Ali Jamenei

En la República Islámica de Irán, la máxima autoridad política y religiosa viene siendo, desde el fallecimiento en 1989 del Imán Jomeini, cuya doctrina ultraconservadora abandera con celo, el gran ayatolá y sayed Ali Jamenei, Líder Supremo y a la vez Guía de la ley musulmana, conforme al principio del Velayat-e Faqih o gobierno de los jurisperitos religiosos. Este modelo teocrático, incorporado en la Constitución, parte del supuesto de que el Rahbar es un experto en derecho islámico especialmente sapiente, cuyas decisiones han de ser acatadas por ciudadanos y creyentes.

Lo cierto es que nunca ha gozado de una aceptación plena de su liderazgo, ni el temporal ni el espiritual (el segundo, incluso menos), este clérigo de línea dura y raíces azeríes. Educado en las ciudades santas de Najaf y Qom, Jamenei destacó más como traductor literario que como teólogo. En la lucha contra el Sha se hizo confidente del ayatolá Jomeini, el cual luego le otorgó un destacado papel en la defensa armada e ideológica de la Revolución de 1979. Muy involucrado en la liquidación de los subversivos, en 1981, tras sufrir un atentado que lo dejó manco, fue elegido presidente de la Republica, el primero salido del clero shií, y ocho años después, a pesar de tratarse de un hojatoleslam -dignidad clerical inferior a la de ayatolá-, la Asamblea de Expertos le nombró Rahbar para suceder en esta posición al carismático Jomeini, quien previamente había defenestrado al otro aspirante al puesto, el gran ayatolá Montazeri.

El elenco de poderes del Rahbar es impresionante: es el jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, nombra al jefe de la Justicia, al Consejo para el Discernimiento y a la mitad del Consejo de Guardianes, ratifica la elección del presidente de la República y posee la última palabra en las cuestiones de calado. El Parlamento no puede fiscalizarle y solo la Asamblea de Expertos, en teoría, puede cesarlo. Los insultos o menosprecios a su persona se castigan con prisión. En suma, el Rahbar toca todas las palancas del Estado, es prácticamente invulnerable y de hecho tiene carácter vitalicio.

Jamenei ha sido el poder reaccionario que, de manera directa, exigiendo públicamente el fin de las "desviaciones" y las "ilegalidades", o bien indirecta, dejando que las fuerzas de choque del régimen invoquen su nombre a la hora de reprimir a los descontentos con grandes dosis de violencia, ha neutralizado las sucesivas olas de contestación popular de signo democrático. Así se vio en 1999, cuando la gran protesta estudiantil que preludió el canto del cisne del programa reformista del presidente Mohammad Jatami, torpedeado sin disimulos por el Rahbar a través de sus colaboradores, y más claramente en 2009, durante el Movimiento Verde contrario a la reelección presidencial de Mahmoud Mahmoud Ahmadinejad.

Estos y otros posicionamientos invalidan su insistencia en presentarse como una autoridad que está por encima de facciones y banderías. Desde los micrófonos o vía Twitter (por cierto, bloqueado en Irán), el oficiante de la plegaria de los viernes en Teherán vierte una cruda retórica antiestadounidense y antiisraelí, con abundantes advertencias que se tiñen de catastrofismo bélico y escatología shií. Su intransigencia en política exterior se ha visto matizada por la irrupción del Estado Islámico, mortal enemigo sectario, y por los avances en la negociación nuclear con Occidente, que Jamenei, ambiguo y receloso, "ni apoya, ni rechaza". Esgrime el derecho de Irán a tener "tecnología nuclear pacífica" y en 2005, supuestamente, prohibió con una fatwa la fabricación de bombas atómicas.


(Texto actualizado hasta diciembre 2015)

Hijo de ulema, estudió teología en la ciudad irakí de Najaf, uno de los centros sagrados del shiísmo, y cuando cumplió los 18 años se desplazó a la ciudad santa de Qom para estudiar en su madrasa o seminario teológico, donde tuvo como maestros a los ayatolás Jomeini, Borujerdi y Haeri, y donde aprendió los idiomas árabe y azerí. En 1962 y 1963 participó en la revuelta contra la reforma agraria del sha Mohammad Reza Pahlevi y, antes de regresar en 1964 a su localidad natal de Mashhad, cerca de la frontera afgana, sufrió varios arrestos, uno de los cuales le acarreó un período de prisión en Teherán. Estrechamente vigilado por la policía imperial, desde 1967 sufrió nuevas detenciones como sospechoso de simpatizar con la rebelión armada contra el sha, lo que no impidió que reanudara sus estudios en el seminario de su Mashhad natal.

En 1971 empezó a dar clases en la clandestinidad y en 1974 fue otra vez arrestado acusado de cooperar con la insurgencia de los Combatientes Sagrados del Pueblo (Mujahidin Jalq). Puesto en libertad en 1975, retomó sus clases de interpretación del Corán y el Hadith (o hadices, textos recopilatorios de los hechos y palabras del Profeta, que conforman la tradición islámica y complementan al Corán). En 1977 se disponía a establecer una organización nacional de clérigos cuando fue detenido y enviado como exiliado interior a Iranshahr, en el Beluchistán, una de las regiones más inhóspitas del país. En 1978 se unió en Mashhad a los activistas islámicos que buscaban el derrocamiento del sha y en febrero de 1979, con el triunfo de la Revolución, marchó a Teherán para ponerse al servicio de Jomeini, quien le acogió en su círculo íntimo de allegados.

Jamenei entró a formar parte del Consejo Central de la Sociedad del Clero Combatiente de Teherán (Jame-ye Rowhaniyat-e Mobarez-e Tehran, JRM), de la Fundación de los Oprimidos y del Consejo de la Revolución Islámica (CRI) el 18 de agosto, fecha en que fue nombrado también viceministro de Defensa. El 1 de diciembre de 1979 se convirtió en comandante del Cuerpo de Guardianes de la Revolución, los Pasdarán, y cinco días después en representante del CRI ante el Ministerio de Defensa. Hasta que dimitió al frente de los Pasdarán, el 25 de febrero de 1980, Jamenei ejerció su autoridad sobre la fuerza de choque y el brazo ejecutor, por encima de legalismos y directamente sobre el terreno, de las disposiciones rigoristas de la jerarquía shií. Además, el 19 de enero de 1980 Jomeini le encomendó la plegaria de los viernes en Teherán, labor que siguió desempeñando hasta 1989. La confianza del gran ayatolá en él no mermó cuando en 1981 su cuñado huyó a Irak y empezó a difundir por radio proclamas subversivas.

Uno de los dirigentes más destacados y combativos del Partido Republicano Islámico (PRI), puesto en marcha el 29 de febrero de 1979, en sus listas Jamenei fue elegido diputado por Teherán a la Asamblea Consultiva Islámica (Majles-e Shora-e Islami) o Parlamento en los comicios legislativos de mayo de 1980. El hecho de estar hospitalizado como consecuencia del atentado, que a punto estuvo de matarle y que le dejó la mano derecha inutilizada, sufrido el 27 de junio de 1981 mientras pronunciaba un sermón, le salvó probablemente de la acción terrorista, mucho más grave, que tuvo lugar al día siguiente, cuando una explosión en la sede del PRI mató a su secretario general, el ayatolá Mohammad Beheshti, considerado la segunda personalidad del régimen, y a otros 71 miembros de la plana mayor del partido.

Tras recuperarse de sus heridas, Jamenei se rodeó de una aureola de mártir y su influencia recibió un impulso adicional cuando el 30 de agosto fueron el presidente de la República, Mohammad Ali Rajai, y el primer ministro y sucesor de Beheshti al frente del PRI, Mohammad Javad Bahonar, quienes perdieron la vida a manos de la entonces vigorosa oposición islamista de izquierda, representada por los Mujahidín del Pueblo. Esta escalada de audaces golpes contra el corazón de un régimen cada vez más dictatorial y represivo no consiguió, empero, desmoronarlo, debido a la dirección férrea de Jomeini y a su vasta implantación popular. Los Mujahidín del Pueblo, que hacían una interpretación radical y socializante del shiísmo, desataron el ataque frontal contra el poder en el contexto del arrinconamiento definitivo de los sectores de la Revolución laicos e islámicos no teocráticos, cuyo máximo represente, Abolhasan Bani-Sadr, había sido destituido de la Presidencia de la República en vísperas de la oleada de atentados.

Jamenei fue nombrado el 5 de septiembre secretario general del PRI -puesto que mantuvo hasta que Jomeini lo disolvió en junio de 1987 a petición suya, al constatar que se había convertido en una mera agrupación de diversas fracciones enemistadas entre sí- y su candidato para las elecciones presidenciales del 2 de octubre de 1981, de las que habría de salir el sustituto de Ali Rajai. Su victoria arrolladora con el 95% de los votos certificó la imposición total de los sectores clericales conservadores, que en los primeros tiempos de la Revolución tuvieron de compartir el poder con las fuerzas laicas y liberales. Jamenei se convirtió además en el primer presidente religioso de la República, ya que Bani-Sadr y Ali Rajai, aún ideológicamente contrapuestos, compartían la condición de seglares. Como presidente, un puesto que con Jomeini en vida presentaba una relevancia bastante limitada, Jamenei fue el portavoz del régimen en sus diatribas contra Occidente en general y contra Estados Unidos en particular, referido invariablemente como el "Gran Satán".

Asimismo, como representante de Jomeini ante el Consejo Supremo de la Defensa (desde el 12 de mayo de 1981), y luego como presidente del mismo y de su equivalente para el Apoyo del Esfuerzo de Guerra, Jamenei enardeció la combatividad de los pasdarán y recordó el carácter de jihad de la guerra contra Irak (septiembre de 1980 a agosto de 1988), cuando cobraban auge las voces pacifistas ante el aterrador coste en vidas de las ofensivas en masa, que implicaban a cientos de miles de soldados regulares y pasdarán. Concluido su primer mandato cuatrienal, Jamenei optó a un segundo y definitivo en las elecciones del 16 de agosto de 1985, que ganó con el 85,6% de los sufragios.

Aparte sus cometidos en el frente bélico, en los cuatro años siguientes simultaneó la jefatura nominal del Estado con puestos como los de miembro de la Universidad Islámica Abierta, presidente del Consejo Supremo de la Revolución Cultural, miembro del Consejo de Políticas de Reconstrucción (formado tras el alto el fuego con Irak) y, en abril de 1989, miembro de la Comisión para la Reforma de la Constitución, a fin de reforzar las atribuciones presidenciales con la dotación de plenos poderes sobre el Consejo de Ministros (hasta el 3 de agosto de 1989, fecha en que se abolió el puesto, Mir Hossein Mousavi ejerció de primer ministro).

En marzo de 1989 Jamenei aparecía, a falta de un pronunciamiento expreso de Jomeini, como el delfín oficioso del fundador de la Revolución, luego de caer en desgracia el ayatolá Hossein Ali Montazeri, quien había gozado en apariencia de aquella condición desde 1985. Cuando Jomeini falleció el 3 de junio de 1989, la nunca del todo aclarada cuestión sucesoria la resolvió la Asamblea de Expertos (Majles-e Jobregan) con la designación de Jamenei, con carácter vitalicio, como nuevo Guía de la ley religiosa (Vali-ye faqih) y Líder Supremo (Rahbar-e Moazam), y del presidente del Parlamento, Ali Akbar Hashemi Rafsanjani, como presidente de la República, quien demoró la toma de posesión hasta el 17 de agosto. Dado que no era una autoridad teológica principal, Jamenei, hasta entonces un hojatoleslam, fue promovido el 4 de junio a ayatolá, dignidad superior del clero shií que significa gran signo de Dios.

De acuerdo con la Constitución de diciembre de 1979, Jamenei, en tanto que Rahbar, es la máxima autoridad de la República en la esfera política, pero, en puridad, no en la religiosa, ya que la supremacía en el campo espiritual y de paso en la jerarquía del clero shií recae en un gran ayatolá dignificado como objeto de emulación (Marja-e taqlid). Este fue el caso de Jomeini, pero no lo ha sido el de Jamenei, sobre quien operó la revisión constitucional de 1989, una de cuyas novedades estipulaba que las condiciones de marjá y rahbar no tenían porqué coincidir en una misma persona. Ello no quita para que Jamenei sí ejerza como la suprema autoridad religiosa en tanto que Vali.

El principio político del liderazgo del Rahbar se sustenta en el sistema creado por Jomeini (aunque no es admitido por varios ayatolás, tanto los partidarios de la separación clara de las esferas temporal y espiritual, como los que propugnan la teocracia pura) del Velayat-e Faqih o Gobierno de los expertos en la ley islámica, por el que los jurisperitos religiosos tienen la potestad de pronunciarse, y de regir en la práctica, sobre asuntos civiles y en el que el Rahbar es considerado un mojtahed, esto es, un experto en la Ijtihad o el Derecho canónico del Islam capacitado para ejercer la jurisprudencia (Fiqh), especialmente sapiente.

Jamenei es, además, comandante supremo de las Fuerzas Armadas y nombra a seis de los doce miembros del Consejo de Guardianes de la Constitución (Shora-ye Negahban-e Qanun-e Assassi), órgano constitucional de una importancia decisiva, pues verifica el espíritu islámico de las leyes y decide sobre la elegibilidad de los candidatos al Parlamento y a la Presidencia. También nombra el jefe de la Justicia, quien somete al Parlamento la lista de clérigos para completar la composición del Consejo de Guardianes. El Rahbar no es criticable y todo insulto o menosprecio a su persona es punible como delito.

Como quedó dicho, Jamenei nunca ha gozado de las ilimitadas prerrogativas que tuvo Jomeini, que en vida fue popularmente aclamado como el imán esperado por los fieles shiíes desde la ocultación del duodécimo imán, Muhammad ibn-Hassán, Al Mahdi, en 874; de hecho, la Constitución exclusiviza el imanato en la persona de Jomeini. Más aún, los maestros de Qom cuestionaron discretamente desde el primer momento la capacidad de Jamenei para ejercer de guía, ya que, en su opinión, la dignidad de ayatolá le fue conferida por requerimiento político y no por sus méritos como teólogo o como jurista canónico. Así, sólo nueve días después de la promoción de Jamenei, el casi centenario gran ayatolá Mohammad Ali Araki fue elegido marjá, y cuando éste falleció el 29 de noviembre de 1994, Jamenei era tan sólo uno más de los candidatos a sucederle en el marjayato, que con las muertes también de los grandes ayatolás Abolqasem Al Joei (agosto de 1992) y Mohammad Reza Golpayegani (diciembre de 1993) había quedado vacante.

Jamenei, que se inhibió pronto de este postulado, no figuraba precisamente entre los favoritos y, de hecho, recibió más apoyos de la comunidad de fieles del exterior (de entre los adeptos de la rama Izna Ashari, o duodecimanos), que es mayoritaria entre los shiíes y que erróneamente se suele generalizar o circunscribir a Irán e Irak) que en su propio país. Ahora bien, el hecho de que como dirigente islámico Jamenei, aun no siendo un marjá, pueda en teoría hacer prevalecer su jurisdicción absoluta (velayat-e motladeq) sobre los pronunciamientos de cualquier jurista islámico, no importa su rango religioso, alimenta la confusión sobre dónde empiezan y dónde acaban las competencias civiles y religiosas en Irán.

En los primeros años del liderazgo de Jamenei, él mismo se consideraba una figura por encima de las fracciones políticas del régimen -un término para identificar las distintas sensibilidades islámicas que no le agradaba-, pero hacia 1990 Jamenei abandonó su neutralidad y empezó a criticar los intentos de Rafsanjani de tender puentes a los países occidentales y de aplicar reformas modernizadoras de especial calado económico, advirtiéndole contra el relajo del celo religioso y de la intransigencia en política exterior.

Rafsanjani intentó marginar a las voces de la derecha más estridentes, pero en agosto de 1992 hubo de plegarse a las exigencias de Jamenei. A partir de este momento, el poder de Rafsanjani declinó a la par que creció el de Jamenei, quien por primera vez hizo profesión plena de su condición de Rahbar. Dispuesto a no sufrir merma en su autoridad vigilante y arbitral, Jamenei apoyó explícitamente a Ali Akbar Nateq-Nouri, presidente del Parlamento y conocido dirigente del ala conservadora que representan el grupo de diputados de la JRM, en las elecciones presidenciales del 23 de mayo de 1997. Cuando éstas fueron ganadas por el aperturista Mohammad Jatami, considerado el continuador de Rafsanjani y muy popular entre amplias capas de la población, pero inquietante para el alto clero político por sus promesas de liberalización y de reforma, Jamenei se apresuró a marcarle los límites de su actuación, sugiriéndose entonces la adopción de algún tipo de pacto de convivencia.

De una manera más ostensible que en los años de Rafsanjani, Jamenei ha frenado las reformas que Jatami ha intentado aplicar, si bien formalmente las iniciativas obstruccionistas contra los proyectos de ley y los nombramientos para puestos clave con signo liberal han sido dirigidas por los diputados de la JRM, en un contexto de pluralismo parlamentario que -naturalmente, dentro del marco no democrático y apartidista- da cauces a un debate interno insólito en repúblicas de Oriente Próximo que se declaran laicas y donde el sistema de partido único o hegemónico asegura el monolitismo.

Durante la violenta protesta estudiantil de julio de 1999, fruto de la frustración popular por la lentitud o la suspensión de las reformas de Jatami y que constituyó la más seria exigencia de democracia desde la proclamación de la República Islámica, Jamenei llamó a reprimir por la fuerza a los "desviacionistas", si bien cuando los desmanes represivos amenazaron con llevar el país al caos, hizo un llamamiento a la calma y calificó de "irresponsables" a sus seguidores que, con su contribución al desorden, habían "herido el corazón del guía". Sofocado sin contemplaciones por los pasdarán y las fuerzas de seguridad, el movimiento prodemocracia tocó a su fin cuando un millón de personas se echaron a la calle con retratos de Jamenei y Jomeini y al grito "al menor signo del guía, intervendremos". Más explícitas han sido otras actuaciones suyas, como la desautorización, el 16 de enero de 1998, de la oferta de diálogo lanzada por Jatami a Estados Unidos, o el veto, el 6 de agosto de 2000, a una iniciativa de los diputados reformistas para liberalizar la ley de prensa.

Esposo y padre de seis hijos, Jamenei ha escrito varios libros sobre el papel histórico del Islam y ha traducido al persa algunas obras en árabe. Entre sus obras se citan (títulos traducidos al español): El papel de los musulmanes en la independencia de India, Norma general del pensamiento islámico en el Corán, Sobre la paciencia, Entender el Islam correctamente y Biografía del Imán Sadiq, así como Nuestra postura, que escribió en colaboración con el ayatolá Beheshti, el hojatoleslam Rafsanjani y Mohamamd Javad Bahonar.

(Cobertura informativa hasta 1/4/2001)