalación inmediata del Gobierno pregonado por el acuerdo el 14 de septiembre, así que solicitó al dimisionario que continuara adelante hasta completar su misión. La presión de los mercados de deuda soberana y la degradación crediticia de las agencias de calificación (Standard & Poor rebajó la nota de Bélgica un escalón, de AA+ a AA, con perspectiva negativa el 25 de noviembre, justo el día en que el diferencial del bono belga frente al alemán alcanzó el máximo nivel, los 360 puntos) fueron lo que definitivamente hizo entrar en razón a los partidos belgas, que por lo que se veía, y en esto no era la excepción el PS de Di Rupo, eran incapaces de dejar a un lado su mentalidad regionalista y pensar en clave sólo nacional.

El 26 de noviembre Di Rupo zanjó las discrepancias presupuestarias con los liberales: el objetivo de déficit para 2012, bajo las presiones de la Comisión Europea para que Bélgica acatara la disciplina fiscal que conlleva el Pacto de Estabilidad y Crecimiento so riesgo de sanción, quedó fijado en el 2,8% del PIB y en 2015 el equilibrio presupuestario tendría que ser una realidad. El 30 de noviembre el acuerdo final sobre el programa de gobierno, un prolijo documento de 185 páginas saturado de tecnicismos y letra pequeña, recibió el carpetazo de los exhaustos negociadores. El 3 y el 4 de diciembre las direcciones de los seis partidos involucrados dieron su conformidad a lo pactado por sus líderes.

Ya sólo quedaba definir el número de carteras ministeriales y su adjudicación, cuestión que se ventiló muy rápidamente. El 5 de diciembre Di Rupo desveló la composición de su Gabinete. De la docena de ministerios, el PS tomó dos, Asuntos Sociales y Salud, para Onkelinx, y Empresas Públicas, Política Científica y Cooperación al Desarrollo, para Magnette. El MR recibió tres, incluido Reynders, en Exteriores, dos cada uno el CD&V, el Open-VLD y el SP.A, y uno el CdH. Ninguno de los seis partidos se quedó sin un viceprimer ministro: Onkelinx por el PS, Reynders por el MR, Steven Vanackere por el CD&V, Vincent Van Quickenborne por el Open-VLD, Lanotte por el SP.A y Milquet por el CdH. La misma puntillosa paridad se aplicó a las seis secretarías de Estado. Siguiendo con la costumbre, el reparto se cuadró para que hubiera igual número de titulares francófonos y neerlandófonos. En la ecuación no entraba Di Rupo porque, según fuentes de los negociadores, el primer ministro era un político "lingüisticamente asexuado". La explicación no resultaba muy convincente, ya que el líder del PS, a diferencia de sus predecesores en el cargo, no era realmente bilingüe.

Sin perder un minuto, el rey dio luz verde al Gabinete y nombró primer ministro a Di Rupo. Al día siguiente, 6 de diciembre de 2011, cerrando una provisionalidad gubernamental que había durado la friolera de 540 días, Di Rupo y sus ministros prestaron juramento en el Castillo Real de Laeken. Al mismo tiempo, el PS nombró por unanimidad nuevo presidente del partido a Thierry Giet, hasta ahora jefe del grupo en la Cámara de Representantes. En la jornada posterior, el flamante jefe del Gobierno pronunció su discurso de política general ante la Cámara Baja del Parlamento, que el 10 de diciembre le otorgó la confianza por 89 votos contra 54.

(Cobertura informativa hasta 1/1/2012