Manmohan Singh

El decimotercer primer ministro de India nació en el seno de una familia pobre y de confesión sij procedente de la parte occidental, hoy en Pakistán, de la región de Punjab, entonces una provincia colonial de la India Británica regida por un gobernador nombrado por Londres, pero que hasta 1849 había tenido un dirigente autóctono, un maharajá sij. El apellido Singh, extendidísimo en la península indostánica y en la diáspora internacional (sólo en Estados Unidos los residentes con ese patronímico se aproximan a los 30.000), es compartido con muchos hindúes, pero los sijs lo portan casi universalmente como una suerte de sobrenombre y como un distintivo de su fe; en el idioma punjabí singh adquiere el significado de león.

En el mosaico racial y religioso de India, y entre la inmigración asiática en Occidente, los sijs varones se identifican de manera inconfundible por sus espesas barbas y una indumentaria que incluye el característico turbante ahusado o dastar, el cual oculta una larga caballera enrollada -que, en el caso de los sijs más piadosos, jamás habrá conocido la tijera del peluquero- y que en determinadas circunstancias es intercambiable por un cubrecabezas de paño más sencillo, el patka. Considerados un pueblo emprendedor, orgulloso de sus especificidades culturales y religiosas y, a diferencia de los hindúes de muchas regiones de la península, de carácter no sumiso o quietista, los sijs fueron reclutados por miles por el Ejército británico como tropa de choque en sus campañas militares en Asia y Europa. Con un criterio etnológico arbitrario, los militares de la metrópoli identificaron a los sijs como una de las “razas marciales” de India.

Los Singh eran naturales de Gah, un villorrio rural que hoy forma parte del distrito pakistaní de Chakwal, entre Islamabad y Lahore. Aunque los documentos oficiales indios prefieren pasar de puntillas sobre los orígenes “pakistaníes” del nuevo primer ministro y sitúan su patria chica en la “India no dividida”, antes de la traumática partición del virreinato británico que alumbró el nacimiento de los estados independientes de India y Pakistán en agosto de 1947, la prensa del país vecino aporta documentación que demuestra el paso del muchacho entre 1937 y 1941 por la escuela pública de primaria de Gah, sin lugar a dudas su lugar de nacimiento. Estas fuentes periodísticas pakistaníes aseguran también que el padre era un zapatero remendón de los kohli, una subcasta de los kshatriyas (en el hinduismo tradicional, los kshatriyas, ligados a la milicia y la administración, componían el segundo estrato de la jerarquía social), un dato que se desprende también de las divulgaciones de algunas cabeceras de prensa indias, que nombran al padre y a un hermano del político con los apellidos Singh Kohli. Sin embargo, este segundo apellido, que arroja dudas sobre la filiación sij e introduce un aspecto hinduista en su currículum, no es reconocido por el interesado.

Otros dos primeros ministros de India, Gulzarilal Nanda (1964 y 1966, en funciones) e Inder Kumar Gujral (1997-1998), también eran punjabíes oriundos del otro lado de la frontera, si bien de religión hindú. Singh es, por tanto, el primer jefe de Gobierno indio de confesión sij, de hecho, el primero no hindú, en tanto que Zail Singh estableció el mismo precedente en la otra institución del Ejecutivo nacional, la Presidencia de la República, entre 1982 y 1987. Sobre el sijismo es necesario recordar que se trata de la quinta religión mundial con 23 millones de practicantes, 20 de los cuales viven en India y se concentran a su vez en el estado de Punjab, donde representan el 60% de la población. Como consecuencia de los masivos trasiegos demográficos y los pogromos intercomunitarios de 1947, en la provincia homónima de Pakistán apenas constituyen el 2% de la población. De los 1.065 millones de habitantes con que hoy cuenta India, únicamente el 1,9% es sij, siendo así que los cristianos les superan levemente.

Esta fe de rasgos sincréticos pero con características que la convierten en una religión revelada singular e independiente, fue fundada por el gurú Nanak a finales del siglo XVI tomando el carácter único e irresistible de Dios, ya se llamé Alá o Brahma, propio del Islam, y conceptos centrales del hinduismo como son el karma, el ciclo de reencarnaciones del alma humana y el carácter inane del mundo material o maya. El adepto sij aspira a una aproximación mística a Dios mediante la devoción diaria (bhakti), cuyas expresiones más intensas son el pensamiento sobre el ser supremo y la repetición incesante de su nombre.

También, rechaza el sistema de castas del hinduismo y cualquier forma de “comportamiento ilógico” (peregrinaciones, abluciones, sacrificios, ritos funerarios, adoración de imágenes e iconografía religiosa), asume la igualdad y la fraternidad entre todos los hombres, no precisa de ningún sacerdote u oficiante para la práctica religiosa (no existe, por tanto, una clase clerical) y se somete a una disciplina ética y moral que apuesta por los valores positivos, la vida familiar, el desapego de los bienes materiales, la abstinencia del alcohol o el tabaco, y el trabajo profesional atento a las necesidades de la comunidad. El sijismo cree que la salvación después de la muerte consiste en librarse de la fatalidad causal del karma, en despojar al alma de su aspecto individual y en permitir su absorción por el único ser verdaderamente real, Dios, aunque no niega la existencia de otras vías salvíficas del hombre en el seno de distintas religiones.

En los informes biográficos facilitados por medios políticos y periodísticos indios no se aclara en qué momento Singh y sus familiares se trasladaron a vivir a India, concretamente a Amritsar, la capital espiritual del sijismo por erigirse allí el Templo Dorado, construido por los gurús que sucedieron a Nanak y que custodia el Libro Sagrado con las enseñanzas de los fundadores de la fe (en tanto que la capital política, Lahore, fue adjudicada por los planificadores de la independencia a Pakistán), aunque cabe suponer que aquello sucedió en el año, fausto y terrible a la vez, de 1947, cuando 10 millones de hindúes, musulmanes y sijs se cruzaron en el mayor desplazamiento de población de la historia contemporánea para huir de las violencias sectarias y nacionalizarse en el país que salvaguardara a su religión.

Así, este éxodo gigantesco, ya de por sí dramático, estuvo acompañado del exterminio masivo de miembros de las tres comunidades a cargo de hordas de fanáticos, con un balance no inferior al medio millón de asesinados, amén de marcar el prólogo de dos nuevas desgracias, el estallido de la guerra con Pakistán por el territorio disputado de Cachemira, vecino del Punjab en su frontera norte, y el asesinato del padre espiritual de la independencia de India, el mahatma Gandhi.

Las fuentes informan que hacia 1948 Singh realizó con éxito sus exámenes de matriculación en la Universidad del Punjab, sin especificar qué centro de la red de una prestigiosa institución académica que quedó desgarrada como el resto del país, aunque todo indica que se trató del college de Chandigarh, que hasta el año anterior había dependido de la casa madre en Lahore. En esta ciudad al norte de Delhi, el Estado indio puso en marcha en 1956 su propia Universidad Panjab (aunque ambas grafías, Punjab y Panjab, suelen usarse indistintamente para hablar de la región histórica y de las actuales entidades subestatales, en India se denomina así a su universidad para diferenciarla de la Universidad del Punjab que sigue funcionando en Pakistán).

En 1952 el joven obtuvo la diplomatura en Economía y continuó estudiando en Chandigarh hasta terminar la carrera al cabo de dos años. En 1957 marchó al Reino Unido para obtener la licenciatura en Economía por el St. John's College de Cambridge y el doctorado por el Nuffield College de Oxford, ya en 1962 y con una importante experiencia docente a sus espaldas. Un año más tarde, en 1963, encabezó la cátedra de su departamento en la Universidad Panjab y alcanzó el primer hito de una carrera como profesor de Economía y Comercio Internacional que, prolongada en la afamada Escuela de Economía de la Universidad de Delhi y aderezada de nociones que en aquel momento resultaban heterodoxas para la opinión mayoritaria de las élites políticas y el conjunto de la sociedad, le convirtió en una celebridad en ambientes intelectuales y económicos de dentro y fuera de las aulas.

Su libro Las tendencias exportadoras de India y las perspectivas del crecimiento autosostenido, editado por un sello londinense en 1964 y que de hecho era su tesis doctoral, contenía una crítica al modelo desarrollista socializante escogido por el Gobierno federal que dirigía el Partido del Congreso o Congreso Nacional Indio (INC), cuyo líder histórico, Jawaharlal Nehru, falleció ese mismo año y abrió el camino a la sucesión por su hija, Indira Gandhi, tras un interregno de dos años guiado por otro de los dirigentes del INC, Lal Bahadur Shastri. En aquel ensayo y en otros libros y artículos de la copiosa bibliografía que iba a producir, Singh vertía objeciones al proteccionismo aduanero, los planes quinquenales de inspiración soviética y la omnipresencia del Estado en la economía como agente regulador de los flujos de capital y de la oferta y la demanda internas de bienes y servicios, en detrimento del endeble sector privado y el sector exterior.

Identificado, por tanto, como un pionero, por de pronto sólo en el terreno de la teoría, del liberalismo económico en esta parte de Asia, a lo largo de la década de los sesenta Singh continuó impartiendo clases y publicando trabajos, pero sus servicios de experto empezaron a ser reclamados desde las instituciones de la ONU y del propio Estado indio. Entre 1966 y 1969 trabajó en Nueva York como alto funcionario de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (CNUCED, o UNCTAD), en 1971 fue contratado como consultor por el Ministerio de Comercio Exterior de su país y un año más tarde fue nombrado jefe del equipo de asesores económicos del Ministerio de Finanzas.

En noviembre de 1976 hizo el salto a la alta función financiera del Estado como director del Banco de Reserva de India (RBI) a la par que director también del Banco de Desarrollo Industrial (IDBI), dos posiciones que le reportaron una profusa experiencia internacional, siendo numerosas sus jefaturas de delegación nacional en reuniones y conferencias bilaterales con los países socios o multilaterales en los ámbitos de la cooperación Sur-Sur y la Commonwealth, así como en las juntas de gobernadores de los organismos de crédito. Cuando en marzo de 1977, el INC, por primera vez desde la independencia, perdió las elecciones generales y la oposición conservadora que lideraba el nuevo Partido Popular (Janata Party, JP) de Morarji Desai, un tránsfuga del oficialismo, capitalizó el agudo descontento popular que habían generado las maniobras autoritarias de Gandhi para perpetuarse en el poder y, por ende, se hizo con las riendas del Ejecutivo, Singh no sólo quedó confirmado en sus dos jefaturas bancarias sino que además fue integrado en el flamante Gobierno de Desai como secretario del Departamento de Asuntos Económicos del Ministerio de Finanzas.

En enero de 1980 la experiencia gubernamental del JP, en realidad una federación de partidos de lo más heterogénea e incapaz de ahuyentar las divisiones internas, tocó a su fin con el retorno triunfal al poder del INC y Gandhi por veredicto de las urnas. Sin solución de continuidad, Singh fue removido de sus puestos directivos y rebajado a uno meramente burocrático, una membresía en el Secretariado de la Comisión de Planificación Económica. Sin embargo, en septiembre de 1982 el Gobierno de Gandhi volvió a acordarse de él y le otorgó un asiento con más lustre, en la junta de gobernadores del Banco de India.

1984 fue un año dramático en la historia de India y en particular para la comunidad sij. El 6 de junio, culminando una escalada de violencia sectaria en el Punjab entre extremistas sijs y ultranacionalistas hindúes de extrema derecha, el Ejército lanzó una vasta operación antiterrorista, llamada Bluestar, contra el Templo Dorado de Amritsar, donde se habían hecho fuertes cientos de separatistas sijs armados; el asalto derivó en una batalla a muerte en la que perecieron cerca de 500 sijs, entre ellos los dirigentes políticos separatistas, y menos de un centenar de soldados.

En los ambientes sijs radicalizados que exigían la segregación del Punjab como un Estado independiente con el nombre de Jalistán, la matanza de Amritsar fue encajada como un crimen de proporciones blasfemas, al haberse derramado sangre en un recinto sagrado. En este clima de odio y de afanes de venganza aconteció, el 31 de octubre, el asesinato de la primera ministra a manos de dos miembros sijs de su escolta personal. El magnicidio de Gandhi convulsionó terriblemente el país asiático, que fue succionado por una espiral de crímenes revanchistas en los que perdieron la vida cerca de 3.000 sijs de toda edad y condición en Nueva Delhi y otras ciudades. Rajiv Gandhi, primogénito de Indira, fue designado por el INC nuevo líder del partido y primer ministro.

Singh fue testigo silencioso de las difíciles vicisitudes por las que atravesó su comunidad. Nombrado en enero de 1985 vicepresidente de la Comisión de Planificación Económica, el economista fue acercándose progresivamente a las filas del INC, cuyo máximo rival político en el Punjab era una fuerza confesional sij, si bien moderada, pacifista y leal con las instituciones federales, el Partido Religioso Akali (Shiromani Akali Dal, menos conocido por su sigla SAD). El Akali Dal venía encabezado el Gobierno punjabí desde 1967, a excepción de los períodos 1972-1977 y 1980-1983. Su líder, Harchand Singh Longowal, fue asesinado por sijs extremistas en agosto de 1985 tras haber firmado con Gandhi un acuerdo de convivencia.

Lo que siguió a este nuevo magnicidio fue un empeoramiento progresivo de la revuelta de los sijs secesionistas y la multiplicación de los asesinatos sectarios, induciendo a las autoridades de Nueva Delhi en mayo de 1987 a decretar en el Punjab la administración presidencial directa, lo que supuso la disolución del Gobierno y la Asamblea estatales. Poco después, Singh se convirtió en comisionado del Gobierno federal en el Sur y el Movimiento de Países No Alineados le confirió la Secretaría General de su Comisión Sur, con sede en Ginebra y siendo su responsable el ex presidente tanzano Julius Nyerere.

En diciembre de 1990, el entonces primer ministro federal, Chandra Shekhar, jefe de una facción disidente del izquierdista Partido Popular (Janata Dal, JD) y cabeza circunstancial del Frente Nacional que había desalojado al INC del poder a raíz de las legislativas del año anterior, le tomó a su servicio como asesor en Asuntos Económicos. Como había sucedido en la década de los setenta con el JP, el experimento gubernamental del Frente Nacional no prosperó y tuvieron que convocarse elecciones legislativas anticipadas para mayo de 1991. Singh aceptó convertirse por cuenta del INC en miembro del Rajya Sabha o Cámara de los Estados (alta) del Parlamento, proceso que está sustraído al sufragio popular y que resuelven los diputados de las asambleas de los estados y territorios, y a tal fin, en marzo, se despidió como asistente de Sekhar.

El proceso electoral fue estremecido el 21 de mayo por el asesinato en Tamil Nadu de Gandhi, que se disponía a recuperar la jefatura del Gobierno, en un atentado terrorista cometido por extremistas tamiles indios o srilankeses. Pamulaparti Venkata Narasimha Rao fue el reemplazo de emergencia del INC para asumir su liderazgo y conducirle a la victoria, como así fue, aunque no por mayoría absoluta. El 21 de junio tomó posesión el Gobierno minoritario de Rao y en él Singh, que, sin sorpresas, había ganado el escaño senatorial, recibió la cartera de Finanzas, alcanzando el punto más alto hasta la fecha en su carrera de sirviente público, que entraba ahora en una etapa propiamente política.

El Gobierno congresista heredaba una situación económica muy preocupante: India era presa del fenómeno pernicioso de la stagflation, o inflación sin crecimiento, de unos abultados déficits en las balanzas de pagos y comercial debido a la penuria de inversiones foráneas y a la reciente escalada en los precios del petróleo –que India ha de importar en buena parte- como consecuencia de la crisis de Kuwait, y de un superendeudamiento interno y externo. En su discurso de estreno ante el Parlamento, Singh no se anduvo por las ramas en su diagnóstico del presente estado de cosas y afirmó: "el país está al borde del precipicio, y no hay tiempo que perder".

Nada más posesionarse de su despacho, desde el que iba a gobernar como una especie de co-primer ministro para la economía y las finanzas mientras que Rao, un estadista no carismático y de proceder cauteloso, se centraba en el orden político interno (violentamente sobresaltado ahora por las agitaciones de los ultranacionalistas hindúes en Uttar Pradesh y el separatismo musulmán en Cachemira, en tanto que el terrorismo sij en el Punjab remitía a ojos vista, permitiendo a Nueva Delhi restaurar las instituciones políticas del estado en febrero de 1992, aunque ahora llevando las riendas la rama local del INC) y en las relaciones internacionales, Singh relanzó el diálogo crediticio con el FMI y el Banco Mundial para obtener ayudas de contingencia que detuvieran el peligroso descenso de las reservas de divisas al tiempo que, y, lógicamente, en relación directa con lo anterior, ordenaba un ajuste estructural.

En el lustro siguiente, Singh, un admirador confeso de Margaret Thatcher (con la que se entrevistó en varias ocasiones), se distinguió como el artífice de las políticas económicas de aperturismo y liberalización que supusieron el abandono definitivo del Swadeshi, concepto de tintes autárquicos, caro a los sectores tradicionalistas del INC, que apostaba por la confianza en los recursos y las capacidades domésticas del desarrollo, y el tránsito de un sistema con acentos dirigistas a otro más desregulado, con un peso creciente del sector privado y animoso de integrarse en los mercados internacionales, luego menos acomplejado ante los imperativos del capitalismo y la globalización en curso.

Blanco de ataques de los partidos de izquierda y de los sindicatos, que le acusaron de lanzar reformas que únicamente beneficiaban a las rentas altas, al final del período Singh defendió una gestión cuyo logro más visible fue el salto en la evolución del PIB, desde un paupérrimo 1,5% en 1991, tasa inferior al crecimiento demográfico, hasta un respetable 6,2% en 1995. A este comportamiento positivo contribuyeron todos los sectores y muy en especial la industria. Con todo, si se comparaban con las tasas de crecimiento de los países vecinos del sudeste asiático y de China, las cifras indias del 5% o el 6% anuales no tenían nada de excepcional. El ministro de Finanzas consiguió también ahuyentar el espectro de la suspensión de pagos, que rondó al Estado indio a finales de 1990 y principios de 1991, pero a mediados de la década, con una deuda externa total rayana en los 100.000 millones de dólares, el gigante asiático continuaba siendo el tercer país en desarrollo más endeudado del planeta después de Brasil y México.

Los estudios sociales mostraron un frenazo en la reducción de la pobreza, campaña que había tenido resultados sobresalientes en la década de los ochenta, y ello estuvo ligado a las dificultades para domeñar las alzas en los precios. En ocasiones, Singh pareció dar prelación a la política monetaria restrictiva frente al estímulo de la producción, y otras veces fue al contrario. La inflación tuvo una ligera tendencia a la baja, pero no se libró de repuntes trimestrales que fueron achacados a la volatilidad de los precios de productos agrícolas básicos. La inflación para el conjunto de 1995 a duras penas abandonó los dos dígitos, si bien en mayo de 1996 la tasa interanual estaba constreñida al 5%.

En un sentido general, entre 1991 y 1996 India avanzó decisivamente en la desregulación financiera (por ejemplo, el capital extranjero recibió luz verde para especular en el mercado bursátil), la flexibilización del control de cambios, la convertibilidad parcial de la rupia, la abolición de las licencias de importación y la reducción de los aranceles para los bienes entrantes. Se practicó también una campaña de privatizaciones, de alcance limitado, y se simplificó el sistema fiscal. Dado su insospechado potencial de negocios y de consumo a cargo de una clase media cada vez más abundante y de un sector productivo en auge, India se convirtió en un país a tener en cuenta por empresas y bancos de la Unión Europea, Estados Unidos, Japón y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Finalmente, toda vez que el Gobierno fracasó una y otra vez en contener el exagerado déficit fiscal, que en algún ejercicio presupuestario alcanzó el 7%, el balance del trabajo ministerial de Singh puede calificarse de regular, si bien asentó un nuevo modelo social-liberal más allá del cual sólo cabía el neoliberalismo.

Precisamente, las propuestas liberales constituían una de las banderas de campaña del principal grupo de la oposición, el conservador y nacionalista Partido Popular Indio (Bharatiya Janata Party, BJP), el cual se adjudicó la mayoría simple en las elecciones generales de abril y mayo de 1996. El 16 de mayo Singh cesó en el Ejecutivo con la toma de posesión del gabinete de coalición presidido por el líder del BJP, Atal Bihari Vajpayee. Este Gobierno resultó efímero, ya que el flamante primer ministro no pudo reunir los votos necesarios para ganar la confianza en el Lok Sabha o Cámara del Pueblo (baja) del Parlamento y el 1 de junio optó por traspasar el testigo al Frente Nacional en la persona de Haradanahalli Dodde Deve Gowda, del JD, quien compuso un ejecutivo aún más precario pero que tenía la vida asegurada hasta que el INC decidiera dejarlo caer en el Parlamento y no hubiera otro remedio que convocar otra cita en las urnas, cosa que ciertamente sucedió en noviembre de 1997 cuando el primer ministro era Inder Kumar Gujral.

Singh permaneció activo en la política nacional desde su escaño en el Rajya Sabha, y hasta el final de la legislatura presidió el Comité Permanente de Comercio de la cámara. En febrero y marzo de 1998 se celebraron nuevas elecciones generales y el BJP y sus aliados, agrupados como Alianza Democrática Nacional (NDA), subieron posiciones hasta acariciar la mayoría absoluta, poniendo en bandeja a Vajpayee su retorno a la jefatura del Gobierno. El 21 de marzo de 1998, con la constitución del Rajya Sabha electo, Singh se estrenó en la función de líder de la bancada del INC, compuesta por 141 diputados electos, y como tal iba a fungir en los seis años siguientes.

La carrera política de Singh estaba en ascenso, pero en su historial faltaba un mandato popular directo. Así, de cara a las elecciones anticipadas de septiembre de 1999 lanzó su envite por un escaño en el Lok Sabha, el corazón de la democracia parlamentaria india. Aunque se presentó por la circunscripción de Delhi Sur, donde se suponía que los electores de clase media iban a premiarle por haber estimulado con sus políticas ministeriales una relativa prosperidad de la que ellos habían sido partícipes, el ex ministro no salió elegido. El partido sólo fue capaz de meter 112 diputados y encajó un desastre histórico.

En diciembre de 2000 Singh retomó la actividad internacional con motivo de su nombramiento por el secretario general de la ONU, Kofi Annan, para formar parte del Grupo de Personas Eminentes encargadas de asesorarle en asuntos de ayuda al desarrollo. Con su proyección de tecnócrata un tanto aburrido, pero honesto y eficiente, a cuestas, Singh se aseguró un puesto señero en ulteriores proscenios políticos dominados por el INC introduciéndose en el círculo personal de Sonia Gandhi, viuda de Rajiv y presidenta del partido desde marzo de 1998, cuando, con patente reluctancia por su parte, esta italiana de nacimiento y militante con carnet desde hacía solamente un año se sometió a las presiones de los cuadros congresistas que deseaban revivir la dinastía política Nehru-Gandhi como el gancho electoral capaz de sacar al INC de la siempre ingrata oposición.

En la campaña de las elecciones generales anticipadas del 20 de abril (prolongadas con rondas los días 26 de abril, 5 de mayo y 10 de mayo) de 2004, Gandhi colocó a Singh en la primera fila de su plantel de colaboradores en calidad de asesor, por delante de verdaderos dirigentes del partido y sacando beneficio de su imagen positiva de hombre intachable en la conducta personal, ajeno a los cabildeos de la política interna del INC y capaz de suscitar consensos. Contra todo pronóstico, en los comicios el INC y sus aliados batieron por mayoría simple a la NDA que capitaneaba el BJP, el cual, por tanto, fracasó en su estrategia de distanciarse de las actitudes del extremismo nacionalista hindú -más sosegado que en el pasado reciente- y de explayarse en los éxitos macroeconómicos y desarrollistas de su gestión, que, sublimados en la consigna La India que brilla, acuñada por Vajpayee, incluían un ritmo de crecimiento del PIB del 7% en 2003 y la previsión de otro tanto para 2004, la explosión de las inversiones industriales y de servicios en los sectores de la informática y las telecomunicaciones, una inflación domeñada al 4% anual, la obtención de un excedente comercial y la elevación de las reservas de divisas a un nivel más que holgado.

Además, el Gobierno de Vajpayee insistía en que había conseguido una disminución real de la pobreza, afirmación que era tachada de demagógica por el INC y la oposición de izquierdas. Sin embargo, decenas de millones de ciudadanos que subsistían con un nivel de ingresos inferior al dólar diario, luego pobres de solemnidad, entendían que el boom económico no había aliviado su miseria un ápice, generando un sentimiento de frustración que dio lugar a un fuerte corrimiento de votos hacia el partido de Singh y Gandhi. Según la mayoría de los estudios de ONG y organismos internacionales, todavía la cuarta parte de la población, esto es, más de 250 millones de personas, vive bajo el umbral de la pobreza.

Completados el complejo proceso electoral y el laborioso escrutinio en la democracia más populosa del mundo (671 millones de electores, de los cuales ejercieron su derecho al voto 390 millones, luego la participación se situó en el 58%), resultó que el INC y sus 15 socios se hicieron con el 34,6% de los sufragios, lo que les dio derecho a 220 de los 545 escaños del Lok Sabha. La NDA recibió 185 actas, correspondientes al 34,8% de los votos. El INC, con el 26,2% de cuota y 145 diputados, se destacó nítidamente como la lista más votada y, conforme a la norma parlamentaria, obtuvo el primer turno en el intento de formar el nuevo Ejecutivo, que no podía ser sino de coalición.

Naturalmente, todas las miradas se tornaron a Gandhi, que aparecía como la primera ministra in péctore y que de hecho emprendió los primeros movimientos como tal tan pronto como Vajpayee, el 13 de mayo, presentó la dimisión. Sin embargo, el 18 de mayo, en una decisión del todo inesperada, la dirigente anunció a sus camaradas diputados que "humildemente" declinaba asumir la jefatura del Gobierno con las explicaciones de que "el poder en sí nunca me ha atraído" y que "el puesto de primer ministro no es mi objetivo". Los observadores valoraron este afloramiento de la timidez política de Gandhi como una prudente toma en consideración de las violentas expresiones de rechazo en los medios hinduistas más intransigentes a que una mujer de origen extranjero y bautizada en la fe católica ocupara la suprema magistratura de la nación, no teniendo ningún inconveniente el BJP en atizar la polémica incluso antes de las elecciones.

Este súbito vacío, más el desplome de la Bolsa de Bombay por la incertidumbre de los inversores sobre el rumbo económico que iba a tomar el Gobierno congresista, si de continuidad o bien hacia la izquierda, convirtieron de inmediato a Singh en el único recambio viable. Tan sólo horas después de tener que salir a aquietar los ánimos en los mercados asegurando que su partido iba a apostar por las políticas de estabilidad y crecimiento generadoras de ahorro e inversiones, Singh, a instancias de Gandhi, fue propuesto por el INC como su candidato a primer ministro. El mismo día, 19 de mayo, el presidente de la República, A. P. J. Abdul Kalam (a la sazón, tampoco hindú, sino musulmán), encargó formalmente a Singh la formación del Gobierno. El día 22 el reparto de carteras estuvo finiquitado y el flamante jefe del Ejecutivo y sus 67 ministros del Gabinete y de Estado prestaron juramento de sus puestos, siete de los cuales correspondieron a mujeres. La coalición de minoría recibió el nombre genérico de Alianza Progresista Unida (UPA) y agrupó a nueve partidos.

Además de notorios barones del INC, que en conjunto se aseguró 18 de los 28 ministerios con cartera, obtuvieron representación el Partido Nacional Popular (Rashtriya Janata Dal, RJD, segunda formación en escaños, aunque a mucha distancia del INC, en el seno de la alianza ahora oficialista), el Partido Nacionalista del Congreso (NCP), el Lok Janshakti Party (LJP), el Dravida Munnetra Kazhagam (DMK, regionalistas tamiles), el Pattali Makkal Katchi (PMK, regionalistas tamiles), el Jharkhand Mukti Morcha (JMM, regionalistas de Bihar), el Telengana Rashtra Samithi (TRS) y la Unión India-Liga Musulmana (IUML, musulmanes laicos). Contrariamente a lo esperado, Singh no se reservó para sí mismo la cartera de Finanzas.

Aunque parecía evidente que Singh, para asegurarse la mayoría absoluta en el Parlamento, iba a tener que pactar con los dos partidos comunistas más potentes, en especial, el de definición marxista, con 43 escaños (eventualmente, ambas formaciones podrían exigir formar parte de la coalición oficialista o bien la cesión de puestos de mando en el Legislativo), su asunción fue acogida positivamente en las esferas económicas y en los medios gubernamentales del extranjero. Dentro y fuera de India, prácticamente nadie dudaba de sus habilidades como economista y administrador, pero sobre su capacidad como estratega político -virtud fundamental en el atomizado y volátil sistema de partidos del país asiático- y sus dotes de liderazgo, permanecían ciertas dudas.

El nuevo primer ministro ha reiterado que va a desarrollar una política macroeconómica responsable y a delimitar el marco de las privatizaciones, preservando la titularidad pública de los bancos estatales y de empresas estratégicas como las de hidrocarburos, y de cualesquiera que generen beneficios, así como apostando más bien por la modernización de las compañías frente a su enajenación en aras de la mera búsqueda de ingresos. También, ha propuesto para India un "crecimiento con rostro humano" que apueste decididamente por la creación de empleo, atienda las necesidades del agro (el 60% de la fuerza laboral es campesina y las cosechas aportan el 24% del PIB, casi tanto como las industrias) y combata la pertinaz pobreza, que en términos absolutos -no tanto en términos relativos, si se comparan los índices con los de otros países menos desarrollados- sigue siendo colosal.

Singh también se ha comprometido a impulsar la convivencia pacífica con Pakistán -donde la clase política y los medios periodísticos han saludado con grandes expectativas su nombramiento- y a adoptar pasos decisivos para enterrar una enemistad histórica que en los años recientes, espoleada por la escalada nuclear de 1998 y atizada siempre por la disputa territorial de la dividida Cachemira, donde combaten el Ejército indio y una pléyade de grupos separatistas, propakistaníes e islamistas, ha dado lugar a picos de tensión de cariz prebélico. Luego Singh retomará, y cabe afirmar que afianzará, la línea de diálogo y distensión ya abierta por Vajpayee meses atrás con las autoridades de Islamabad.

Incluso antes de su toma de posesión, Singh se ha esforzado en alentar la impresión de que los años tenebrosos de las violencias sectarias han quedado atrás en India. En su llamada a la convivencia armónica de comunidades y religiones, el sij cuyo salto a la presidencia del Gobierno debería simbolizar la reconciliación definitiva entre los miembros de su comunidad y la mayoría hindú, todos los cuales mantienen fresca en la memoria los terribles pogromos de 1984, Singh se refirió sobre todo a las matanzas y atentados registrados en el estado de Gujarat a lo largo de 2002, que provocaron muchos cientos de muertos, musulmanes en su mayoría, y que escribieron el enésimo capítulo de una sangrienta crónica de incidentes arrancada en diciembre 1992 con la destrucción por hindúes fanáticos de la mezquita Babri de Ayodhya, en Uttar Pradesh, en el lugar exacto donde la tradición hindú establece la presencia hasta el s-XVI de un templo consagrado al mítico dios-rey Rama.

Manmohan Singh, casado y con tres hijos, está en posesión de un nutrido elenco de premios y galardones en reconocimiento a sus méritos académicos y políticos, amén de una quincena de doctorados honoríficos otorgados por universidades indias, americanas y europeas.

(Cobertura informativa hasta 24/8/2004)