François Bozizé

El último golpista uniformado de África es un corredor de fondo que alternativamente ha prestado o retirado apoyos a los cuatro regímenes, civiles y militares, sucedidos en las más de cuatro décadas de historia de la República Centroafricana como Estado independiente.

Incorporado a la milicia en tiempos del primer presidente, David Dacko, en 1966 fue admitido en la Escuela Especial de Formación de Oficiales en Activo (ESFOA) de Bouar al poco de instaurarse la dictadura del coronel Jean-Bédel Bokassa. En 1969 obtuvo el despacho de teniente y fue integrándose progresivamente en los círculos del poder. Ascendido a capitán y a jefe de batallón en 1976, en marzo de 1977 Bokassa, ya autoproclamado emperador de Centroáfrica con el nombre de Bokassa I, le nombró su edecán y le integró en la administración del Gobierno en calidad de "consejero técnico" del Ministerio de Defensa.

En septiembre de 1979 Bozizé ostentaba el rango de general de brigada cuando se produjo la caída de Bokassa por instigación francesa y Dacko fue repuesto en la Presidencia. El militar entró en el nuevo Gobierno como secretario de Estado para las Fuerzas Armadas Centroafricanas (FACA), un puesto equiparable al de ministro de Defensa. En 1981 realizó un curso de capacitación militar en la Escuela Superior de Guerra de París y en diciembre de ese año fue retenido en el Ejecutivo por el nuevo dictador del país, general André Kolingba, el jefe del Estado Mayor de las FACA que el 1 de septiembre anterior había dado un triunfante golpe de Estado, si bien como titular de una cartera de menor entidad, la de Información y Cultura.

De todas maneras, bien poco duró esta colaboración entre dos generales que se conocían bien. Bozizé era un hombre demasiado vinculado a los regímenes de Bokassa, Dacko y el antiguo partido único, el Movimiento de Evolución Social del África Negra (MESAN, que en la segunda administración de Dacko fue reemplazado por la Unión Democrática Centroafricana), tal que se involucró en una rebelión encabezada por el líder de la oposición, el antiguo primer ministro Ange-Félix Patassé. El alzamiento fue ejecutado el 3 de marzo de 1982, pero el mando militar se mantuvo fiel a Kolingba y los rebeldes tuvieron que poner pies en polvorosa. Descubierta su deslealtad, Bozizé fue destituido como ministro y según parece pudo imitar a Patassé tomando refugio en la embajada francesa.

El caso es que poco después estos dos norteños pertenecientes a dos grupos étnicos tradicionalmente marginados, los gbaya el caso del general y los sara en el del ex primer ministro, compartieron un largo exilio en Togo. Luego Patassé se instaló en Francia y Bozizé se dirigió a Benín, pero en 1989 el Gobierno de este país le entregó a las autoridades de Bangui, las cuales le metieron inmediatamente en prisión, donde, según algunas fuentes, el general sufrió sevicias y torturas.

En 1992 Kolingba amnistió a Bozizé en aras del proceso de democratización que se vio obligado a iniciar por las presiones internacionales. Al punto, el militar anunció su participación en las próximas elecciones presidenciales. Inscrito sin la cobertura de un partido político y carente de una base popular de apoyos, el 22 de agosto de 1993 Bozizé quedó en una anecdótica séptima posición con el 1,5% de los votos y fue batido por los cuatro líderes políticos del momento -y de los próximos años-: su compañero de peripecias conspiradoras, Patassé, ganador de la Presidencia, el ex primer ministro Abel Goumba, el ex presidente Dacko y el propio Kolingba, el gran derrotado de la jornada. Bozizé fracasó rotundamente sobre todo en su terruño, la prefectura de Ouham, donde no llegó al 2% de los votos mientras que Patassé cosechó el 88%.

La sobrada compensación vino en forma de nombramiento como jefe del Estado Mayor de las FACA por Patassé, que halló en Bozizé un eficiente cancerbero de su gobierno. El general defendió al presidente y a la constitucionalidad que representaba durante los violentos motines militares, nada menos que cuatro, registrados entre mayo de 1996 y enero de 1997, el último de los cuales excedió claramente la supuesta condición de insubordinación para exigir el abono de pagas retenidas y tomó el cariz de una sublevación golpista en toda regla que Patassé logró capear gracias a la reacción conjunta de los efectivos de las FACA a las órdenes de Bozizé y de las tropas francesas basadas en el país.

En todas estas asonadas casi todos los rebeldes eran miembros de la minoritaria etnia yakoma, asentada en el sur y que, no por casualidad, tenía al ex dictador Kolingba como representante más destacado. La mayoría de los 3.000 miembros del exiguo Ejército centroafricano eran sureños de las regiones ribereñas del río Ubangui, al igual que las élites políticas de los regímenes de Dacko y Bokassa.

Con la integridad de su Gobierno y su seguridad personal dependientes, sucesivamente, del contingente militar francés, una fuerza panafricana de interposición, la misión de cascos azules de la ONU y, finalmente, soldados libios enviados por Muammar al-Gaddafi y efectivos de una guerrilla foránea que operaba ilegalmente en el país, el Movimiento de Liberación Congoleño (MLC) de Jean-Pierre Bemba, Patassé fue apoyándose crecientemente en sus protectores extranjeros en detrimento de las FACA, una institución minada por las camarillas de poder, el tribalismo y la corrupción, en un país desvertebrado, de fronteras diluidas y con el Estado ausente en buena parte de su territorio.

No están muy claras las razones del alejamiento entre Bozizé y Patassé. Ya fuera la solidaridad étnica frente al empuje y las exigencias de los sureños, la lealtad del militar profesional al orden legalmente establecido o el sostén interesado a cambio de prebendas y privilegios las razones lo que había tenido al general del lado del Gobierno, el caso es que el presidente perdió la confianza en su comandante hasta el punto de hallarle involucrado en el intento de golpe de Estado perpetrado por Kolingba y sus seguidores en las FACA el 28 de mayo de 2001. En éste el más serio embate contra su Gobierno, Patassé se salvó exclusivamente gracias al centenar de soldados libios enviados apresuradamente por Gaddafi -formalmente, bajo mandato de la Comunidad de Estados Sahelo-Saharianos (CENSAD)- y, en menor medida, a los milicianos del MLC.

Sofocados los combates con un severo balance de muertos por ambas partes y destrucciones, Patassé desató represalias contra los partidarios de Kolingba -quien corrió a refugiarse en Uganda- en las FACA, y en esta depuración de responsabilidades Bozizé fue tocado. El 26 de octubre el general fue abruptamente destituido por Patassé como jefe del Estado Mayor de las FACA y el 2 de noviembre la justicia requirió su comparecencia para que diera explicaciones sobre su participación en el golpe de mayo.

Bozizé entendió que esto no era sino una orden de arresto encubierta, así que resolvió resistirse con las armas. Atrincherado con un nutrido grupo de leales en unos barracones en un suburbio al norte de Bangui, a partir del 3 de noviembre el general se enzarzó en duros combates con la guardia presidencial y gendarmes afectos a Patassé, quienes, asistidos discretamente por los libios, amagaban contra su bastión con la orden de prenderle. La mediación del enviado especial de la ONU, el senegalés Lamine Cissé, tuvo la virtud de apaciguar las luchas y seguramente facilitó una retirada pactada de Bozizé, quien el 9 de noviembre emprendió la huida a Chad secundado por 300 partidarios.

Con la aquiescencia del Gobierno de Idriss Déby, en el país vecino del norte Bozizé reorganizó sus huestes con la determinación de derrocar a Patassé y hacerse con el poder en la República Centroafricana a la primera oportunidad. En los meses siguientes el presidente chadiano rechazó el requerimiento de extradición hecho por Patassé y facilitó a Bozizé y su gente los medios con que librar choques fronterizos con las unidades gubernamentales centroafricanas dirigidas por un antiguo comandante rebelde chadiano, Abdulaye Miskine, reclutado por Patassé para contrarrestar las incursiones realizadas desde Chad

Lo que se conformó en la República Centroafricana fue otra de esas típicas situaciones de guerra de baja intensidad en esta parte de África en las que dos estados enemistados delegan en la oposición armada del otro la responsabilidad de hostilizar y debilitar. Al igual que otras muchas bandas irregulares y guerrillas que operan libremente en una vasta extensión de millones de kilómetros cuadrados en África central, afectando a una decena de países, los milicianos de Bozizé dieron pábulo a informes sobre bandolerismo, pillaje y demás abusos contra población civil.

En octubre de 2002 Bozizé se sintió fuerte como para lanzar una ofensiva general contra Patassé. El 25 de ese mes, pocos días después de abandonar N'Djamena y de instalarse en Francia en calidad de asilado político, sus hombres, entre los que figuraban no pocos chadianos, cruzaron la frontera de Chad, atravesaron la República Centroafricana de norte y sur y se presentaron en Bangui. Tras sentar sus reales en el sector septentrional de la capital, donde contaban con simpatizantes civiles, los rebeldes dirigieron sus ataques contra el Palacio presidencial, el aeropuerto y el edificio de la radio gubernamental, pero la defensa planteada por el contingente libio volvió a revelarse tan firme como decisiva, tanto más cuanto que los soldados de las FACA apenas se dejaron ver. De hecho, el conflicto armado tomó el cariz de una lucha por el poder a cargo de dos líderes asistidos por combatientes reclutados, mercenarios contratados y aliados extranjeros.

En plena refriega, que conoció un empleo profuso del fuego de mortero y de artillería pesada, Bozizé emitió una declaración desde Radio France International reclamando la paternidad del ataque y exigiendo a Patassé su dimisión a menos que convocara de inmediato una mesa de diálogo con todos los grupos de oposición. La proclama cayó en saco roto y Patassé, esta vez verdaderamente por los pelos, volvió a salir airoso de su enésimo embate, de suerte que el día 31 los hombres de Bozizé emprendieron la retirada acosados por el heteróclito frente de fuerzas oficialistas.

Semejante fracaso no desanimó a Bozizé, que no tenía duda de la extrema debilidad política y militar de su enemigo, carente de fuerzas propias y totalmente dependiente del auxilio exterior. El hecho de que emitiera su proclama golpista desde Francia ya se consideraba suficientemente sospechoso, si no esclarecedor, y ello a pesar de que desde la evacuación por fases en 1997 y 1998 del contingente militar francés, 1.500 efectivos, en terminación del tratado de protección franco-centroafricano de 1966, París presentaba sus relaciones con su ex colonia como las normales de cooperación entre dos estados amigos, sin los rasgos de dependencia o injerencia que habían caracterizado los años precedentes.

Por de pronto, Bozizé se aseguró una plataforma de invasión desde el propio territorio centroafricano, y en diciembre los medios regionales informaron que sus fuerzas tenían el control efectivo de Bozoum, Bossangoa y Kaba Bandoro, capitales respectivamente de las prefecturas norteñas de Ouham Pendé, Ouham y Gribingui, perfilándose una situación de fractura nacional y de guerra civil. En todas esas áreas Bozizé ya había socavado virtualmente las bases de apoyos populares de Patassé. Por lo que respecta a Bangui, los desmanes causados en la ciudad por milicianos del MLC tras poner en fuga a los hombres de Bozizé hicieron un flaco favor a Patassé. Para un sector creciente de la sociedad civil, Patassé era un mandatario desacreditado, incapaz de mantener el orden, de sacudirse de la dependencia extranjera y de solucionar el marasmo económico.

La ocasión de golpear de nuevo se planteó a Bozizé después de la retirada, el 31 de diciembre, del contingente libio -un número incierto de hombres, entre 80 y 300 - y su sustitución por dos centenares largos de soldados de Gabón. Esta tropa era el grueso de una misión de protección acordada por una organización regional que, precisamente, tiene su sede en Bangui, la Comunidad Económica y Monetaria de África Central (CEMAC). Chad mismo, ya que país miembro de la CEMAC, anunció el envío de 100 soldados de su parte. Evidentemente, el compromiso de la llamada Fuerza Multinacional en Centroáfrica (FOMUC) de empuñar las armas en defensa de Patassé no iba a ser, con mucho, el expresado por los libios, que respondían a los intereses de penetración política y económica de Gaddafi en esta parte de África rica en recursos naturales.

El 15 de marzo de 2003 Patassé se encontraba en la capital de Níger, Niamey, asistiendo a la V Cumbre de la CENSAD cuando aproximadamente un millar de partidarios armados de Bozizé tomaron centros neurálgicos de la capital, inclusive el Palacio presidencial y el aeropuerto de M'poko, sin encontrar gran oposición y anunciaron por radio que el general era el nuevo presidente de la República. La FOMUC no intervino y observó impávida cómo las turbas se lanzaron al saqueo de las residencias de Patassé, mientras que los guerrilleros del MLC, odiados por los locales, huyeron a la desbandada a su país de origen con sus canoas por el río Ubangui.

Patassé emprendió inmediatamente el regreso al país para intentar reconducir la situación, pero su avión fue tiroteado cuando se disponía a aterrizar en Bangui, viéndose obligado a tomar rumbo a Yaoundé, Camerún, donde tomó tierra ya en calidad de exiliado. Una vez sofocados los focos de resistencia de los pocos gubernamentales que plantaron cara a los golpistas y confirmado el control total de la ciudad por sus hombres, Bozizé hizo su entrada en Bangui desde su anterior paradero no revelado entre demostraciones de un alborozo popular. Las turbas aprovecharon el caos y el vacío de poder para cometer actos de vandalismo y pillaje de cuanto recinto estuviera a su alcance, ya fueran misiones religiosas o las instalaciones del Programa Mundial de Alimentación de la ONU. Se reportaron más de 50 muertos, entre uniformados y civiles, en las refriegas y en los disturbios que les siguieron, prolongados durante varios días en una capital sin ley.

En su comunicado a la nación el día 16, Bozizé se autoproclamó jefe del Estado y anunció la suspensión de la Constitución, la disolución del Gobierno que presidía Martin Ziguélé(del mismo partido que Patassé, el Movimiento por la Liberación del Pueblo Centroafricano, MLPC) y la Asamblea Nacional, y planes para la creación de un Consejo Nacional de Transición (CNT), abierto a los partidos políticos, sindicatos, poderes territoriales y demás actores de la sociedad civil, con la misión de elaborar un programa con pautas para el nuevo Gobierno. El general habló de recomponer las desintegradas FACA, requisar las armas en manos de personas no autorizadas, facilitar el retorno de los miles de refugiados y desplazados, pagar los salarios adeudados a los funcionarios públicos y obtener del FMI y el Banco Mundial una asistencia urgente para la reconstrucción post-conflicto del país.

De paso, Bozizé desmintió que sus hombres estuvieran tomando parte en los robos y asaltos que se sucedían en Bangui. Pero el caso es que en los días siguientes el general pidió al Gobierno chadiano una compañía de soldados para ayudarle en la desmovilización de sus mercenarios más díscolos, que ahora, sintiéndose traicionados por su patrón, se afanaban en cobrarse en especie a costa de los lugareños.

Como primeros pasos en la instalación de unas formas institucionales, el 23 de marzo Bozizé nombró primer ministro a Abel Goumba, el ya citado veterano personaje de la política nacional, en los últimos años líder de la oposición a Patassé como presidente del Frente Patriótico por el Progreso (FPP) y cabeza de una coalición de 12 agrupaciones contrarias al oficialismo, la Coordinadora de Partidos Políticos de Oposición (CPPO). El 31 de marzo el general presentó el gabinete de Goumba, formado con representantes de la CPPO, el MLPC y cuatro ministros militares, y el 4 de abril ultimó los nombramientos del CNT, cuyos 63 miembros quedaban investidos con funciones asesoras del Ejecutivo. Con ínfulas regeneracionistas, Bozizé describió su ascenso al poder como "no un golpe, sino una revolución, una liberación".

El flamante dictador centroafricano salió bastante mejor parado de lo esperado también en el frente exterior, donde, como tantas veces antes en otros países del continente, la fuerza de los hechos consumados dejó en meras pamplinas las declaraciones de condena al golpe y los llamamientos al retorno a la legalidad constitucional, ya provinieran de la CEMAC, de la CENSAD o de la Unión Africana (UA). La CEMAC, en particular, en aras de la salvaguardia de la seguridad, resolvió aceptar la petición de Bozizé de que mantuviera su dispositivo militar y de paso que lo incrementara de los 272 efectivos actuales, todos de Gabón y Congo-Brazzaville, a 350. Los chadianos llamados por Bozizé para restablecer el orden público tras la toma del poder quedaron encuadrados en la FOMUC.

En el caso de la UA, que hasta julio de 2002 se llamó Organización para la Unidad Africana (OUA), vio a las primeras de cambio convertidas en agua de borrajas sus declaraciones y previsiones, concretadas en el Mecanismo de Prevención de Conflictos, sobre que en lo sucesivo no se iba a tolerar entre los países miembros la remoción por la fuerza de gobiernos democráticamente elegidos, y explícitamente los golpes de Estado, y que se castigaría a los perpetradores con la suspensión de membresía del país en la organización y la aplicación de sanciones económicas. Por lo que se refiere a Francia, la condena emitida contra Bozizé ("la situación es absolutamente inaceptable") no resultó más convincente, y los 300 soldados que envió se ciñeron, con una neutralidad de hecho otorgante, a su misión de evacuar a los súbditos extranjeros.

Bozizé toma las riendas de un país que a su pobreza endémica (el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo lo lista anualmente entre los diez países más subdesarrollados del mundo), no obstante, en sangrante contradicción, poseer riquísimos recursos naturales como diamantes, uranio, oro, petróleo, energía hidroeléctrica, madera, algodón, tabaco o café, ha sumado en los diez años en que ha tenido un sistema democrático los estragos provocados por la violencia política intermitente, la corrupción, el bandidaje y la pérdida de contrapartidas económicas que supuso el cierre por Francia de sus dos bases militares. En la actualidad, el país depende de la asistencia exterior y los servicios públicos virtualmente no existen.

No habiendo transcurrido el tiempo suficiente para evaluar el prometido efecto beneficioso del nuevo régimen no democrático sobre tan calamitoso estado de cosas, en las semanas posteriores al golpe, Bozizé, empero, ha prodigado una serie de declaraciones y gestos que invitan a esa mayoría de la población que ha visto con buenos ojos su toma del poder a albergar ciertas esperanzas de normalización en el baqueteado país africano.

El 10 de abril el militar informó que el período de transición iba a durar "al menos entre 18 y 30 meses", un tiempo sin duda prolongado pero que justificó como el mínimo requerido para "restablecer la paz y la seguridad", y para "luchar contra la pobreza y la corrupción". También anunció que ya se habían tomado medidas expeditivas, como la suspensión de las explotaciones madereras y minerales con el objeto de regular unos sectores plagados de "redes mafiosas", y que en los próximos días comenzarían a abonarse las pagas atrasadas a funcionarios, policías y soldados, como efectivamente sucedió, gracias a un crédito otorgado por China.

Antes de terminar el mes Bozizé decretó una amnistía para 600 implicados en la intentona golpista de mayo de 2001, lo que a Kolingba le supuso la revocación de una condena a muerte in absentia, en un gesto que fue calificado como positivo para la reconciliación nacional. Luego, estando de visita en Gabón, anunció que al final del período de transición él se iría de la Presidencia, una promesa, por lo demás, tan habitual como incumplida en similares procesos a lo largo y ancho del continente.

(Cobertura informativa hasta 6/5/2003)