Mauricio Funes Cartagena

En El Salvador, el partido y antigua guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) ganó las elecciones presidenciales de marzo de 2009, poniendo fin a 20 años de gobiernos de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), con un candidato que hasta unos meses atrás era ajeno a sus filas. Mauricio Funes, un periodista televisivo afamado por sus críticas a la gestión liberal y los manejos corruptos de las administraciones areneras, ha definido un perfil de formas moderadas y conciliadoras, y un discurso socialdemócrata confrontado, empero, con las imputaciones de prochavismo soterrado. Pasada la resaca de esta victoria histórica de la izquierda salvadoreña, Funes afronta desde su asunción el 1 de junio los graves problemas que acosan al pequeño país centroamericano: la pobreza y el subdesarrollo estructurales, la aguda violencia social y el impacto negativo de la gran crisis económica y financiera global, que aboca a El Salvador, especialmente vulnerable por su elevada dependencia de Estados Unidos, a la recesión.

(Texto actualizado hasta marzo 2009)

1. Un periodista con predicamento y crítico con los gobiernos de ARENA
2. Entrada en la política y postulación presidencial por el FMLN
3. Programa de Gobierno y victoria electoral


1. Un periodista con predicamento y crítico con los gobiernos de ARENA

El segundo de los tres vástagos varones del matrimonio formado por los señores Roberto Funes y María Mirna Cartagena, unos asalariados de la clase media sansalvadoreña que se ganaban la vida respectivamente como contador público y secretaria de oficina, cursó la enseñanza primaria en el Colegio Centroamérica, mientras que el tercer ciclo y el bachillerato los realizó en el Colegio Externado San José, centro privado regido por la Compañía de Jesús, con mucha solera en la capital del país y fama de estricto. Fue en las aulas escolares de los jesuitas donde despuntaron las inquietudes intelectuales y el gusto por la expresión escrita del muchacho, apodado Pajarito por sus compañeros, que sorprendía a alumnos y profesores con redacciones en las que disertaba sobre la actualidad política y diversas cuestiones teológicas y filosóficas. Algunos de sus artículos fueron publicados por periódicos locales.

En 1976, ostentando el poder el régimen derechista autoritario del Partido de Conciliación Nacional (PCN), con el coronel Arturo Armando Molina de presidente, el joven se graduó en el Externado con excelentes calificaciones, tras lo cual emprendió la carrera de Letras en la también jesuita Universidad Centroamericana "José Simón Cañas" (UCA). En estos años de formación superior, Funes encontró las inestimables ayuda y tutela de un universitario unos años mayor, Francis Hato Hasbún, un activista de izquierdas que trabajaba para los jesuitas como relaciones públicas y captador de financiación para los proyectos educativos y sociales del equipo rectoral que encabezaba el padre Ignacio Ellacuría.

En agosto de 1980, tres meses después de nacer su primer hijo, Carlos Alejandro, Jandro, fruto de su temprano matrimonio con la joven Marleni Velasco, y con el país, el de menor extensión pero de mayor densidad poblacional de América Latina, sumido virtualmente en un estado de guerra civil en la que se enfrentaban por un lado el Ejército y los escuadrones de la muerte de la extrema derecha, y por el otro un conjunto de organizaciones armadas revolucionarias y de la extrema izquierda, Mauricio encajó el fallecimiento en dramáticas circunstancias de su hermano mayor, al que estaba muy unido: Roberto, tras ser detenido en el curso de una protesta estudiantil en la que horas antes había participado su hermano menor, fue abatido por efectivos de la Policía Nacional, que, al parecer, lo acribillaron a balazos en una suerte de ejecución extrajudicial.

Meses después de sufrir esta primera tragedia personal, Funes puso término a sus estudios de Letras con la especialidad en Medios de Comunicación Social; aunque los dejó prácticamente conclusos, no llegó a obtener el título de licenciatura. Su compromiso lectivo con la UCA se prolongó con unas clases de Sociología y Economía. Aunque fue representante de los estudiantes en el Consejo Superior Universitario, ni durante ni después de su paso por la UCA canalizó sus ideas progresistas y sus preocupaciones sociales en el seno de un partido de izquierdas o de cualquier otro.

Esta abstención de militancia política la mantuvo Funes, joven de carácter calmoso y más bien reservado, pese a las circunstancias de la muerte de su querido hermano, y no obstante también las andanzas de su estrecho amigo y mentor, Hato Hasbún, quien en el curso de la mortífera guerra civil se destacó como gestor de las relaciones internacionales y mediáticas de las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL), una escisión del Partido Comunista Salvadoreño (PCS) devenida organización subversiva y que desde octubre de 1980 era parte integrante, junto con otros cuatro movimientos político-guerrilleros, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

Durante un lustro, Funes se ganó la vida como profesor de Literatura en colegios católicos de San Salvador, incluido su antiguo centro, el Externado San José, donde impartió docencia dando importancia a la comunicación audiovisual y el análisis del discurso. 1986 fue un año decisivo en su quehacer profesional al contratar como reportero por el Canal 10 de la Televisión Educativa, dependiente del Estado, que le colocó en su nuevo programa Noticiero Tele 10. La carrera de Funes en el periodismo televisivo salvadoreño se consolidó a partir de 1987 con su paso al Canal 12 y al programa Noticiero Al Día, que alcanzó unos altos niveles de audiencia por su seguimiento exhaustivo y analítico del agitado acontecer nacional de la época, en el cual cubrió la actividad parlamentaria de la Asamblea Legislativa y dirigió los debates políticos de la cadena, novedosos por su pluralismo; así, el Canal 12 dio cancha informativa y de opinión a los representantes de los movimientos políticos de izquierda, los sindicatos y las organizaciones sociales, antes excluidos de los medios de comunicación regulados por el Estado, una actitud que con frecuencia le acarreó la pérdida de publicidad, retirada como represalia por anunciantes de la empresa privada.

Funes también obtenía entrevistas exclusivas. Causaron sensación las concedidas, y emitidas por la cadena con gran polémica, por los dirigentes más conocidos del FMLN, el comandante Joaquín Villalobos, al que tomó la palabra en Costa Rica en 1988, y Schafik Jorge Hándal Hándal, el ortodoxo secretario general del PCS y coordinador de la Comisión Negociadora de la guerrilla, que se sometió a su cuestionario en 1991. Hasta el final de su carrera periodística dos décadas después, Funes entrevistó a varias personalidades de la política internacional, como el peruano Javier Pérez de Cuellar, los brasileños João Baena Soares y Luiz Inácio Lula da Silva, el colombiano César Gaviria, los españoles Felipe González y José María Aznar, el mexicano Vicente Fox y dos estadistas de primerísimo orden que luego, al plantearse su carrera política y concretarse su postulación presidencial, iban a salir a colación con bastante insistencia: el cubano Fidel Castro y el venezolano Hugo Chávez.

En 1991, el año en que fructificaron las negociaciones de paz entre el Gobierno de la muy derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), presidido por Alfredo Cristiani Burkard, y el FMLN tras once años de guerra civil con el estremecedor balance de 75.000 muertos, Funes puso un corto paréntesis a su labor en el Canal 12 en el contexto de unas desavenencias con su director de programación, el chileno Narciso Castillo. Durante unos meses, el periodista estuvo trabajando con Hato Hasbún, quien le contrató para que pusiera en marcha el centro de audiovisuales y la radio cultural universitaria de la UCA (YSUCA), que comenzó sus emisiones en noviembre de aquel año. En junio, fue fichado como colaborador por la cadena estadounidense CNN.

En 1992, con la marcha de Castillo del Canal 12, Funes se reincorporó a la cadena, asumiendo la conducción del programa La Entrevista Al Día y contribuyendo a perfilar la línea editorial del medio, que se caracterizó por su tono crítico con el Gobierno. Su hacer periodístico, definitivamente orientado a la monitorización y fiscalización del ejercicio del poder político, le hizo merecedor a lo largo de la década de una decena de premios y distinciones en el ramo de la comunicación social concedidos por entidades nacionales –la Asamblea Legislativa, el Arzobispado de San Salvador, el Instituto Salvadoreño para la Democracia (ISPADE) y la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES)- y de fuera –la UNICEF y el Gobierno de Brasil-, inclusive, en 1994, el prestigioso Maria Moors Cabot Prize de la neoyorquina Universidad de Columbia.

En 1997 fue nombrado director de noticias del Canal 12 nada más comprar la mexicana TV Azteca el 80% de las acciones de la cadena salvadoreña. En los seis años siguientes, Funes condujo también el Noticiero Hechos y presentó el espacio editorial Sin Censura, desde el que ganó mucho relieve mediático con su escrutinio censurador de los gobiernos nacionalistas de Armando Calderón Sol (1994-1999) y Francisco Flores Pérez (1994-2004). En todo este tiempo, siguió trabajando como corresponsal en El Salvador para la CNN en Español, tras cuyo monograma entrevistó a Fidel Castro en noviembre de 2000.

Ya en 1994, el periodismo de investigación de Funes sacó a la luz una trama corrupta de evasión fiscal, tráfico de influencias y conflicto de intereses que, luego de dar pie a una denuncia ante la justicia por un empresario arrocero, les costó sus puestos a los ministros de Hacienda, Ricardo Montenegro, y Agricultura y Ganadería, Carlos Mejía Alférez. El periodista recibía constantemente presiones políticas y económicas para que modificara su línea editorial, considerada oposicionista por el Ejecutivo, y hasta fue objeto de amenazas de muerte por un misterioso grupo clandestino. A raíz de los terremotos de enero y febrero de 2001, que mataron a un millar largo de personas y ocasionaron pérdidas materiales por valor de 1.600 millones de dólares, Funes denunció la lentitud burocrática de la distribución de la ayuda a los damnificados. En marzo de 2003 las presiones de Flores surtieron efecto y la dirección de la cadena retiró de su parrilla el programa que conducía Funes; en otras palabras, Sin Censura fue censurado, actuación que causó rechazo generalizado en el país.

Meses después, la TV Azteca México vendió su participación accionarial mayoritaria a su operadora en El Salvador, la TV Azteca Oriente, que conminó a las claras a Funes y su equipo a que facilitaran el proyecto de convertir el Canal 12 en una estación televisiva dedicada más al entretenimiento que a la información y la formación de opinión. Toda vez que el laureado periodista no daba su brazo a torcer, los dueños de la cadena dispusieron su cese fulminante como director de contenidos y noticias en febrero de 2005, rigiendo ya la Administración de Antonio Saca González, cuarto presidente consecutivo de ARENA y curiosamente un antiguo colega de profesión, aunque en su caso más activo en la radio que en la televisión. El método para poner a Funes de patitas en la calle, junto con siete colaboradores, no pudo ser más expeditivo y atrabiliario: le cortaron el sonido y la imagen en plena emisión, cuando se dirigía a los televidentes. Los despidos fueron denunciados como "arbitrarios" por la organización Reporteros Sin Fronteras, la APES y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos.


2. Entrada en la política y postulación presidencial por el FMLN

La drástica revocación del contrato de Funes con el Canal 12 no hizo más que magnificar la popularidad de quien fue definido por la agencia de noticias France Presse como un verdadero "fiscal sin tribuna". A estas alturas, el periodista era toda una celebridad nacional y una referencia de primer orden para la oposición izquierdista al Gobierno de ARENA. Este interés político en Funes no era de ahora. Tras ver cancelado Sin Censura en marzo de 2003 e imponerse ese mismo mes el FMLN a ARENA, por primera vez en votos y en escaños, en los comicios legislativos, el comunicador fue animado por Hasbún, metido en un papel de Pigmalión político, a que irrumpiera en la política profesional y a lo grande, como precandidato presidencial de la antigua guerrilla transformada en partido.

Sondeos del momento indicaban que el periodista, en efecto, no sólo era visto como una opción con posibilidades de derrotar al oficialismo, sino que era el preferido de los electores del FMLN, que en 1994 habían visto perder al socialdemócrata Rubén Zamora Rivas frente a Calderón y en 1999 al también moderado Facundo Guardado, antiguo comandante de las FPL y coordinador general del partido, amén de cabeza de la Corriente Renovadora, frente a Flores. Su buen conocimiento, por haberlas auscultado y divulgado, de las realidades y los problemas del país, y sus enfoques reformistas y sociales suplirían sus creces el hándicap de su absoluta inexperiencia en la administración de la cosa pública.

Funes aireó su disposición a lanzarse al proceso interno del FMLN si encontraba cierto nivel de adhesiones en el aparato de la formación, que desde su III Convención Nacional, en diciembre de 1995, cuando las antiguas organizaciones político-militares aprobaron autodisolverse en el seno de una única estructura, hasta 2000, fecha en que se decidió poner fin a este marco estatutario, había funcionado como un partido unitario articulado en tendencias oficiales. Sin embargo, la Comisión Política del FMLN prefirió avalar a Hándal, el veterano, influyente y respetado líder histórico, ex secretario general del PCS y ex jefe de la Corriente Revolucionaria-Socialista (CRS) dentro del FMLN, quien en julio de 2003 sacó adelante su ambición derrotando en la elección primaria a Óscar Ortiz, el alcalde de Santa Tecla. Posteriormente, en marzo de 2004, Hándal fue contundentemente derrotado por Saca en la elección presidencial.

De vuelta a 2005, tras ser despedido del Canal 10, Funes fue asesorado por su inseparable Hasbún sobre los pasos a seguir. Por de pronto, éste le convenció de la oportunidad de fundar una sociedad empresarial de productos televisivos que pudiera contratar con alguna cadena nacional y de paso permitirle a él seguir apareciendo en antena. Dicho y hecho, en mayo de 2005 Funes retornó a la televisión con el programa La Entrevista, emitido por la cadena Megavisión en sus canales 15 (El Salvador Televisión) y 21. Rápidamente, el espacio conducido por Funes se convirtió en líder de audiencia en la franja horaria matutina.

En el horizonte asomaban las elecciones presidenciales de 2009 y Hasbún empezó a realizar los movimientos necesarios para desbrozar de obstáculos un nuevo envite de su amigo y socio. La muerte en enero de 2006 de Hándal sin duda facilitó el proyecto del singular tándem formado por Funes, el periodista, y Hasbún, el relaciones públicas e interlocutor político. Las elecciones legislativas celebradas el 12 de marzo de aquel año reforzaron la naturaleza bipolar del sistema salvadoreño al empatar los dos partidos mayoritarios en el 39% de los votos, si bien el FMLN sacó dos escaños menos, 32, que ARENA, que trepó hasta los 34 diputados. En abril de 2007, varios medios de comunicación informaron que la Comisión Política y el coordinador general del FMLN (desde 2004), Medardo González, sopesaban una candidatura presidencial del presentador de La Entrevista, que ya tenía detrás un movimiento ciudadano de apoyo integrado por intelectuales, empresarios, activistas sociales y antiguos funcionarios; se trataba de la génesis del luego denominado Movimiento Ciudadano Amigos de Mauricio.

Otro nombre barajado por la cúpula del partido era el de Salvador Sánchez Cerén, con un perfil y una trayectoria completamente distintos. Se trataba de un histórico del FMLN, antiguo comandante guerrillero y político bregado, como secretario general de las FPL, negociador de los Acuerdos de Paz de Chapultepec de enero de 1992, diputado nacional, dos veces (1995-1997 y 2001-2004) coordinador general del FMLN y ahora mismo jefe de la bancada efemelenista en la Asamblea, donde había sucedido a Hándal. Sánchez Cerén era el último miembro de la antigua Comandancia General de la guerrilla que continuaba en el partido y su imagen, a pesar de haber dejado atrás el marxismo-leninismo y abrazado el socialismo democrático, era más bien radical y dogmática; por ejemplo, en 2001 había encabezado una marcha del partido hasta el Palacio Nacional en la que se jaleó al autor de los atentados del 11-S, Osama bin Laden, se corearon consignas a favor de los talibanes afganos y se quemaron banderas de Estados Unidos. Ahora, sin embargo, las bases apostaban fuerte por el suave y no ideologizado Funes, y así se lo transmitieron a la dirigencia.

Concluidas las deliberaciones con una decisión integradora, el 27 de septiembre de 2007 la Comisión Política del FMLN propuso al Consejo Nacional del partido que Funes fuera el candidato a la Presidencia y Sánchez su compañero de fórmula para la Vicepresidencia. Horas antes de hacer el anuncio a los medios, Menardo González se reunió con el interesado para comunicarle la proposición del partido, obteniendo el sí por respuesta. A continuación, el periodista comunicó personalmente a los espectadores de su programa su adiós al Canal 15 y a la profesión de comunicador audiovisual para dedicarse a la política. Semanas atrás, ya había concertado con Megavisión la retirada de antena del espacio La Entrevista. Asimismo, terminó su corresponsalía para la CNN en Español tras 16 años de colaboración con la cadena estadounidense e interrumpió la difusión radiofónica de Sin Censura, que en mayo anterior había regresado con un nuevo formato dentro de la parrilla de la Radio Cadena mi Gente.

El octubre, justo cuando se embarcaba en su más excitante empresa profesional y vital, Funes sufrió un golpe terrible y desgarrador: su primogénito, Alejandro, un artista de 27 años apasionado de la fotografía de temas arquitectónicos, murió víctima de un absurdo acto criminal en París, tras ser atacado por un desconocido en una calle próxima al Museo del Louvre. Según el informe de la Policía francesa, en la noche del primero de octubre Jandro fue agredido con una navaja por un sujeto de origen marroquí con el que se encaró para que dejara de molestar a un grupo de estudiantes extranjeros y parisinos; herido de gravedad por el maleante, el joven salvadoreño fue ingresado en el hospital de Beaujon y al cabo de unos días, el 10 de octubre, falleció con un parte de traumatismo craneal. En el momento de su muerte, Jandro trabajaba como asistente en el estudio fotográfico Photo Luxe, en la comuna de Fontenay-sous-Bois, y unos meses atrás se había graduado en la Escuela de Fotografía MJM.

Funes perdió a su hijo mayor cuando acababa de ser padre por cuarta vez con el nacimiento de Gabriel, fruto de su matrimonio, el tercero, con la abogada Vanda Pignato, una brasileña naturalizada salvadoreña que fungía de directora del Centro de Estudios Brasileños de la Embajada del país sudamericano en San Salvador, y que representaba en Centroamérica al Partido de los Trabajadores (PT) del presidente Lula da Silva. Los otros dos retoños de Funes eran Carlos, tenido con Marleni Velasco, y Diego, concebido con su segunda esposa, la presentadora de televisión Regina Cañas, antes de terminar este matrimonio en divorcio también. En enero de 2009 Funes y Velasco iban a reunirse en París con motivo de la presentación de la exposición París Lineal, que recogía algunos de los trabajos fotográficos de Alejandro. Los padres aprovecharon la inauguración de la muestra, organizada por la asociación cultural Alianza Francesa de San Salvador, para anunciar la puesta en marcha de la Fundación Jandro Funes Velasco, dirigida a ayudar a jóvenes creativos en las primeras etapas de sus carreras artísticas.

Ensombrecida en lo personal por tan amargo trance, tuvo lugar el 11 de noviembre de 2007 la proclamación oficial de Funes como candidato presidencial del FMLN, en un multitudinario acto celebrado en el Estadio Cuscatlán de la capital y que orgánicamente quedó consignado como la XXIII Convención Nacional del partido. La fecha no era casual: se cumplían 18 años desde la gran ofensiva lanzada por la guerrilla contra San Salvador, que si bien fracasó en su objetivo de conquistar el poder por las armas y provocó cientos de muertos, tuvo el efecto de dinamizar las conversaciones ya abiertas con el Gobierno, con el resultado conocido de los Acuerdos de Paz alcanzados en Nueva York en 1991 y signados en México D. F. en 1992. En su discurso de aceptación ante 70.000 enfervorizados partidarios literalmente tapizados de rojo, el color del efemelenismo, Funes desglosó los ejes temáticos de su programa de gobierno, lanzó duras críticas a ARENA, que llevaba 18 años "enquistada" en el poder sin haber hecho "nada" para mejorar las condiciones de vida de los salvadoreños, y proclamó que en El Salvador había "nacido la esperanza".

Comenzaba para el candidato opositor un largo maratón proselitista de 16 meses, en el curso del cual iba a tener que defenderse de una feroz campaña de desprestigio personal y de amedrentamiento ideológico del electorado lanzada por ARENA (cuyo himno seguía incluyendo las anacrónicas proclamas de "El Salvador será la tumba donde los rojos terminarán" y "Patria sí, comunismo no") con el apoyo de la maquinaria mediática del Estado y buena parte de las empresas de comunicación privadas. Sin embargo, las encuestas le situaron desde el primer momento como el postulante más consistente, adquiriendo una ventaja variable sobre su contrincante del oficialismo, Rodrigo Ávila Avilés, el dos veces director de la Policía Nacional Civil, primero con Calderón Sol y últimamente con Saca. Todos los observadores señalaron que era la primera vez que la izquierda salvadoreña, que nunca había gobernado en el país centroamericano, tenía posibilidades reales de vencer. El 27 de agosto de 2008, por imperativo legal, Funes dejó de ser un político no adscrito al darse de alta como militante del FMLN.


3. Programa de Gobierno y victoria electoral

En su Programa de Gobierno, titulado Cambio en El Salvador para vivir mejor y dado a conocer el 17 de agosto, Funes y el FMLN empezaban por marcar el contrapunto: ellos representaban, por primera vez, una opción "especialmente dedicada a las clases populares", a diferencia de los gobiernos areneros, "supeditados a intereses de pequeños grupos" que habían "mostrado su incapacidad de conducir el país hacia el bien común". Tras 20 años de "malos gobiernos y políticas neoliberales perjudiciales para los intereses del país", que "sembraron de injusticias, abusos y calamidades la vida de las mayorías sociales", era el momento de abrir las puertas a un "Cambio", con mayúsculas, para "construir la paz en democracia, con crecimiento económico y justicia social". Tras enumerar una serie de desafíos en los distintos ámbitos de la vida nacional, el Programa presentaba los cuatro grandes ejes reformistas de un gobierno del FMLN.

En primer lugar, se abordaría la reforma social, para avanzar hacia "una sociedad más justa y solidaria", superando en el camino lacras como la pobreza (el 47% de la población la padecía, según datos de la CEPAL), la exclusión, la desigualdad, la marginalidad, la descomposición familiar, el desempleo y el subempleo (respectivamente el 7% y el 43%, según el PNUD), la carestía de la vida y la emigración, esta última crecida vertiginosamente en los últimos años (el censo de 2007 concluyó que 5,7 millones de salvadoreños vivían en el territorio nacional, frente a cerca de 3 millones de compatriotas que residían como emigrantes en el extranjero, fundamentalmente en Estados Unidos). En este terreno se adoptarían políticas sectoriales orientadas, entre otros ámbitos y colectivos, a las familias, la alimentación y el consumo básico, la salud (en aras de un sistema único de cobertura universal), la educación (para avanzar también en su gratuidad y universalidad), la vivienda y el sistema de pensiones. Además, Funes asumía un "firme compromiso" con los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio, acordados en 2000 por la Asamblea General de la ONU y cuyo horizonte de cumplimiento era 2015.

Para los efemelenistas, también constituía una reforma social, y particularmente urgente, frenar la inseguridad ciudadana y poner fin, a través de una "estrategia de largo alcance y de combate a fondo", a la impunidad de la delincuencia de las temibles maras, o pandillas juveniles callejeras, y del crimen organizado involucrado en el narcotráfico, que estaban causando verdaderos estragos, hasta convertir a El Salvador, según estadísticas de organismos especializados, en el país más violento de Latinoamérica con una tasa de 68 homicidios por cada 100.000 habitantes. La lucha contra la brutal ola de violencia social combinaría la persecución policial del delito con estrategias de prevención del mismo, acciones para reducir los factores generadores y programas de rehabilitación de delincuentes.

Indisociable de lo anterior era la reforma económica, para vigorizar las débiles tasas de crecimiento registradas en los últimos tiempos, estimular las actividades generadoras de riqueza y asegurar un desarrollo económico "equitativo, incluyente, sostenible y compatible con la democracia", no pendiente únicamente de la, por otro lado necesaria, estabilidad macroeconómica, que iba de la mano del saneamiento financiero con rigor fiscal. La verdad era que el próximo presidente salvadoreño iba a hacer frente a una situación enormemente complicada, ya que la economía nacional dependía en buena medida de las exportaciones a Estados Unidos y, sobre todo, de las remesas de los cientos de miles de salvadoreños allí instalados: a últimos de 2008, la grave crisis financiera y económica en que se sumió la superpotencia norteña ya hizo sentir sus efectos nocivos en la pequeña nación centroamericana, que vio descender los envíos de dinero de los trabajadores emigrados.

Durante la campaña, Funes subrayó que un Gobierno con él de presidente mantendría el buen clima para los negocios y respetaría escrupulosamente la seguridad jurídica de la propiedad y la empresa privadas. El Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica, la República Dominicana y Estados Unidos (CAFTA), ratificado por El Salvador el mismo año de su firma, 2004, y que desde su entrada en vigor en 2006 había impulsado las exportaciones no tradicionales (agroalimentación, metalmecánica y química-farmacéutica), no era cuestionado. Y la circulación del dólar de Estados Unidos como la moneda nacional (desde 2001, cuando sustituyó al colón) no era reversible. La tercera gran acción reformista del Programa del FMLN se refería a la gestión sostenible de los recursos naturales y el medio ambiente. La cuarta, por último, abordaba una reforma política que tenía como objetivos mejorar la calidad democrática y la solvencia de las instituciones del Estado, extender el principio de la buena gobernanza y extirpar los comportamientos corruptos de la gestión de la cosa pública.

La reforma política, sin embargo, no haría necesaria una reforma constitucional: Funes decía "estar a gusto" con la Carta Magna de 1983 y las enmiendas a ella aplicadas para dar vigencia a los Acuerdos de Paz que finiquitaron la guerra civil; según él, se trataba más bien de hacer un cumplimiento cabal de los principios y derechos ya proclamados por la norma suprema. En particular, manifestó su desinterés en cualquier mecanismo que posibilitase prolongar el mandato presidencial quinquenal, bien permitiendo la reelección consecutiva, bien eliminando el límite de mandatos, tal como habían hecho varios gobiernos de América del Sur. La meta no era otra que construir en El Salvador "un verdadero Estado Constitucional, Social y Democrático de Derecho".

En conjunto, la declaración de intenciones del FMLN, superando una vieja asignatura pendiente de la formación izquierdista, se presentaba muy bien estructurada y, más allá de la habitual formulación de compromisos y promesas, llamaba la atención por la precisión de los diagnósticos y la sobriedad expositiva, dejando a un lado la retórica revolucionaria, la fraseología reivindicativa o los alegatos populistas. Un programa que podía pasar por socialdemócrata moderado, pese, precisamente, a la práctica desaparición, a fuerza de purgas y escisiones, de los elementos socialdemócratas del FMLN, que desde la supresión estatutaria del sistema de tendencias en 2000 se encontraba bajo el control hegemónico de la facción comunista-socialista, ganadora del debate sobre la orientación doctrinal del partido; más aún, en diciembre de 2006 antiguos y nuevos militantes comunistas habían celebrado un congreso de refundación del PCS.

Las cuestiones sobre su adscripción y sus referentes ideológicos llovieron sobre Funes una y otra vez, dificultando su deseo de proyectarse como un candidato pragmático, post-ideológico e integrador, al estilo, salvando las distancias, del demócrata Barack Obama en Estados Unidos. A remolque del discurso del miedo esgrimido por ARENA y sus pequeños aliados de la derecha, el PCN y el otrora mayoritario Partido Demócrata Cristiano (PDC), que advirtieron con tonos catastrofistas contra la llegada a El Salvador del "comunismo" y el "socialismo del siglo XXI", la conversión del país en un satélite de la Venezuela de Hugo Chávez y la asunción de un presidente débil, títere del vicepresidente, Sánchez Cerén, y de la vieja guardia guerrillera del FMLN, el aspirante hubo de destinar amplios segmentos de sus entrevistas y declaraciones de prensa a hacer una serie de mentís y negaciones.

Así, aseguró que él, ni era marxista ni se consideraba socialista, que no estaba "interesado" en "rescatar" y "construir" tales ideologías como sistemas de Gobierno, y que el reformismo constitucional para diseñar un ropaje jurídico-institucional a medida no tenía cabida en su agenda. Igualmente, se negaba a concebir las relaciones exteriores de El Salvador de manera que el país tuviera que alinearse antagónicamente con Caracas o con Washington. Los temores al "revanchismo" histórico del FMLN carecían también de fundamento, aseguró Funes, ya que se acepaba la Ley de Amnistía General de 1993, si bien él prefería transformarla en una "Ley de Reconciliación Nacional", y la apertura de juicios a ex altos mandos de la Fuerza Armada por su implicación en las violaciones masivas de los Derechos Humanos durante la guerra civil estaba descartada. "Yo no me puedo tirar los cinco años persiguiendo militares", declaró al diario salvadoreño El Mundo en enero de 2009. Y al mismo medio: "No se trata de ninguna vendetta, (…) de perseguir a nadie. Se trata de desmontar el sistema de privilegios, porque eso sí es nocivo para el país, la democracia y la economía social de mercado".

Funes también tuvo que posicionarse positivamente. Él se veía a sí mismo como "un revolucionario y un hombre de izquierdas que cree en la democracia, en la justicia social y el humanismo", explicó en otra entrevista en octubre del 2007, pero su izquierdismo se identificaba más con las líneas moderadas del brasileño Lula y su PT o del socialismo chileno de Michelle Bachelet, que con las concepciones radicales de Chávez en Venezuela o Evo Morales en Bolivia. Por otro lado, insistió en su condición de profundo creyente en Dios.

Inquirido sobre el tipo de relaciones que mantendría con Estados Unidos, la Venezuela bolivariana y la Cuba comunista, el candidato subrayó la prioridad de una diplomacia independiente y no alineada, que permitiese mantener unos tratos normalizados y fructíferos con todo el mundo. Los vínculos con Estados Unidos, por su dimensión económica, eran de primer orden y debían cuidarse y fortalecerse, pero serían despojados del, en opinión del FMLN, servilismo que había caracterizado a los gobiernos de ARENA, cuya máxima expresión había sido el cuerpo militar expedicionario de Irak, desplegado en el país árabe en 2003 y finalmente repatriado tras el anuncio hecho por el presidente Saca en diciembre de 2008. De hecho, con Flores y Saca, El Salvador se había convertido en el más encendido aliado continental de Estados Unidos y la Administración republicana de George Bush, pero esta posición era ahora mismo excepcional en Centroamérica, donde gobiernos de izquierda o centro-izquierda habían llegado sucesivamente al poder en Panamá (2004), Honduras (2006), Costa Rica (2006), Nicaragua (2007) y Guatemala (2008). Es más, si en marzo de 2009 Funes ganaba en El Salvador, las opciones latinoamericanas de derecha o liberal-conservadoras sólo seguirían gobernando en México y Colombia.

Funes manifestó su "respeto" por las estrechas relaciones de hermandad ideológica que su nuevo partido, el FMLN, venía cultivando con Chávez, pero aquellas "no me comprometen a privilegiar una relación con él", puntualizó. Ahora bien, el polémico asunto distó de quedar zanjado en un sentido o en otro. En agosto de 2008 el aspirante presidencial elogió el ambicioso instrumento de integración continental promovido por Chávez, la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA, del que en Centroamérica ya eran miembros Nicaragua y Honduras por decisión de los presidentes respectivos, el sandinista Daniel Ortega y el liberal progresista Manuel Zelaya) por su aspectos más prácticos y útiles, como las posibilidades que brindaba de obtener petróleo venezolano a precios preferenciales; de hecho, algunos ayuntamientos del FMLN ya estaban beneficiándose con suministros de este petróleo barato.

Entonces, Funes dejó en el aire la posibilidad de, si llegaba a la Presidencia, meter a El Salvador en el ALBA, lo que supondría una clara orientación al eje de izquierda latinoamericano Caracas-La Habana-La Paz-Managua. Pero luego pareció distanciarse de este escenario al enfatizar que no suscribiría "nada que contradiga los acuerdos económicos ya firmados por El Salvador ni que ponga en peligro la estabilidad económica y política del país"; es decir, que el alcance de las relaciones con Venezuela estaría sujeto a lo que dictara la prioridad comercial estadounidense.

Desde el oficialismo, Ávila y Saca explotaron a conciencia este controvertido filón para persuadir al electorado de que Funes venía a ser poco menos que el quintacolumnista de Chávez en El Salvador. La propaganda de ARENA arreció en la recta final tras informar medios progubernamentales que a los fondos de campaña de Funes estaba afluyendo dinero enviado directamente desde Caracas. El opositor lo negó con vehemencia y días antes de las elecciones anunció que se querellaría contra Saca "por mentiroso", ya que "sabía" que los 2,2 millones de dólares transferidos a su cuenta provenían de dos préstamos personales en regla otorgados por el conocido empresario salvadoreño Nicolás Salume, quien había accedido a financiar su campaña.

No tan espinosa se planteaba la cuestión de los tratos con Cuba, y aquí Funes fue más preciso. De seguro, pondría fin a la anomalía que para El Salvador suponía haberse convertido en uno de los últimos países de América Latina que no mantenía relaciones diplomáticas con Cuba (el otro era Costa Rica), en el vado desde la ruptura de 1959. Con La Habana se abrirían relaciones políticas, comerciales y económicas, al igual que con China.

A la cita con las urnas Funes llegó apurando sus mensajes movilizadores e integradores: tras décadas caracterizadas por la "sucesión de partidos oficiales", había llegado la hora de apostar por la "alternancia" y de poner fin a la "usurpación de la voluntad ciudadana". Su gobierno, repitió, sería "incluyente", de todos los sectores del país, y no escatimaría esfuerzos para construir alianzas políticas y sociales. Funes tendía la mano a la propia ARENA, de cuyos sectores dialogantes (como el encabezado por el ex presidente Calderón Sol, quien dijo que creía que el efemelenista era "un muchacho preparado, bien intencionado, con un planteamiento socialdemócrata) esperaba cooperación, comenzando por la Asamblea, donde los 35 diputados metidos en las legislativas del 18 de enero, que sirvieron de pulsímetro de la carrera presidencial, con un 42,6% de votos para la formación izquierdista –cuatro puntos más que el oficialismo-, no dejaban de ser una mayoría simple susceptible de sufrir el bloqueo de la derecha.

Funes era todavía era el favorito, aunque en las últimas semanas Ávila había recortado mucha desventaja, subida que los analistas atribuyeron a la agresiva campaña montada por su partido. No era en absoluto descartable el escenario de una segunda vuelta, ya vivido en las elecciones de 1984 y 1994. En la jornada electoral del 15 de marzo de 2009, devenida duelo de dos al haberse retirado de la contienda los postulantes de los demás partidos, Funes se adjudicó la victoria en la primera vuelta con el 51,3% de los votos frente al 48,7% sacado por Ávila, quien, en un gesto de madurez democrática, se apresuró a reconocer su derrota y a felicitar a su rival. La participación alcanzó el 62% del censo y los equipos de observadores de la OEA y la Unión Europea certificaron la validez del proceso, no sin constatar algunos incidentes menores y anomalías aisladas. El júbilo de los efemelenistas se desbordó en las calles de San Salvador y las demás ciudades del país.

En sus primeros pronunciamientos como presidente electo de la República para el período de cinco años que arrancaba el primero de junio, un eufórico Funes, entre referencias a Jesucristo y el asesinado obispo Óscar Arnulfo Romero, agradeció el apoyo de "todos los que vencieron el miedo y apostaron por el cambio y la esperanza", declaró llegados el "turno del ofendido" y la "oportunidad de los excluidos", llamó a la "esperanza y reconciliación que hizo posible la firma de los Acuerdos de Paz", e invocó el "espíritu de la unidad nacional", que exigía "dejar de lado la confrontación y el revanchismo", y "despolarizar el país en la medida en que se va a despolarizar social y económicamente".

(Cobertura informativa hasta 20/3/2009)