Michel Temer

La monumental crisis política instalada en Brasil tuvo un punto y aparte el 12 de mayo de 2016 al votar el Senado Federal la suspensión de la presidenta Dilma Rousseff, objeto de un polémico proceso de impeachment parlamentario, y asumir temporalmente sus funciones el vicepresidente Michel Temer. Buen representante de la clase política tradicional, constitucionalista experto y con una reputación de hábil muñidor de alianzas transversales entre bastidores, el veterano Temer lidera desde hace 15 años el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), una fuerza vagamente centrista que jugó un papel capital en la transición democrática de los ochenta y que desde entonces se las ha arreglado para disfrutar de sustanciosas parcelas del poder federal. Eso, a pesar de que en 1990, con la salida de José Sarney, dejó de tener a uno de los suyos al mando del Palacio de Planalto y que desde 1998 ni siquiera presenta un candidato propio a las elecciones presidenciales.

En 2004, al cabo de una sólida colaboración con el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso, el seis veces diputado por São Paulo metió a su partido en el Gobierno de coalición de un líder ideológicamente lejano, el socialista Lula da Silva. Temer presidió la Cámara baja del Congreso de nuevo y en 2010 coronó su pacto de intereses con el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula candidateando a la Vicepresidencia en la fórmula que encabezaba Rousseff. No sin notables desencuentros, la alianza PMDB-PT fue renovada en las elecciones de 2014.

Luego, el segundo mandato marcó el alejamiento paulatino e irreversible de los números uno y dos del Ejecutivo brasileño, entre los que nunca existió una química personal. El retorno con virulencia de las protestas sociales, la súbita caída del país, hasta hacía poco exitoso, en su peor recesión en casi un siglo y el estallido del macroescándalo de corrupción Lava Jato, que tocó de lleno al PT pero también al PMDB, con buena parte de su plana mayor investigada o imputada, pusieron de relieve la vertiente sibilina de la personalidad sutil y discreta de Temer. En una especie de ruptura por etapas alternadas con expresiones formales de apoyo, el mandatario renunció a seguir ejerciendo como el "articulador político" y apagafuegos del Gobierno, se quejó de que había sido un "vice decorativo" y en marzo de 2016 retiró a su grupo del oficialismo, reclamando una "independencia" en la oposición que selló el destino de Rousseff, sometida a juicio político con las votaciones sucesivas de la Cámara y el Senado bajo la batuta del PMDB, primera minoría del Congreso.

Nada más convertirse en presidente en funciones de la República en principio por 180 días, plazo en el cual el Congreso deliberará sobre las acusaciones que pesan sobre Rousseff —maquillar las cuentas del déficit, endeudar al Estado sin permiso del Legislativo y hacer la vista gorda con la corrupción masiva de Petrobras— y decidirá si la rehabilita en el cargo o si, lo más probable, la destituye definitivamente, Temer presentó un "Gobierno de salvación nacional" para "pacificar la nación y unificar a Brasil", integrado por 11 partidos y recostado en una confortable mayoría absoluta. Tres aspectos destacan en el Gabinete Temer, que supone el desalojo traumático del PT tras 13 años en el poder: su perfil predominantemente liberal conservador, subrayado por el anuncio de importantes ajustes y reformas estructurales para intentar capear la debacle económica (en 2015 el PIB retrocedió el 3,8% y para 2016 se espera una contracción similar), que es el fruto de una letal combinación de factores endógenos y exógenos; la ausencia en el mismo de mujeres o afrobrasileños; y la presencia de nada menos que siete ministros en el punto de mira judicial como sospechosos de corrupción, situación que podría hacer peligrar la gobernabilidad. Es mas, el propio Temer ha visto mezclado su nombre en los tejemanejes de Lava Jato.

El jefe de Estado interino, que ya ha asegurado que no se presentará a las presidenciales de 2018, parte con el hándicap añadido de su, al menos hasta ahora, escasísimo nivel de aprobación popular, incluso menor que el de la defenestrada Dilma, la cual ha cargado contra él poniendole de "jefe de la conspiración" en su contra y de golpista. Ahora, Temer deberá demostrar sus atribuidas dotes de apaciguador para serenar un país polarizado y presa de unos niveles de crispación política y social antes nunca vistos en democracia. Lo que sí parece estar descartado es una reforma del sistema político, que Temer no considera necesaria. Así, en 2013 convenció a Rousseff para que diera marcha atrás en su proyecto de abrir un proceso constituyente con el fin de aplacar el enfado de los ciudadanos, manifestado en las calles.


(Nota de edición: esta biografía fue publicada el 20/5/2016. El ejercicio de Michel Temer como presidente de la República de Brasil concluyó el 1/1/2019. Su sucesor en la jefatura del Estado fue Jair Bolsonaro ).

1. Profesor de Derecho y experimentado dirigente del PMDB
2. Aliado del socialdemócrata Cardoso y del petista Lula
3. Vicepresidente de la República en el Ejecutivo de Dilma Rousseff
4. Presidente en funciones de Brasil con el inicio del impeachment a Dilma

1. Profesor de Derecho y experimentado del PMDB

Michel Temer nació en 1940 en Tietê, localidad rural situada al noroeste de la gran urbe de São Paulo, en el hogar formado por una familia de católicos maronitas venida de Líbano en la segunda década del siglo XX. De hecho, tres de sus siete hermanos, todos mayores que él, nacieron en el país árabe, cuyo idioma el futuro estadista, al ser el portugués su lengua vernácula, nunca llegó a dominar. Como a otros muchos emigrantes de Oriente Medio que levantaron sus haciendas y prosperaron en Sudamérica, a los Temer no tardó en irles bien con sus cultivos de arroz y café. La buena posición económica alcanzada por la familia permitió a los hijos más jóvenes, los nacidos en Brasil, recibir una educación superior, concretamente en la Facultad de Derecho de la Universidad de São Paulo (USP), en la que Michel ingresó en 1959 tras despuntar en él algunas inquietudes artísticas y no irle bien sus estudios de secundaria orientados a las ciencias exactas.

El joven estuvo activo en el movimiento estudiantil y culminó su carrera de Leyes meses antes del golpe de Estado de 1964, que liquidó el Gobierno democrático izquierdista del presidente João Goulart. Con el asentamiento en Brasil de la dictadura militar, Temer guardó distancias de la política, aunque se desempeñó como abogado laboralista al servicio de un sindicato de vendedores de São Paulo y luego trabajó para el jurista socialdemócrata José Carlos de Ataliba Nogueira, su antiguo profesor en la USP, quien fungía de secretario de Educación en el equipo del gobernador paulista Adhemar de Barros. También, intentó instalarse como abogado autónomo, pero el bufete que montó con unos socios en São Paulo apenas consiguió clientes y al poco tiempo tuvo que echar el cierre.

En 1968 inició una provechosa trayectoria académica como docente de Derecho Constitucional y Derecho Civil en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP), donde adquirió una pequeña fama de profesor poco interesado en las tareas puramente formativas y que invitaba a sus alumnos a no asistir a las clases tras poco menos que garantizarles el aprobado en los exámenes. Jurista que se sentía más a gusto en el trabajo interno, de despacho, con poca exposición pública, aspecto que posteriormente también iba a predominar en su carrera política, a partir de su puesto en la PUC-SP Temer comenzó a ejercer en la Facultad de Derecho de Itu (FADITU), cuya dirección asumiría en 1977, e ingresó en el Instituto Ibero-Americano de Derecho Constitucional (IIDC). Años después, en 1979, iba a figurar entre los fundadores del Instituto Brasileño de Derecho Constitucional (IBDC).

En 1970 Temer debutó en la función pública del estado de São Paulo, de largo el más poblado del país, desde un puesto de procurador administrativo, labor que años después pasó a compaginar con la práctica, de nuevo, de la abogacía privada asociado a uno de sus hermanos mayores, Fued, y a otros especialistas de su círculo profesional y académico, teniendo esta vez sus bufetes algo más éxito que en la década anterior. En 1974 puso colofón a su currículum académico con un doctorado en Derecho Público por la PUC-SP. Su tesis doctoral, titulada Território Federal nas Constituições Brasileiras, salió a la venta al año siguiente como libro, el primero de una producción ensayística centrada en el Derecho Constitucional y que en los palpitantes años ochenta, merced a la obra Elementos de Direito Constitucional, alcanzó bastante notoriedad.

Temer fue acercándose al mundo de la política muy lentamente, de manera silenciosa y tangencial, como dando círculos o tanteando el terreno. En 1978 fue ascendido a procurador jefe de la Empresa Municipal de Urbanismo de São Paulo y tres años después decidió afiliarse al recién creado Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), formación vagamente centrista que era la heredera directa del extinto Movimiento Democrático Brasileño (MDB, fundado en 1966 para hacer la función de partido tolerado de la oposición civil dentro del sistema bipartidista instituido por el régimen militar) y que tenía como principales dirigentes a Ulysses Guimarães y Tancredo Neves.

En 1983 el nuevo gobernador de São Paulo, André Franco Montoro, otro de los hombres fuertes del PMDB, confió a Temer la Procuraduría General del estado y en 1984 sentó al jurista en su Gabinete como secretario de Seguridad Pública. Su gestión de dos años al frente de este departamento del Gobierno paulista, caracterizada por la regulación de sistemas de seguridad privada en apoyo de la Policía estatal y por el énfasis que puso en la protección de las mujeres víctimas de la violencia de género, en la persecución de los crímenes con trasfondo racial y en el combate a la piratería comercial y las apuestas ilegales que movía el llamado juego del bicho, confirió a Temer un crédito que le animó, con el estímulo de Franco Montoro, a presentarse a su primer cargo electivo.

Así, en las parlamentarias de noviembre de 1986, celebradas año y medio después de concluir el régimen militar con la transferencia de la Presidencia de la República por el general João Baptista Figueiredo al civil José Sarney (el miembro del PMDB que siendo vicepresidente había sustituido al malogrado Tancredo Neves, elegido para el puesto pero enfermado y fallecido en abril 1985 sin llegar a prestar juramento), el hasta entonces secretario de Seguridad Pública paulista obtuvo la condición de diputado suplente por São Paulo en la Cámara federal. Las elecciones fueron ganadas de manera aplastante por el PMDB, que capturó 260 de las 487 diputaciones en juego. En marzo de 1987 el diputado titular, Antônio Tidei de Lima, asumió la Secretaría de Agricultura del estado de São Paulo y Temer cubrió su baja, convirtiéndose así en miembro de la Asamblea Nacional Constituyente que dotó a Brasil de una Carta Magna democrática. Como asambleísta constituyente, el jurista tuvo la oportunidad de exponer su oposición a un modelo económico de tipo estatista que permitiera el intervencionismo del Gobierno en ámbitos como el mercado laboral y la banca, y su preferencia por el sistema presidencialista.

A la conclusión de los trabajos constituyentes en 1988, Temer, que al parecer estuvo tentado de unirse al grupo de Franco Montoro, el sociólogo Fernando Henrique Cardoso, José Serra, Mário Covas y otros dirigentes del ala izquierda del PMDB en su decisión de escindirse y formar el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), obtuvo licencia como parlamentario para reanudar su actividad ministerial en São Paulo. Sin embargo, volvió a presentarse a diputado federal para la legislatura 1991-1995, haciéndose nuevamente con el escaño en los comicios de octubre de 1990. Entonces, el presidente de la República, aunque por poco tiempo, era el derechista Fernando Collor de Mello, ganador el año anterior de unas elecciones al cargo en las que el candidato de los peemedebistas, Guimarães, había quedado en una remotísima séptima posición. El fracaso del PMDB, en adelante conducido por Orestes Quércia, en las primeras elecciones presidenciales directas de la restauración democrática resultó más clamoroso porque se trataba de la fuerza que más representantes tenía en el Congreso Nacional.

En abril de 1991, nuevamente, Temer solicitó ser descargado de funciones en el Legislativo de Brasilia cuando el gobernador debutante de São Paulo y colega del partido, Luiz Antônio Fleury, le trajo de vuelta a la Procuraduría General del estado. En octubre de 1992 la llamada Masacre de Carandiru, un violento asalto de la Policía Militar estatal para sofocar un motín carcelario en el que resultaron muertos un centenar largo de reclusos, supuso la caída del secretario de Seguridad Pública, Pedro Franco de Campos, y Fleury, para apaciguar los ánimos, recuperó a un antiguo titular de la oficina que traía una reputación de buen gestor. En abril de 1994 Temer cesó como secretario de Seguridad Pública y reactivó su mandato parlamentario, que renovó por segunda vez, para el período 1995-1999, en las votaciones generales del 3 de octubre de aquel año, si bien habría preferido candidatear a gobernador de São Paulo en sucesión de Fleury, solo que el PMDB decidió otorgar esta postulación a José Antonio Barros Munhoz.

Puede remontarse a las elecciones de 1994 el momento en que Temer dio el salto definitivo a la gran política nacional, no tardando en convertirse en una de sus personalidades más versátiles, el perfecto ejemplo de político profesional pragmático, hábil en la interlocución y capaz de tejer alianzas a múltiples bandas para el reparto de esferas de poder, algunas veces bajo el foco del escenario y otras, las más, entre bastidores. Por de pronto, su decisión de respaldar al socialdemócrata Covas en la segunda vuelta de la elección a gobernador paulista, luego de ser descabalgado Barros Munhoz en la primera vuelta, llamó la atención de Cardoso, ganador de las presidenciales frente al petista Luiz Inácio Lula da Silva y un desfallecido Quércia, quien no reunió ni el 5% de los votos.

De cara a la inauguración de la Administración Cardoso el primero de enero 1995, el entonces presidente del PMDB, Luiz Henrique da Silveira, aceptó entrar en coalición con el PSDB y sugirió que Temer podría ser un buen ministro de Justicia. Sin embargo, el diputado, al igual que Quércia, prefería que el PMDB, que desde 1992 había sido uno de los puntales del Gobierno del presidente Itamar Franco, no se comprometiera tanto con el nuevo oficialismo, así que su nombramiento para el Gobierno no se concretó.


2. Aliado del socialdemócrata Cardoso y del petista Lula

Una vez echado a andar el nuevo curso político, Temer cambió de parecer y pasó a respaldar con bastante buena gana los proyectos legislativos de Cardoso, que encontró en su antiguo conmilitón un valioso aliado. Erigido en líder del grupo de diputados del PMDB, que con 107 miembros casi duplicaba en tamaño al del PSDB y era sustancialmente más grande también que el de la segunda fuerza de la Cámara, el derechista Partido del Frente Liberal (PFL), asumió igualmente el mando del bloque parlamentario formado por el PMDB y los pequeños partidos Social Demócrata (PSD) y Social Cristiano (PSC). En septiembre de 1996 Temer puso sobre la mesa su ambición de ser presidente de la Cámara de Diputados y en febrero de 1997 fue investido como tal, sucediendo a Luís Eduardo Magalhães (PFL) y por el preceptivo período bianual, con los apoyos del PFL y de Cardoso, el cual le estaba agradecido por el respaldo del PMDB a su proyecto de reforma de la Constitución para introducir la reelección consecutiva del presidente de la República.

Pese a que en las elecciones de octubre de 1998 el PMDB sufrió un resbalón y cayó al tercer lugar, situándose por detrás del PFL y el PSDB, con 83 diputados, Temer, que ya iba por su cuarta legislatura, se aseguró la continuidad como presidente de la Cámara por un bienio más, hasta 2001, gracias al espaldarazo de Cardoso, reelegido igualmente en la jefatura del Estado sin haber recibido, empero, el apoyo expreso y unánime del PMDB. En 1999 el diputado paulista jugó un papel clave en el rechazo por la mayoría oficialista de varias peticiones por parte de algunos diputados opositores de apertura de procesos de impeachment o juicio político a Cardoso. Aunque no siempre sintonizaban, Temer y FHC, dos grandes pragmáticos, encontraban relativamente sencillo colaborar entre sí.

Tras ceder la presidencia de la Cámara baja del Congreso al socialdemócrata Aécio Neves en febrero de 2001, Temer se dispuso a tomar las riendas del partido del que ya venía siendo la primera figura: desde 1995 había conseguido eclipsar a los presidentes del Directorio Nacional del PMDB, primero Antônio Paes de Andrade y luego, desde 1998, Jáder Fontenelle Barbalho. Sin embargo, los peemedebistas estaban profundamente divididos, con un ala, la encabezada por Orestes Quércia, contraria a la coalición con el PSDB. Por esa razón, a Temer no le faltaron invitaciones de unirse a sus filas desde otras formaciones (como el Partido Socialista Brasileño, PSB, de Anthony Garotinho y Miguel Arraes de Alencar, y el Partido Trabalhista Brasileño, PTB, de José Carlos de Castro Martínez), ofertas que rechazó cortésmente. El 9 de septiembre de 2001, mediada la dirección interina de Luís Alberto Maguito Vilela y después de ver frustrada, otra vez, por los quercistas su aspiración a la candidatura del partido para gobernador de São Paulo, Temer se tomó la revancha saliendo elegido jefe orgánico del partido para un período inicial de tres años. El derrotado en esta competición interna fue el senador por Goiás Maguito Vilela.

Como en 1998, el PMDB no presentó candidato propio a las elecciones generales de octubre de 2002 y esta vez pidió abiertamente el voto para el postulante del Gobierno Cardoso, el socialdemócrata Serra, que a cambio aceptó llevar de compañera de fórmula a la peemedebista Rita Camata, diputada federal por Espírito Santo. Luego, Serra fue batido por Lula da Silva, triunfo que marcó la histórica llegada al Gobierno del Partido de Brasil de los Trabajadores (PT) y sus aliados de la izquierda en enero de 2003. Ya desde el primer momento, Temer, reelegido diputado federal por quinta vez consecutiva, no quiso acomodarse en la oposición y entró en contactos con el presidente del PT y mano derecha de Lula, José Dirceu, con vistas a conseguir para el PMDB una serie de plazas en el Ejecutivo entrante.

Al parecer, Temer ni siquiera necesitaba un período de prueba para comprobar que Lula y el petismo, tal como prometían, buscaban atender las urgentes necesidades de distribución de la renta y rescate social de los muchos millones de brasileños desfavorecidos pero sin tirar por la borda la disciplina fiscal y el control de la inflación, es decir, sin cuestionar en el fondo las reglas del libre mercado y la estructura económica y financiera del país. Temer quería que el PMDB siguiera siendo un partido indispensable para la gobernabilidad y la estabilidad de Brasil pese a no ser de sus filas el presidente de turno; el de ahora, además, estaba mucho más alejado ideológicamente del PMDB que los anteriores. Así había sido durante las administraciones de Franco y Cardoso, y, para sorpresa de muchos, volvió a suceder con Lula, aunque no de manera inmediata.

En realidad, Lula miraba al diputado paulista con recelo, si no con antipatía, así que vetó las conversaciones iniciadas por Dirceu. Sin embargo, al poco el presidente ablandó sus reticencias y en mayo de 2003, a los cinco meses de asumir, admitió como parte oficial de su base de apoyos al PMDB. El siguiente paso estaba cantado y en enero de 2004 Temer anunció la incorporación del PMDB al Gobierno en respuesta a la invitación de Lula, el cual hizo el fichaje al socaire de una remodelación ministerial que fue interpretada como un giro a la moderación dentro del ambicioso y profundo programa de reformas sociales puesto en marcha por el líder socialista. Entonces, los peemedebistas, que aportaban 74 diputados y 19 senadores, se hicieron cargo de los ministerios de Previsión Social, para Amir Lando, y Comunicaciones, para Eunício Oliveira.

Temer, con unos antecedentes, trayectoria y estilo muy diferentes tan diferentes a los de Lula, aunque no concebía su participación en el oficialismo como un cheque en blanco para que el presidente sacara adelante todos los proyectos de ley que se le ocurriera llevar al Congreso, sí demostró ser un aliado sólido, que, por ejemplo, rehusó hacer leña del tronco carcomido del PT cuando en 2005 el descomunal escándalo del Mensalão destapó el alcance de la corrupción en la cúpula de la formación socialista. Si entonces Lula salió incólume de este terremoto que decapitó a su partido (Dirceu fue uno de los capitostes caídos en desgracia) fue en buena medida gracias a que Temer y otros cabezas de facción no salieron a cuestionar su honorabilidad. El respaldo del PMDB al presidente adquiría más valor desde el momento en que tres partidos que eran miembros originales de la coalición lulista, el Democrático Trabalhista (PDT), el Popular Socialista (PPS) y el Verde (PV), decepcionados por diversas razones, decidieron marcharse del Ejecutivo.

La asociación Temer-Lula fue renovada tras las elecciones generales de octubre de 2006, en las que el PMDB, no sin una fuerte polémica interna, desistió otra vez de presentar candidato propio e implícitamente se alineó tras la candidatura reeleccionista del antiguo obrero metalúrgico. Lula le ganó la partida al socialdemócrata Geraldo Alckmin, por el que Temer, en una especie de maquiavélico juego con dos barajas, llegó a apostar públicamente meses antes de las votaciones. Tras conocer el veredicto de las urnas, el diputado se apresuró a certificar que no había obstáculos para un buen entendimiento con el lulismo. En enero de 2007 el peemedebista fue uno de los jefes de fila que tomaron asiento en el nuevo Consejo Político de asesoría presidencial convocado semanalmente por el inquilino del Palacio de Planalto, del que llegaron a formar parte hasta una quincena de líderes partidarios. Pero además, el PMDB estaba en el núcleo del oficialismo, con ministros en el Gabinete donde llevaba la voz cantante el PT, al igual que los regresados PDT y PV, más el PSB, el Partido Progresista (PP), el Partido Comunista de Brasil (PCdoB) y el Partido Republicano Brasileño (PRB).

La influencia política de Temer estaba llamada a aumentar desde el momento en que los comicios de 2006 habían devuelto a su colectividad la condición de primera fuerza del Congreso con 89 diputados y 16 senadores, si bien el PT, aunque menoscabado, había vuelto a aventajarle en votos. Temer, diputado por sexta vez en su ya denso historial político, quería volver a presidir la Cámara baja y el turno, por casi dos años, le correspondió entre febrero de 2009 y diciembre de 2010, a caballo entre las titularidades de dos petistas, Arlindo Chinaglia y Marco Maia. Al mismo tiempo y aún después, el ex presidente Sarney, junto con su colega de bancada Renan Calheiros el dirigente peemedebista que con más entusiasmo defendía a colaboración con el PT, estuvo al frente del Senado Federal, hemiciclo que ya había presidido anteriormente en 1995-1997 y 2003-2005. De hecho, la Cámara alta del Congreso era prácticamente un coto particular del PMDB, que lo presidía de seguido desde 1984, salvo en el período 1997-2001.


3. Vicepresidente de la República en el Ejecutivo de Dilma Rousseff

En 2010, con su parquedad declarativa habitual, Temer confirmó que el PMDB acudiría a las elecciones presidenciales de aquel año yendo de la mano del PT. El titular de la Cámara de Diputados se las arregló para convencer a los líderes petistas de que él era el más idóneo para aspirar por el oficialismo a la Vicepresidencia de la República, cargo que desde 2003 venía ocupando el veterano liberal José Alencar, enfermo de cáncer. Temer conformó así la fórmula electoral encabezada por Dilma Rousseff, la hasta ahora ministra jefa de la Casa Civil y la heredera designada por Lula, quien se despedía de la Presidencia con la popularidad por las nubes por su legado positivo de crecimiento económico robusto, estabilidad financiera y, sobre todo, inclusión social, esta última reflejada en la salida de la pobreza de millones de ciudadanos gracias a las políticas activas de desarrollo humano impulsadas por el Gobierno. Los de Temer no estaban dispuestos a que las izquierdas rentabilizaran en las urnas en exclusiva unos éxitos de los que ellos se consideraban también hacedores.

De esta manera, Temer colocó a su partido bajo el cartel Para que Brasil siga cambiando, variopinta coalición donde el PT y el PMDB compartían espacio con el PCdoB, el PDT, el PRB, el PSB, el PSC, el Partido de la República (PR), el Partido Laborista Cristiano (PTC) y el Partido Laborista Nacional (PTN), todos los cuales suscribieron el Programa de Gobierno. Celebradas las elecciones el 3 y el 31 de octubre, Rousseff derrotó al socialdemócrata Serra en el balotaje presidencial y Temer, indirectamente, hizo lo propio con su contrincante del PSD, Indio da Costa, mientras que en las legislativas el PMDB perdió una decena de diputados y vio arrebatada la primera posición por el PT en la Cámara baja, si bien retuvo la primacía en el Senado gracias a su peso en los estados. El 1 de enero de 2011 quedó inaugurada la Administración Rousseff, con Temer de vicepresidente de la República, el primero peemedebista desde el fugaz cometido de Sarney en 1985, y seis ministerios para su partido. Al estrenar sus nuevas responsabilidades institucionales, Temer traspasó sus funciones directivas en el PMDB al senador por Rondônia Valdir Raupp de Matos.

En tanto que segunda persona del Ejecutivo brasileño, Temer, cuyo perfil intensamente político no respondía a la figura del vicepresidente ornamental por más que él insistiera en su deseo de ajustarse "con discreción" a las funciones que la Constitución asignaba al titular del puesto, disponía de una agenda internacional propia para la representación del país y la defensa de los intereses nacionales, además de tener a su cargo una serie de tareas de coordinación en la política doméstica. Todo el mundo daba por sentado que el hasta entonces gran controlador de las palancas del Congreso seguiría —al menos lo intentaría— concertando voluntades parlamentarias, conduciendo negociaciones políticas de altos vuelos y muñendo pactos en la trastienda, su gran especialidad. En el PT, muchos continuaban viéndole con suspicacia, pues Temer, tras su ropaje de hombre sereno y ponderado, les parecía un astuto intrigante cuyo objetivo fundamental siempre había sido asegurar cotas de poder e influencia para su formación.

Por de pronto, el Ejecutivo Rousseff-Temer fue sacudido en 2011 por una cascada de escándalos de corrupción que provocó dimisiones en cadena y puso en jaque a los partidos afectados. El PMDB se vio arrastrado a la vorágine con las renuncias de varios de sus ministros. El primero en cesar, en agosto, fue el responsable de Defensa, Nelson Jobim, todo un peso pesado, quien portaba tan importante cartera desde 2007. Jobim tuvo que marcharse no por presunto corrupto (al contrario, estaba considerado un servidor público honesto y muy competente), sino por su tendencia a criticar en alto a otros miembros del Gabinete, lo que había generado un comprensible malestar. A Jobim le siguieron sus colegas de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento, Wagner Rossi, dimitido al sentirse acosado por una "andanada de acusaciones falsas" de corrupción vertidas por la prensa, y de Turismo, Pedro Novais, sospechoso de desviar dinero público para cubrir gastos personales en su etapa de diputado. Además, la bancada parlamentaria del PMDB estaba poniendo fuertes trabas a diversas iniciativas legales del Gobierno de alcance económico.

Esta situación dañó las relaciones entre Temer y Rousseff, quien en marzo de 2012 decidió alterar el complicado equilibrio de fuerzas en la coalición gobernante promoviendo al PRB de Marcos Pereira, que obtuvo el Ministerio de Pesca y Agricultura y tomó asiento en el Ejecutivo, y castigar al PMDB, que vio despedidos de un plumazo a los portavoces del Gobierno en el Senado Federal y la Cámara de Diputados, Romero Jucá y Cândido Vaccarezza respectivamente, ante el obstruccionismo reiterado de los peemedebistas a varias reformas clave del Ejecutivo. Rousseff sustituyó a Jucá y Vaccarezza por otros dos miembros del PMDB pero teóricamente más manejables desde la Presidencia, Eduardo Braga y Arlindo Chinaglia.

El gesto de autoridad de Rousseff debía leerse como un aviso a Temer para que hiciera honor a lo suscrito en el Programa de Gobierno y ordenara a los congresistas del PMDB, por más que en teoría él ya no conducía el partido, que no metieran palos en el engranaje legislativo. Pero además, la propia honorabilidad del vicepresidente estaba en el punto de mira al ser objeto de una investigación desde el Supremo Tribunal Federal por su supuesta participación en un tinglado de cobro de comisiones ilegales de empresas prestatarias de servicios en el puerto de Santos. Las pesquisas judiciales se remontaban a 2000 y, si bien en 2002 la Procuraduría General de la República les había dado carpetazo al entender que no estaban produciendo ningún indicio de delito, en 2006 la Policía Federal había abierto una nueva investigación. Aparte, Temer estaba señalado como presunto beneficiario de un esquema de sobornos en pago a servicios políticos. El dirigente tachó de "villanía sin medida" que se manchara su buen nombre, salpicándosele con corruptelas del tipo Mensalão, aunque en 2009 ya había tenido que dar explicaciones por el uso aparentemente abusivo que él y su familia habían hecho de las dietas de la Cámara de Diputados para los desplazamientos en avión.

Las divergencias entre Temer y su superiora institucional, dos supremas autoridades del Estado entre las que no parecía haber la menor química personal aunque sí bastante respeto mutuo, siguieron aflorando a lo largo de la legislatura, pero en ningún momento se tuvo la sensación de que el PMDB y el PT pudieran llegar a romper. El vicepresidente, reelegido en marzo de 2013 por los suyos al frente del PMDB (si bien Valdir Raupp siguió ejerciendo de cabeza de la formación en funciones) en una asamblea partidaria a la que asistió como invitada Rousseff, remó en la dirección que imprimía la presidenta en la mayoría de los escenarios de actuación, como la guerra a las bandas criminales en las favelas de Río de Janeiro, la organización de los Mundiales de Fútbol de 2014, la profundización de las relaciones con los países socios del foro BRICS, la planificación de las futuras explotaciones petroleras submarinas o las medidas monetarias para mantener a raya la inflación.

No así, en cambio, en relación con las fórmulas de apaciguamiento social concebidas por Rousseff cuando en junio de 2013 São Paulo fue el epicentro de una gigantesca protesta cívica nacional que hizo bandera de un plantel de reivindicaciones de mejoras y reformas llamadas "de segunda generación". Así, el vicepresidente halló precipitado e innecesario el anuncio por la jefa del Estado de que pensaba convocar un plebiscito sobre una Asamblea Constituyente. Temer y la plana mayor del PMDB, que no querían saber nada de abrir el melón de la reforma política, en lo que exponían a las claras su conservadurismo, consiguieron disuadir a Rousseff de dar ese paso.


4. Presidente en funciones de Brasil con el inicio del impeachment a Dilma

En julio de 2014, en un momento de engañosa tregua en la protesta social y cuando la economía brasileña, golpeada por una letal conjunción de factores endógenos (caída del consumo de las familias, elevadísimos tipos de interés, las propias repercusiones negativas de los escándalos de corrupción) y exógenos (crisis en los mercados mundiales de materias primas, deceleración de China) entraba técnicamente en recesión, la Convención Nacional del PMDB confirmó la candidatura de Temer a vicepresidente de la República a la diestra de Rousseff para el ejercicio 2015-2019. También esta cita partidaria contó con la presencia de la líder petista, que, agradecida y aduladora, presentó al "estadista" y "compañero" Temer como un "articulador de consensos" que venía desempeñando "un papel de suma importancia" en la política nacional y que sabía "aproximar a las personas, unir y desarmar a los espíritus".

Sin embargo, en el PMDB no eran pocos los que consideraban que la alianza nacional con el PT estaba agotada. La Convención Nacional, que distó de hacer un pronunciamiento unánime, aprobó reeditar la alianza con 398 votos a favor y 275 en contra. Los disidentes criticaban la tendencia de los petistas a marginar a la formación centrista en los procesos de toma de decisiones y su insistencia en privilegiar las candidaturas con sus siglas en las elecciones estatales en vez de entablar alianzas con las secciones peemedebistas locales. Temer, que reasumió las funciones de presidente del partido por 70 días para adquirir protagonismo político durante la campaña electoral, comprendía los deseos de autonomía de sus conmilitones y reiteró que la estrategia de no presentar candidato propio a las presidenciales llegaría a su fin en las elecciones de 2018.

La fórmula Rousseff-Temer arrancó la campaña para las elecciones del 5 de octubre de 2014 con los índices de aceptación mermados y en medio de un creciente desengaño popular. Nueve agrupaciones (además del PT y el PMDB, el PDT, el PCdoB, el PRB, el PP, el PR, el PSD y el Partido Republicano de Orden Social, PROS) forjaron la coalición Con la fuerza del pueblo, que ofrecía a los brasileños un "plan de transformación nacional" y un "nuevo ciclo de desarrollo". Rousseff y su compañero de plancha realmente sufrieron para conseguir la reelección: en la segunda vuelta del 26 de octubre se impusieron a sus contrincantes del PSDB, Aécio Neves y Aloysio Nunes, por solo tres puntos. El 1 de enero de 2015 Rousseff y Temer tomaron posesión de sus cargos para un segundo mandato de cuatro años que, por imperativo constitucional, era el último para ambos.

Comenzó entonces un curso político extraordinariamente agitado en el que el lado sibilino de la personalidad de Temer, hasta que el político zanjó su ambigüedad rompiendo con Rousseff, iba a cobrar una especial intensidad. Para empezar, adquirió unas dimensiones insospechadas un nuevo macroescándalo de corrupción, objeto de la operación judicial Lava Jato, sobre la existencia de una red de lavado de dinero, desvío de fondos públicos y sobornos políticos a gran escala mantenida durante años por la cúpula de la compañía estatal de hidrocarburos Petrobras. Entre los políticos investigados por el Supremo Tribunal Federal (STF) por supuestamente haber cogido dinero ilícito de empresas privadas que amañaban contratos con Petrobras estaban muchos conocidos miembros de partidos que sustentaban a Rousseff, sin faltar varios primeros espadas del PMDB: nada menos que el presidente en funciones de la formación, Valdir Raupp, Renan Calheiros, quien presidía el Senado, el titular de la Cámara de Diputados, Henrique Eduardo Alves, el senador por Roraima Romero Jucá y la hasta hacía poco gobernadora de Maranhão Roseana Sarney, hija de José Sarney.

En febrero de 2015 el número dos del Ejecutivo introdujo un elemento de incertidumbre en la coalición al favorecer la elección como presidente de la Cámara de Diputados en lugar de Alves del diputado carioca Eduardo Cunha, un político de marcada tendencia derechista que había formado parte del equipo del ex presidente Collor de Mello y que no ocultaba su antipatía por el PT. Además, Cunha era otro de los peemedebistas que figuraban en la lista de 47 políticos investigados por el STF dentro de las diligencias de Lava Jato, lista que fue revelada al público en marzo.

El terremoto político estaba servido, y además sobrevenía cuando Rousseff, con sus índices de aceptación en caída libre sin haber transcurrido un semestre desde su reelección, se veía obligada a dar noticias desagradables sobre un ajuste fiscal y una nueva subida de los tipos de interés para capear la crisis económica y contener la inflación. Cientos de miles de airados ciudadanos volvieron a echarse a las calles para exigir que rodaran cabezas por la corrupción política y que Rousseff diera las debidas cuentas y asumiera sus responsabilidades presentado la dimisión. En el PMDB se escucharon con más fuerza las voces que reclamaban "independencia" operativa del PT y un inmediato "alejamiento" del Gobierno, pero Temer replicó que "no era el momento de dividir a los brasileños".

Llegado abril, Rousseff, puesta contra las cuerdas, buscó el auxilio de Temer transfiriéndole las competencias que hasta entonces desempeñaba la Secretaría de Relaciones Institucionales, un órgano de la Presidencia de la República encargado de la coordinación política del Ejecutivo y de la interlocución entre este y el Congreso Nacional, los partidos y los entes de la federación. Con este refuerzo significativo de las competencias del vicepresidente, la Secretaría quedó suprimida y su jefe, Pepe Vargas, quien tenía rango ministerial, fue recolocado en otro puesto. Temer, investido en la condición de "articulador político del Gobierno", accedió a echarle un capote a Rousseff cuando desde la calle se emplazaba al Congreso a que iniciara el impeachment contra ella. El vicepresidente opinaba que el proceso político a la presidenta carecía de "base jurídica y política"; es más, ese le parecía un escenario "impensable" que generaría una "crisis institucional".

Al principio, la misión de apagafuegos asignada a Temer pareció dar los resultados que la apurada presidenta aguardaba como agua de mayo: el Congreso aprobó varias medidas impopulares de ajuste fiscal y el pleno de la Cámara de Diputados no abordó el impeachment que sectores de la oposición, con el PSDB a la cabeza, encontraban plenamente fundamentado, esgrimiendo como motivo la presunta manipulación por el Gobierno de las cuentas financieras para ocultar la magnitud del déficit público. Ahora bien, la situación cambió de súbito en julio cuando el presidente del hemiciclo, Cunha, anunció que rompía con el Gobierno y se pasaba la oposición. Sin abandonar su característica calma gestual, Temer salió al paso para aclarar que la decisión de su colega partidario era una "opción individual" y no reflejaba la postura oficial del PMDB. El vicepresidente añadió que lo que el país vivía era una "crisezinha política", y que no podía hablarse todavía de "inestabilidad institucional".

Sin embargo, esto último fue precisamente lo que Temer evocó a principios de agosto al descolgarse con la afirmación de que la situación política y económica era "razonablemente grave" y que urgía encontrar a alguien con "la capacidad de reunificar a todos", pues en caso contrario Brasil podría deslizarse hacia una "crisis desagradable". Con este diagnóstico, Temer parecía que daba a Rousseff por amortizada y que ya se veía a sí mismo como su sustituto, desatando lógicamente las alarmas en el entorno presidencial y el PT. Antes de terminar el mes, el vicepresidente hizo oficial su alejamiento de Rousseff al dejar patente su rechazo a la subida de los impuestos para frenar el déficit y comunicar que renunciaba a seguir haciendo de "articulador político". En octubre, en otro giro de tuerca, el PMDB presentó un Programa de Gobierno particular que suponía una enmienda a la totalidad de las políticas económicas adoptadas por el equipo de Rousseff para remontar la recesión, recesión que se ahondaba a toda velocidad.

El drama político que, con Rousseff y Temer de principales actores, vivía Brasil empezó a las claras el 2 de diciembre de 2015. Ese día, Eduardo Cunha, tras desestimar varias peticiones en tal sentido y tener sobre la mesa el rechazo por el Tribunal de Cuentas de la Unión de los presupuestos de 2014 elaborados por el Gobierno al haber detectado en los mismos la gestión irregular de más de 100 billones de reales, admitió a trámite un pedido de juicio político a la presidenta en la Cámara de Diputados por tres supuestos: cometer maniobras irregulares, las llamadas "pedaladas fiscales", para pintar un cuadro artificial del balance financiero del Estado; ordenar endeudamientos públicos de espaldas al Congreso; y permitir, con su inacción, la maquinaria de corrupción instalada en Petrobras.

Seis jornadas más tarde, coincidiendo con una orden por el STF de suspensión del proceso de impeachment, que tendría que comenzar de nuevo, Temer filtró intencionadamente a los medios una carta personal dirigida a la presidenta en la que con tono de resentimiento le reprochaba que durante el primer mandato, entre 2011 y 2015, él no hubiese sido más que "un vice decorativo", despojado de "todo protagonismo político" y que "solo era llamado para resolver las votaciones del PMDB y las crisis políticas". Temer también se quejaba de que el PMDB jamás hubiese sido "llamado para discutir formulaciones económicas o políticas de país"; ellos eran vistos como "meros accesorios, secundarios y subsidiarios". El autor de la misiva le recordaba asimismo a Rousseff que, "como demócrata" que era, tenía por costumbre "conversar" con la oposición. La carta del vicepresidente levantó el previsible revuelto.

De inmediato, Temer y Rousseff sostuvieron una reunión en el Palacio de Planalto. A la salida de la misma, el primero anunció que había acordado con la presidenta mantener "la relación institucional más fértil posible", mientras que la segunda dio cuentas del encuentro con unas palabras casi idénticas, sobre que tenía con su vicepresidente una "relación extremadamente estable, tanto personal como institucionalmente, siempre considerando los mayores intereses del país".

La imagen de renovado entendimiento entre Temer y Rousseff resultó ser un espejismo. El 29 de marzo, después de reiniciar la Cámara de Diputados el trámite para el impeachment y de caldearse aún más la ebullición nacional con la denuncia por el Ministerio Público de São Paulo contra Lula da Silva por su presunta implicación en la trama corrupta de Lava Jato, el arresto del ex presidente por la Policía Federal por unas horas para ser interrogado y, a renglón seguido, el intento por Rousseff de proteger a su mentor con un fuero ministerial nombrándole jefe de la Casa Civil de la Presidencia (designación que fue rápidamente suspendida por un juez federal y por el STF), la Comisión Ejecutiva Nacional del PMDB, en una decisión trascendental, resolvió romper con Rousseff y pedir a sus siete ministros que se retiraran del Gobierno. Estos eran los titulares de Salud (Marcelo Castro), Agricultura (Katia Abreu), Ciencia, Tecnología e Innovación (Celso Pansera), Minas y Energía (Eduardo Braga), Turismo (Henrique Eduardo Alves), Aviación Civil (Mauro Lopes) y Puertos (Helder Barbalho).

El PMDB daba portazo al Ejecutivo y se declaraba "independiente", lo que de entrada entrañaba la recuperación de su plena autonomía política, al margen de los intereses del PT. Y eso daba a entender que sus 68 diputados, integrantes de la primera minoría de la Cámara, se disponían a votar a favor del impeachment.

La senda trazada por los peemedebistas fue seguida en los días siguientes por otros tres partidos del oficialismo, el PP, el PSD y el PRB. Rousseff se iba quedando sola, su Gobierno se desintegraba a ojos vista por el reguero de abandonos de partidos y ministros, y la balanza del Congreso se inclinaba inexorablemente hacia el lado de los partidarios de juzgarla políticamente. Temer, que no se dejó ver en la reunión clave de la cúpula de su partido, el cual le había reelegido el 12 de marzo anterior su presidente por sexta vez desde 2001 con el 96% de los votos, se refugió en un mutismo más bien elocuente. Se sabía que ya estaba negociando en la sombra la formación de su propio Gobierno, lo que significaba que daba por hecho que el procedimiento de impeachment seguiría adelante con el apartamiento temporal de la presidenta, paso previo a su destitución del cargo, y la asunción de sus funciones por él, el vicepresidente.

Por si quedaba alguna duda sobre lo que se estaba cociendo entre bambalinas, el 11 de abril salió a la luz, supuestamente de manera "accidental", según portavoces del presidente, un segmento de audio de muy buena calidad donde podía oírse a Temer hablar, como si estuviera ensayando un discurso presidencial a la nación, citando la necesidad de formar un "Gobierno de salvación nacional" encabezado por él, en tanto que "sustituto constitucional del presidente de la República", y dispuesto a adoptar los "muchos sacrificios" necesarios para "retomar el crecimiento". En esta alocución, además, Temer negaba tajantemente que tuviera en mente suprimir los programas sociales del Gobierno del PT, como Bolsa Familia, Pronatec y Fies; al contrario, estos programas, en la medida de lo posible, serían "revalorizados" y "ampliados". Esto era lo último que le quedaba por saber a Rousseff, que se volvió contra Temer y Cunha refiriéndose a ellos, sin citarlos por sus nombres, como el "jefe" y el "vicejefe" de la "conspiración" que quería tumbar su Gobierno. "Cayeron las máscaras de los golpistas. Ahora conspiran abiertamente, a la luz del día, sin escrúpulos, para desestabilizar a una presidenta legítimamente elegida (...) Vivimos tiempos extraños y preocupantes. Tiempos de golpe, de farsa y de traición", tronó la mandataria.

El 17 de abril la Cámara de Diputados aprobó la admisibilidad del proceso a Rousseff con 367 votos a favor y 137 en contra, más siete abstenciones y dos ausencias. A los defensores del impeachment les habría bastado reunir 342 votos, es decir, justo la mayoría de dos tercios. Ahora debía pronunciarse el Senado: si la Cámara alta federal votaba también a favor del proceso, Rousseff quedaría automáticamente suspendida por un período máximo de 180 días y Temer sería investido presidente en funciones e interino.

Antes, el 5 de mayo, el suspense aumentó al ser suspendido como presidente de la Cámara el propio Cunha en tanto que imputado por el STF por corrupción pasiva y lavado de dinero dentro de la operación Lava Jato. Su sustituto, Waldir Maranhão, del PP, dio la sorpresa al declarar nula la votación del pleno del 17 de abril alegando defectos técnicos. Sin embargo, el presidente del Senado, Calheiros, repuso que el procedimiento seguía en la Cámara alta. Al punto, Maranhão, revocó su declaración de nulidad. El 10 de mayo, en una maniobra desesperada de última hora, el Gobierno presentó un recurso al STF; al día siguiente, el alto tribunal desestimaba la demanda y daba luz verde al Senado para que continuara con sus trabajos. Finalmente, el 12 de mayo de 2016, por 55 votos contra 22, el Senado autorizó la apertura del proceso de impeachment. Ahora, Rousseff ya solo era presidenta sobre el papel y en los próximos 180 días, tiempo en el cual el Congreso tendría que decidir si la removía definitivamente del cargo o la restituía en el mismo, las atribuciones y responsabilidades para las que había sido elegida las ejercería Temer.

Sin pérdida de tiempo, mientras la suspendida, con gesto entre combativo y emocional, llamaba a sus huestes a movilizarse contra "el golpe", y en las calles los partidarios y defensores del impeachment se enfrentaban verbalmente y hasta llegaban a las manos, el flamante presidente en funciones se presentó al país para anunciar un "Gobierno de salvación nacional" capaz de llevar a cabo la "urgente" tarea de "pacificar la nación y unificar a Brasil". Repitiendo los contenidos de la grabación filtrada el 11 de abril, Temer reafirmó que se mantenían Bolsa Familia, Pronatec, Fies, Prouni, Mi Casa Mi vida y el resto de programas sociales del Ejecutivo, e invocó la necesidad de contar con una "base parlamentaria sólida que nos permita conversar con la clase política y también con la sociedad", en aras de la "gobernabilidad" y el "crecimiento del país". No olvidó mencionar la operación Lava Jato, que debía tener "continuidad y protección frente a cualquier tentativa de enflaquecerla".

El presidente en funciones presentó un Gabinete reducido a 23 ministros, nueve menos que el anterior. En el mismo participaban nada menos que 11 partidos: PMDB (con siete carteras), PSDB, PP, PR, PSD, PSB, PRB, PTB, PPS, PV y Demócratas (DEM). Es decir, Temer se sustentaba en una confortable mayoría parlamentaria de 357 diputados sobre 513 y de 60 senadores sobre 81. En el elenco de nombres destacaban figuras como el dos veces candidato presidencial tucano José Serra, al mando del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Sin embargo, los comentaristas hicieron titulares con dos características de lo más llamativas, objeto de durísimas críticas desde los partidos, empezando por el PT, que habían pasado a la oposición: que todos los ministros eran varones (había que remontarse a la época del presidente militar Ernesto Geisel, en 1974-1979, para encontrar un Gabinete desprovisto de mujeres) y además blancos, sin mulatos ni negros, y que siete de ellos estaban citados en las investigaciones judiciales de la operación Lava Jato. Estos eran el ministro jefe de la Secretaría del Gobierno, Geddel Vieira Lima, del PMDB, su correligionario Henrique Eduardo Alves, recuperado ministro de Turismo, el encargado de Educación y Cultura, José Mendonça Filho, de DEM, el titular de Defensa, Raul Jungmann, del PPS, el responsable de Salud, Ricardo Barros, del PP, el de Ciudades, Bruno Araújo, del PSDB, y el ministro de Planificación, Desarrollo y Gestión, Romero Jucá, a la sazón nuevo presidente en funciones del PMDB por licencia de Temer.

Los observadores se preguntaron por las implicaciones que las vicisitudes de estos políticos bajo sospecha, en particular el notorio Romero Jucá, pudieran tener en la gobernabilidad del país de la que tanto hablaba Temer. Pero es que además, el propio presidente en funciones había visto cuestionada su probidad en febrero, cuando el senador petista y ex ejecutivo de Petrobras Delcídio do Amaral, detenido bajo la acusación de obstrucción de la justicia y luego convertido en "delator premiado" por la misma, le había implicado en los tejemanejes de Lava Jato. En concreto, do Amaral se había referido a Temer como el "padrino" y protector de dos directivos del conglomerado Petrobras metidos en una serie de manejos ilícitos en tiempos de la Administración Cardoso. Tras conocer esta mención de su persona, Temer había enviado un escrito al STF donde refutaba esta "frívola e inconsecuente tentativa de enredarme en una trama delictiva para atentar contra mi honorabilidad y manchar mi imagen ante la justicia y la sociedad brasileñas".

Desde 2003 Michel Temer, que en 2013 sorprendió a los lectores de su manuales jurídicos con un libro de poemas y que hasta 2015 fue miembro activo de la Masonería, está casado en terceras nupcias con Marcela Tedeschi Araújo, una antigua miss y modelo hija de un amigo suyo a la que saca una diferencia de edad de, nada menos, 43 años: celebraron la boda cuando él tenía 62 y ella 19. Fruto de su primer matrimonio, con Maria Célia de Toledo, fueron sus tres hijas, Luciana, Maristela y Clarissa. El político estuvo luego casado con la profesora de inglés Neusa Aparecida Popinigis, con la que no concibió descendencia.

Posteriormente mantuvo una relación sentimental con la periodista Érica Ferraz, quien en 1999 le dio su primer vástago varón, Eduardo, el cual fue criado exclusivamente por la madre y al que según la prensa brasileña Temer viene pasando una pensión para su manutención y estudios. Finalmente, con Marcela Temer procreó a su quinto hijo, Michel, llamado familiarmente Michelzinho, que en el momento de la asunción de las funciones presidenciales por el padre contaba con seis años. Precisamente unos días antes de la sustitución de Rousseff, en abril de 2016, saltó la noticia de que la primera dama en ciernes de Brasil estaba embarazada del sexto vástago del líder peemedebista; se esperaba el nacimiento del bebé para el mes de agosto.

(Cobertura informativa hasta 15/5/2016)